
¿Pasto se está quedando sin niños, niñas y adolescentes?
En la cuadra donde vivo en Pasto hay diez casas y dos edificios. Aquí vivimos cerca de, seis niños y niñas, tres adolescentes y unos cuarenta adultos, es decir, apenas el 18,36 % de mis vecinos son niños, niñas y adolescentes. Es una cifra que me sorprendió, porque ni siquiera alcanzan a ser el 20%.
Nunca me había detenido a contar cuántas personas viven a mi alrededor, ni a fijarme en sus edades, ni mucho menos llevarlo a porcentajes. No lo había hecho hasta que escuché al alcalde de Pasto hablar con una preocupación que se le notaba en la voz.
“No hay niños, no hay adolescentes”, dijo Nicolás Toro, alcalde de Pasto, en una entrevista con un medio local a comienzos del 2025. Y añadió: “Hace 20 años había 70.000 niños matriculados (…) y hoy a duras penas llegamos a 40.000”, enunciado una tendencia global que inevitablemente está alcanzando a la capital de Nariño.
A partir de esa declaración surgió una pregunta que no deja de hacer eco: ¿Pasto se está quedando sin niñez y juventud? La respuesta corta y simple es sí, pero entender lo que está pasando exige una mirada más amplia, detrás de ese “sí” hay causas estructurales, dinámicas sociales y económicas más complejas de lo que parecen.
Nos pareció Chévere Pensar en Voz Alta sobre este tema y por eso hablamos con Francisco Villamarín, director del Observatorio Social de la Universidad de Nariño, también buscamos datos, conversamos con funcionarios de la Alcaldía Municipal y analizamos los factores que están configurando este nuevo panorama demográfico.
Este texto explora cómo llegamos hasta esta situación y las implicaciones que tiene esta disminución silenciosa pero persistente de la población infantil y juvenil en una ciudad como Pasto.
Una ciudad que crece con una población que envejece
El crecimiento de Pasto en los últimos años es evidente, basta con mirar el paisaje urbano para notar los cambios: nuevas edificaciones, nuevos restaurantes y consultorios, una doble calzada que conecta con Ecuador, servicios de salud con mayor demanda, una explosión en la alta cocina y un turismo que va en alza. Todo esto ha transformado a Pasto —económica y socialmente— “en una ciudad intermedia”, como lo define el director del Observatorio Social de la Universidad de Nariño.
Como contamos en el artículo Un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial para Pasto, este crecimiento ha sido acelerado y anárquico a nivel de planificación territorial, la ciudad ha crecido en población y en extensión urbana, aunque no siempre con una planeación clara. Sin embargo, mientras la ciudad crece, su niñez se reduce.
Aunque la población general aumentó, la cantidad de niños, niñas y adolescentes ha comenzado a decrecer. “Hay un decrecimiento, una desaceleración en la cantidad de niños y adolescentes (…) Bajando de aproximadamente el 5% al 3.8% para los años respectivos siguientes, que serían del año 2018 y 2024”, explica Diego Burbano, politólogo y contratista de la Dirección de Juventud de la Alcaldía de Pasto.
Este análisis se basa en la lectura de las pirámides poblacionales y los datos recopilados desde la primera Política Pública de Juventud, que entró en vigencia en el 2011. Hoy, la mayor parte de la población de Pasto se encuentra en edad productiva, pero también se observa un crecimiento sostenido del grupo de personas que ya superaron esa etapa, lo que empieza a modificar la forma de la pirámide poblacional cada vez más ancha en la parte superior, lo cual nos habla del envejecimiento de la población, esto puede tener un impacto negativo en la estructura social, económica y cultural de la ciudad.
Este cambio, evidente en las estadísticas, también se siente en las aulas como lo manifestó el acalde, según la Secretaría de Educación Municipal, la matrícula en las instituciones educativas oficiales ha disminuido de manera progresiva. “La matrícula ha venido decreciendo, aproximadamente entre 1.000 y 2.000 estudiantes por año”, señala Piedad Figueroa, líder de la cartera educativa.
