Expectativa vs. realidad de los festivales alternativos de la región Caribe
Los festivales de música brindan una oportunidad incomparable para que los músicos puedan conectarse con una audiencia en vivo y, potencialmente, ganar nuevos seguidores. Son un terreno fértil para la exposición, el networking y para las oportunidades profesionales.
Colombia se ha convertido en una de las plazas más importantes para la organización de conciertos y festivales que incluyen la participación de artistas nacionales e internacionales. Confirmación de ello es que, de acuerdo con el registro de la Cámara de Comercio de Bogotá, en Colombia el recaudo anual que lograron los espectáculos de música en vivo en 2019 fue $ 23.393 millones, en 2021 la cifra llegó a $ 6.045 millones, en 2022 a $ 26.425 millones y en 2023 Bogotá recaudó $ 27.000 millones, la cifra más alta en la historia de la ciudad.
Si bien es una cifra para celebrar la participación en la industria musical, esto solo representa el centro del país. Sumando las cifras del resto del país -en su conjunto- se registra la mitad de estos recaudos. Esto además teniendo en cuenta que la mayoría de los festivales musicales realizados en las regiones responden a intereses particulares de la industria sonora comercial internacional, dejando al sector alternativo e independiente para espacios más comunitarios y reducidos. En los territorios colombianos, escuchar, interpretar o crear sonoridades alternativas implica un compromiso voluntario para el desgaste que podría significar esta decisión.
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El Caribe alternativo
La amalgama sonora de la región Caribe ha permitido que los sonidos del mundo se reúnan y se alimenten de la nostalgia rítmica de habitar un territorio con raíces en el agua. Cercanos a cuerpos de agua dulce y salada, históricamente, hemos sido receptores de los ritmos más recónditos, que se han adaptado a las vivencias propias.
Esto, con frecuencia, lo vemos reflejado en los sonidos alternativos de la región Caribe. Desde el indie en Santa Marta, el blues en Barranquilla, el punk en Cartagena, la experimentación guajira, el metal de la sabana cordobesa o el rock transgresivo del Sinú, son tan solo una muestra de lo que el universo sonoro alternativo, casi inexplorado, del Caribe tiene para ofrecer.
En este contexto nacen los encuentros musicales masivos o reuniones comunitarias más pequeñas y centradas, que independientemente del formato, ofrecen una plataforma para mostrar la música emergente de la región o incluir artistas consolidados en estos nichos.
Coinciden siete festivales desde distintas ciudades de la región Caribe en que estos son “espacios de transformación social, artística y económica, que contribuyen al desarrollo de una escena musical alternativa sólida en el Caribe colombiano, visibilizando a artistas emergentes y establecidos que representan géneros no comerciales, muchas veces relegados en otros espacios”, comenta Isabel Sánchez del Ultraloide Festival en Barranquilla.
Todas las realidades de los territorios descentralizados influyen en la toma de decisiones dentro de la programación artística de un festival alternativo de región. Desde los itinerarios, las formas de financiación, los actores sociopolíticos y sobre todo las sonoridades alternativas identitarias para los nichos rockeros del Caribe, forman una compleja estructura de organización. Artistas, productores, ingenieros, técnicos, comunicadores y/o divulgadores de contenido y staff forman una comunidad de gestión cultural participativa más de carácter comunitario que lucrativo.
Los festivales
Recientemente, se creó una red de festivales en la región que busca fomentar ecosistemas sostenibles que beneficien a todos los actores de la cadena de valor musical. Desde artistas y bandas hasta organizadores, productores y públicos, todos tienen un papel en esta comunidad en crecimiento. Al compartir recursos, conocimientos y experiencias, se busca elevar la calidad y el impacto de los festivales, creando un entorno propicio para el rock.
En otro ángulo, que incluye también a músicos del folclore, emergentes y consolidados, de la región, se han tenido espacios como el Mercado Cultural del Caribe en Cartagena, donde se ha venido adelantando esta labor desde hace más de veinte años.
Dado que las estadísticas sobre cifras de asistencia, recaudo de festivales privados a gran formato o impacto de las redes de comunicación y gestión artística, se encuentran registrados desde el centro del país, en Radiónica hacemos un recorrido por algunos festivales alternativos del Caribe colombiano: su experiencia, impacto y retos.
