Emprendimientos desde la raiz montemariana
“Hoy le traigo mi cantar, envuelto en ritmos de cumbia y una hamaca bordá’, que simboliza mi alcurnia le traigo el Cerro de maco y los Montes de María, todo eso en pañuelos blancos buscando a la algarabía en un tiempo no lejano llega la paz a la tierra mía. Busquemos cantando paz para mi pueblo yo no quiero llanto quiero un mundo nuevo”.
Pañuelos blancos. Betty Ochoa. Interpretada por Gaiteros de San Jacinto
“No le damos tanto bombo a eso, la violencia ya nos ha quitado mucho”, manifiesta sobre el conflicto armado Yulienis López, representante legal de la Asociación de Mujeres Innovadoras del Campo, en la subregión de los Montes de María en el Caribe colombiano, más específicamente en San Jacinto, Bolívar. “Nosotras somos mujeres resilientes, hemos perdido familiares, pero eso nos ha impulsado a salir adelante. Esto nos ha hecho más fuertes, ahora confiamos más en nosotras mismas, sí todo esto no nos ha tumbado, nada podrá”, agregó.
Ella, junto a nueve mujeres emprendedoras lideran un proyecto de aprovechamiento de la yuca, un cultivo tropical “que fue domesticado para alimento hace unos 5.000 años por los grupos de cazadores recolectores del Caribe y de las zonas amazónicas", como se indica en el estudio La yuca en el Caribe colombiano: De cultivo ancestral a agroindustrial, desarrollado por María Aguilera Díaz del Centro de Estudios Económicos Regionales, del Banco de la República-Cartagena. En este se explica que "Colombia se producen cerca de 2 millones de toneladas de raíces al año, y la región Caribe aporta el 50% del total nacional. La siembra de este producto se adapta a diferentes condiciones geográficas, tolera sequías pues la fisonomía de la planta tiene mecanismos de defensa y puede adaptarse a los cambios climáticos”. A partir de este tubérculo, el más cultivado en la zona, este grupo de mujeres, produce y distribuye una harina, similar a la de trigo, sin conservantes, ni gluten, lo cual representa un gran beneficio para los celíacos.
La asociación de mujeres innovadoras del campo, está compuesto por una comunidad que vivió en carne propia la crueldad de la violencia en Colombia décadas atrás. Algunas de ellas, han sido víctimas del desplazamiento forzado y ahora, a partir de este emprendimiento, se convierten en templos de resistencia y un ejemplo de superación para las mujeres de su pueblo; un lugar al que algunas familias han retornado y que lentamente supera sus duelos y los daños irreparables ocasionados por los grupos al margen de la ley.
El conflicto armado
Montes de María es una subregión del Caribe colombiano conformada por 15 municipios de los departamentos Sucre y Bolívar. Esta ha sido una de las más afectadas por el conflicto armado nacional.
De hecho, con la consolidación de las guerrillas a partir de la década de 1990, motivados por la reubicación en nuevos territorios del país, se inicia un proceso de violencia y de creación de nuevos actores armados como los grupos de autodefensas, logrando agudizar el conflicto en la región, donde ya se experimentaba un proceso sangriento en su historia y que se agudizó con extorsiones, asesinatos y desplazamiento de la población. Era la reunión de todos los actores armados del país, ante una población indefensa, que tuvo que desplazarse a las ciudades como Cartagena, Sincelejo, y algunas capitales vecinas en la región.
El informe, llamado Montes de María bajo fuego, realizado por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, la Fundación Cultura Democrática, la Corporación Opción Legal, la Universidad Tecnológica de Bolívar y las Organizaciones de Población Desplazada de Montes de María, detalla cómo la violencia en los Montes de María fue usada como un recurso para mantener y profundizar la concentración de la tierra, dando paso a la industrialización del campo, algo que afectó críticamente la vida campesina.