Siguiendo las cifras oficiales de la secretaría de educación municipal, “hasta el año pasado (2024) tuvimos 44.000 estudiantes matriculados. Este año (2025) estamos llegando a los 43.200 estudiantes. Y si decimos hace 10 años nomás se tenían más de 65.000 estudiantes”, siendo las instituciones educativas rurales las más afectadas por esta disminución del estudiantado matriculado, que es un reflejo directo del fenómeno demográfico que vive el municipio.
Para el politólogo Diego Burbano, hay dos causas principales que explican esta tendencia en el contexto local: una disminución en la tasa de fecundidad y un proceso constante de migración, tanto hacia otras ciudades del país como hacia el exterior.
“La maternidad es cada vez un deseo más lejano”
Por fortuna, la maternidad ya no es un mandato y hoy es una decisión pensada, aplazada… o incluso descartada. En Pasto, esta tendencia se refleja con claridad en la tasa de fecundidad, la cual ha bajado de 2 hijos por mujer a 1.6.
“Estamos por debajo de la tasa de reemplazo”, advierte con preocupación el profesor Francisco Villamarín al explicar estos datos, “cuando hablamos de fecundidad por nivel de reemplazo, estamos hablando de que ya la población no está creciendo y que un hijo, cuantitativamente, en el evento de la defunción de sus padres, no va a aportar al crecimiento de la población”.
Hasta hace unas décadas las familias numerosas eran la norma en Nariño, era común hablar de hogares con 4, 5 o hasta 10 hijos, pero hoy, esa composición familiar no existe, basta mirar los números recientes para notar el cambio.
Cada vez nacen menos niños y niñas y, lo que antes era un proyecto de vida incuestionable, hoy se debate con argumentos, dudas y certezas nuevas, una revisión detallada en el histórico de las cifras nos deja muy claro que los jóvenes están optando por no tener hijos.
“Para mí, la maternidad es cada vez un deseo más lejano”, dice Angie B., abogada de 33 años, mientras tomamos café un jueves por la tarde. “Hay libertades a las que no estoy dispuesta a renunciar”, dice, refiriéndose a su libertad financiera y al tiempo que prefiere dedicar a su crecimiento personal y profesional.
Como Angie, muchas mujeres en Pasto están eligiendo caminos diferentes, y no están solas. El periodista Pablo Añez lo señaló en una investigación reciente para La Silla Vacía , donde analiza cómo el descenso de la natalidad en Colombia responde a un pensamiento que cuestiona lo impuesto y pone en el centro la autodeterminación, una narrativa que va en sintonía con lo expresado por Angie.
Un panorama social y económico que reduce las posibilidades
“En la zona urbana de Pasto y especialmente en los estratos medios y altos, tenemos ese tipo de racionalidad que Implica calcular el costo, no solamente en dinero, sino en oportunidades, en bienestar de la pareja o de la mujer, con el hecho de traer un hijo”, confirma el docente.
Ese cálculo que es personal, íntimo y político, en el caso de las mujeres, ha sido posible gracias a varios factores como el debilitamiento de la hegemonía religiosa sobre las decisiones de vida de las mujeres, el acceso a la educación, el ingreso de las mujeres al mundo laboral, el derecho a decidir sobre sus cuerpos y el lugar protagónico que hoy ocupa la autonomía, razones que han llevado a muchas mujeres en edad fértil a cuestionar si realmente quieren asumir la maternidad.
Pero esta decisión no depende únicamente del deseo, también está atravesada por las condiciones materiales, tanto hombres como mujeres enfrentan un panorama marcado por la incertidumbre económica. No hay garantía sobre derechos básicos como la educación, la salud o la vivienda, incluso cuando la maternidad o la paternidad se piensan como una posibilidad, muchas veces hay que replantearla al pensar en las condiciones de vida.

Foto de Vidal Balielo Jr.- Pexels
En 2022, el periódico económico La República publicó un estudio sobre el costo de sostener un hijo hasta los 18 años en Colombia: “Tener y criar un hijo puede superar los $1.349 millones con todas las comodidades”, revelaron, señalando que los mayores gastos se concentran en educación, vivienda y vestuario.