Barranquilla, el rock y los sonidos alternativos
El festival Urbana rock, que cuenta con 11 ediciones, en cuyo último año convocó a más de 4.000 personas durante 2 días, a lo largo de su realización ha impulsado la circulación de bandas locales. “El festival promueve el reconocimiento y respeto por la diversidad cultural. En cada edición, se refuerzan valores como la inclusión, la sostenibilidad y el goce de los derechos culturales para artistas y público. Buscamos ser el espacio que da voz y visibilidad a las culturas marginadas en un entorno cultural que prioriza otras expresiones, como el carnaval, dejando un impacto duradero en la comunidad artística”, indicó Dayana Hernández directora del Festival, quien nos habló sobre las dificultades financieras para el sostenimiento de las actividades culturales en Barranquilla.
“Trabajamos para consolidar el festival como un 'evento de ciudad', garantizando un presupuesto anual que asegure su continuidad. Este modelo depende de programas de concertación y estímulos locales, departamentales y nacionales, lo que condiciona el tamaño y la participación de artistas internacionales según los recursos gestionados cada año”, puntualizó.
Por su parte, Isabel Sánchez del Festival Ultraloide, se reafirma sobre la escena relegada a la que se someten los sonidos alternativos en una ciudad marcada por la tradición. “El Ultraloide Festival ha tenido un impacto significativo en Barranquilla, el Caribe Colombiano y en la comunidad cultural y artística, consolidándose como un espacio de transformación social, artística y económica, que contribuye al desarrollo de una escena musical alternativa sólida en el Caribe colombiano, visibilizando a artistas emergentes y establecidos que representan géneros no comerciales, muchas veces relegados en otros espacios, revalorizando el rol de la música independiente como un elemento transformador en una ciudad tradicionalmente conocida por otros eventos masivos como el Carnaval, aportando diversidad a la oferta cultural”, indica la directora y cofundadora del festival quien durante 10 ediciones ha trabajado en la consolidación del Ultraloide Festival, como un espacio focalizado en la difusión de las sonoridades independientes y del intercambio entre artistas, gestores y programadores en espacios nacionales e internacionales.
Desde Ultraloide también se manifiesta una preocupación por el sostenimiento de la agenda cultural incluyente de la ciudad dada la alteración de los portafolios y recursos distritales asignados para eventos como este. “Para optimizar las condiciones para todos los actores del festival, hace falta mayor participación de las instituciones públicas y privadas en el sector cultural; la inversión en infraestructura cultural es nula, los recursos siempre resultan ser limitados, los trámites burocráticos para la realización de espectáculos públicos se han vuelto una pesadilla para la producción en Barranquilla, el diálogo con el sector es inexistente y la falta de planeación de las convocatorias públicas ha creado una sobreoferta cultural en los últimos meses del año, afectando la asistencia del público en algunos escenarios. Es necesaria la articulación, el diálogo y la inversión pública y privada”, puntualizó.
Resistencia musical de la sabana cordobesa
Si en Barranquilla existe una resistencia a las estridencias y a los sonidos alternativos, Montería también está en la misma línea, con el agravante de la alta presencia armada de grupos ilegales hasta la década pasada. El Festival Montería Vive Rock ha generado desde sus inicios, hace veinte años, un escenario para que la comunidad monteriana, jóvenes y no tan jóvenes, tenga un lugar para la expresión de su diferencia.
“Esto es algo que desde Bogotá puede parecer insignificante pero que para nosotros en el Sinú es un gran logro si tenemos en cuenta que hace 20 años decidimos construir un festival de Rock en una ciudad aún dominada por la homogeneidad impuesta por el paramilitarismo, lo que nos generó persecuciones y estigmatización”, comenta Mavys Morales, director del Festival Montería Vive Rock, en Montería, Córdoba.
Según comenta Mavys, las dificultades en la financiación han estado presentes históricamente en el festival, pero se disminuye este agobio por el espíritu colaborativo de todos los actores del escena local. “La sostenibilidad del ecosistema creo que depende de que quienes lo integran sean conscientes de ello. El Rock ha sido el crisol en el que nuestra vidas y nuestros esfuerzos colectivos han tomado forma y se han fortalecido”, enfatiza sobre el evento que en su última edición recibió alrededor de 300 propuestas de la región caribe y el Urabá antioqueño.
La independencia sonora del Sinú
De la misma forma que sus cercanos cordobeses, la subregión del Sinú sucreño ha sufrido las consecuencias del conflicto armado siendo este uno de los territorios más amenazados en la región, incluso desde la cultura.