“Debido a la violencia en el marco del conflicto armado, las últimas tres décadas han dejado más de 158.000 víctimas de desplazamiento masivo provocado por guerrilla, paramilitares, narcotraficantes y el Estado, en la región de Montes de María, en el caribe colombiano”, se reseña en este documento.
Y es que precisamente, a lo largo de nuestra historia, el conflicto por la tierra ha estado presente como propulsor de violencia, como consecuencia de la falta de equidad en su distribución, además de una estructura política estable que dinamice el agro colombiano.
Según el análisis de la conflictividad en los Montes de María desarrollado por el área de paz, desarrollo y reconciliación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) “Desde la época de la colonización de la región, se han visto confrontados los representantes de la economía campesina y aquellos de la ganadería. La razón es que, mientras las zonas más fértiles, que son los valles de los ríos y las llanuras, están dedicadas a la ganadería extensiva, la agricultura campesina –base de la gran despensa de la Costa Caribe– se encuentra en zonas menos fértiles, como las lomas de las montañas. Por esto, además de la histórica presión de los campesinos por la propiedad de la tierra, ellos y ellas han liderado la lucha por una distribución equitativa del uso del suelo, de manera que las tierras más fértiles puedan ser utilizadas para la agricultura campesina. A esto se opone la élite ganadera, que defiende sus intereses y propiedades”.
Al respecto, conversamos con Yessica Blanco, comunicadora, politóloga e investigadora del grupo regional de memoria histórica de la Universidad Tecnológica de Bolívar, quien indica “la violencia fue y ha sido el único recurso que ha garantizado la concentración de la tierra en los montes de maría. El desplazamiento y el despojo de las comunidades campesinas se ha logrado a través de homicidios, amenazas, violaciones e intimidaciones. Hoy quienes salieron del territorio y se resisten a no volver, lo hacen por temor a que se repitan estos hechos”, manifestó la líder social.
De soñadoras a microempresarias
Cansadas de que su herencia artesanal no sea lo suficientemente valorada económicamente, este grupo de mujeres ideó un proyecto en el que, utilizando un producto de siembra en su pueblo, pudieran realizar y distribuir a nivel local y nacional. Este, contó con el apoyo inicial de la ONG – Limpal, Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, que, en 2016, logró la integración de este equipo de trabajadoras después de una capacitación en la que se orientó a mujeres de la comunidad en temas de liderazgo, mientras aprendían sobre sus derechos como víctimas del conflicto y como mujeres.
“El cambio, desde que comenzamos con este emprendimiento, se ha reflejado, hemos pasado de moler la yuca con un molino manual, ahora tenemos nuestra propia maquinaria y a nivel económico, en este momento estamos invirtiendo, pero ya percibimos algunas ganancias. Hay 9 familias que estamos saliendo adelante con esto” concluye Yulienis López.
En lo que se refiere a la seguridad alimentaria, el cultivo de yuca se considera de gran importancia para garantizar la soberanía, pues es uno de los alimentos vegetales de mayor fuente de energía en el mundo, ocupa el noveno puesto después del arroz, el trigo, la caña de azúcar, el maíz, la soya, la papa, las legumbres y el aceite de palma, además de ser considerado como una importante reserva cuando hay malas cosechas de otros productos alimentarios.
Como generadoras de productividad laboral en la población campesina de la región, Yulienis y sus compañeras pactan su compromiso de seguir trabajando como socias de Yuca-Ar, para enseñar a las futuras generaciones a través de este emprendimiento, hacerlo autosostenible y generar empleo formal de calidad: “queremos seguir creciendo, queremos generar empleos para que los habitantes de la región encuentren en esta producción, una alternativa más para trabajar y producir a partir de la siembra de nuestra región”, puntualiza la microempresaria montemariana.
En Chévere pensar en voz alta, encontrarás las historias detrás de este emprendimiento que nace y crece, gracias a la resiliencia femenina de las campesinas de San Jacinto, Bolívar.