Un año después, la Universidad EAN estimó en un estudio que, dependiendo de la ciudad y el nivel de vida, el costo de crianza podría alcanzar hasta 2.477 salarios mínimos legales vigentes, es decir, unos $2.400 millones.
Las cifras pueden variar, sí, pero el mensaje es claro: tener un hijo o hija es una inversión que no todas las personas están en condiciones de asumir y que implica grandes costos a largo plazo.
Angie lo dice sin rodeos, “siento que tener hijos en este país requiere, como mínimo, una fuente de ingresos estable. En Colombia no tenemos estabilidad laboral y me parece absolutamente egoísta e irresponsable tener hijos sin tener la certeza de que podré darles la mejor calidad de vida posible”, cerrando nuestra charla.
Y su reflexión deja en el aire una hipótesis que no puede ignorarse, tal vez no es que las nuevas generaciones no quieran tener hijos, tal vez es que este país y esta ciudad, en particular, no ofrecen las condiciones para hacerlo.
Migrar o emprender en la búsqueda de oportunidades laborales
Hace unos años conocí a Danilo H., un ingeniero de sonido de 31 años que tiene un hijo de cinco años. Él y su pareja decidieron migrar a Medellín porque en Pasto las ofertas laborales en su campo eran prácticamente inexistentes.
La migración, tanto interna como externa, juega un papel importante en la dinámica demográfica de Pasto ya que la ciudad es un punto de atracción para poblaciones rurales del departamento, que llegan en busca de oportunidades educativas, principalmente de educación superior, o laborales. Pero también es un lugar de expulsión hacia otras ciudades de Colombia y hacia Ecuador.
Y aunque la migración de locales hacia otros destinos no es muy alta en términos porcentuales, sí podría considerarse como una de las razones por las cuales la población está decreciendo. “Este fenómeno migratorio afecta al 5 % del total de la población en Nariño”, explica el profesor Villamarín.
“En Medellín hay mucho pastuso y llegaron por lo mismo que yo, o trabajo o estudio” me cuenta Danilo al recordar como, en su caso, la falta de oportunidades lo llevó a empacar maletas. En otros casos, en cambio, han optado por quedarse y buscar formas de sostenerse a través del emprendimiento o la informalidad laboral.
El auge de las redes sociales, la expansión de los emprendimientos la escasa oferta laboral de la empresa privada y la poca generación de empleos formales desde el Estado han empujado a gran parte de la población económicamente activa, ubicada entre los 15 y los 64 años, a la informalidad.
Aunque la tasa de desocupación en Pasto disminuyó de 11,0 % en enero de 2024 a 10,3 % en enero de 2025, según cifras del DANE, los retos siguen siendo grandes, especialmente en empleabilidad juvenil y reducción de la informalidad laboral.

Foto de Galeras Rock - Alcaldía de Pasto
En la actualidad, la mayor parte de la población pastusa está en edad productiva, esto se conoce como el bono demográfico, pero “ese saldo está desperdiciando porque lo está absorbiendo la informalidad laboral, lo está absorbiendo eh la incorporación de jóvenes, a los grupos delincuenciales y a las actividades ilícitas”, advierte Villamarín abriendo una perspectiva aún más preocupante.
A esto se suma la inmigración venezolana, cuyo impacto en la dinámica demográfica de la ciudad es difícil de precisar, ya que aún no se sabe si esta población permanecerá en Pasto o si se encuentra de paso.
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Siguiendo con las palabras del director del Observatorio Social de la Universidad de Nariño, la ciudad está en un punto de quiebre que podría definir su rumbo hacia el desarrollo o hacia un futuro marcado por el empobrecimiento y la precariedad de una población que envejece rápidamente.
La implementación de políticas públicas efectivas y la acción concertada del sector privado, especialmente en la generación de empleo formal, podrían ser claves para mitigar los efectos de este cambio demográfico y social que ya está en marcha.