Sabanerock es un festival con tan solo dos años de trayectoria en Sincelejo, Sucre, que según su director César Gonzáles busca visibilizar la escena alternativa, la cultura rock, las bandas y músicos afines a estos géneros musicales y mostrar al festival como una opción de entretenimiento sano para el público alternativo de la ciudad que dista del folclor propio de esta región del país, alejándose de los estigmas sociales y para ser una herramienta que haga valer los derechos culturales de la comunidad.
“En nuestra primera edición logramos posicionarnos como una opción de entretenimiento, donde más de 700 personas se congregaron alrededor de la música alternativa siendo uno de los eventos del género que mayor convocatoria ha tenido en la capital de Sucre”, asegura su director.
Una de las principales características en común con los festivales de la región es que el modelo de financiación del evento consiste en la búsqueda de fondos públicos que varían anualmente y la autogestión.
Por otro lado, sus vecinos de Corozal, con Entropía Rock Festival, han consolidado un evento desde el interior de un municipio que no es capital, gran reto desde la cultura del Caribe. “Mas que ser solo un festival de rock, nuestro objetivo es ser un colectivo que beneficie con espacios de esparcimiento y oportunidad para mostrar su trabajo a las distintas muestras de cultura alternativa presente en nuestro municipio, departamento y país”, indicó Julio Arsanios, director de Entropía Rock Fest en Corozal, Sucre.
Con una trayectoria de cinco años sus organizadores reconocen que el esfuerzo para la consecución de su financiación debe perfeccionarse para lograr la autosostenibilidad del festival y que todos los actores de la industria logren las ganancias justas. “Queremos darle valor al arte, velamos por los artistas alternativos, sabemos que no todos tienen la misma oportunidad de darse a conocer por diversos motivos, también sabemos que hay desconocimiento y estereotipos alrededor de muchas expresiones artísticas, y queremos por medio de Entropía puedan recibir el valor que merecen y ser mostradas al mundo como lo que son: muestras de arte merecedoras de reconocimientos y de espacios para existir”, puntualizó su director.
La itinerancia en los municipios
Como resultado de las gestiones que los músicos realizan para propender a la difusión y circulación de sus sonoridades a través de la región, nace el Caribe Sonoro Rock Fest, que en su primera edición dejó una huella importante en las tres ciudades donde se realizó: Valledupar, Riohacha y Barranquilla.
No solo ayudó a posicionar a los artistas emergentes en escenarios con público diverso, sino que también fomentó la interacción entre músicos, gestores culturales y el público, fortaleciendo la escena musical alternativa de la región. “Aunque el presupuesto fue ajustado en varios rubros, logramos optimizar los recursos gracias a la autogestión. Las redes sociales también ayudaron a ampliar el alcance del festival sin necesidad de grandes inversiones en publicidad. La clave está en mantener el enfoque en la calidad del evento y el compromiso de los artistas y gestores involucrados”, puntualiza Jorge Ferreira, director de Caribe sonoro Rock Fest.
Visiones artísticas
La perspectiva de algunos artistas regionales nos muestra la otra cara de la industria sonora. Conversamos con José Rebimbas de Cielito Drive, quien reconoce la importancia de este tipo de espacios para la difusión de las músicas emergentes; sin embargo, nos plantea otro ingrediente que se suma a esta ecuación: la distribución de los recursos. “En su gran mayoría la programación de los festivales existentes en la región suelen contar con una cuota muy importante de artistas locales, pero no se les está reconociendo los pagos que corresponden a estas participaciones. En muchos festivales, percibo desigualdad en muchos ámbitos, pero principalmente con la remuneración económica que no corresponde a los valores establecidos o estándares que se manejan a nivel nacional”, indica el líder de la banda barranquillera, quien además asegura que en la capital del Atlántico:
“Hacen falta más iniciativas, más festivales. Son muy pocos los eventos que existen en la ciudad y en la región y además cada uno tiene su enfoque pero no existe representatividad para tanta oferta diversa que existe en el Caribe. Hay una deuda histórica muy grande con respecto a la exposición, divulgación y circulación por parte de los entes territoriales: festivales distritales, por ejemplo”.
En síntesis, la industria de los festivales independientes es necesaria, pero necesita ser replanteada e incluida en los presupuestos regionales o nacionales para promover, de manera equitativa, los sonidos alternativos que tienen para ofrecer los distintos pueblos del país. Por otro lado, navegar por el mundo de los festivales de música puede ser un desafío para los artistas independientes, pero con la investigación y preparación adecuadas, los festivales pueden ofrecer una gran oportunidad para conectar con nuevas audiencias.