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¡Como Valle para chocolate! Una tierra cacaotera de oportunidades
La riqueza del suelo del Valle del Cauca es tan grande que de sus territorios han surgido granos de café de especialidad, reconocidos internacionalmente. Asimismo, es conocido por el plátano, la piña, las uvas y, por supuesto, su insignia actual: la caña de azúcar. Sin embargo, entre sus suelos montañosos y fincas se esconden algunas hectáreas y árboles de cacao, o también llamado manjar de los dioses, cuya historia, como el sabor del cacao, es exquisita pero agridulce. En su actualidad, se prepara para un futuro esperanzador y global.
Un pasado glorioso
En diferentes regiones del país, a principios del siglo XVI, la producción del cacao tuvo etapas de crecimiento como también de caídas. En la parte norte del Valle del Cauca, al igual que en el Cauca, se establecieron cultivos de cacao como unidades productivas de semillas criollas, que se consideraron de excelente aroma y muy buena calidad, según información de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria, Agrosavia.
Gracias a estos cultivos, el país le dio prioridad a los cacaos criollos y trinitarios para luego generar cruces con criollos caribeños y forasteros amazónicos, que posteriormente fueron de tal renombre que dichos granos fueron el primer producto agrario en exportación, según investigaciones del Banco de la República.
Estas tierras fueron, eminentemente, de cacao en un espacio geográfico marcado por la montaña occidental, la central y en medio del gran río Cauca, donde se tienen unas condiciones especiales, en las cuales el cultivo del cacao, con el pasar del tiempo, fue adquiriendo connotaciones muy especiales y diferenciadas, según el origen de la naturaleza de la región y de la adaptación a su entorno cultural, geográfico y humano. En general, fue parte de nuestra identidad regional, según indica Robinson Montaño, líder de la Asociación de Cacaoteros del Centro del Valle del Cauca.
Precisamente, “La tradición cacaotera en el Valle del Cauca data desde 1620, que reportó cultivos a lo largo del río Cauca mediante grandes plantaciones lideradas por pequeñas familias productoras en Puerto Tejada y Buga”, menciona Manuel Ortíz Andrade, representante de Cacahuat, empresa chocolatera del Valle del Cauca.
Sin embargo, con el pasar de los siglos, el uso de tierra fue cambiando para darle paso a monocultivos de rápido crecimiento como fue la caña de azúcar; igualmente, las adversidades naturales jugaron un papel devastador en las plantaciones por las variedades de hongos que afectaron los cultivos. Estos fueron los mayores detonantes para que el cacao decreciera, en su mayoría, al borde de su erradicación y, por poco, al olvido.
Por estas razones, muchas de las plantaciones fueron eliminadas, dejando entre matorrales, plátanos o malezas, algunas que otras plantas en las que aún se encuentran, y aún se buscan entre conocedores y amantes —cual aventura—, las semillas de origen, criollas o también llamadas semillas sagradas.
Historia oral, la mujer y la semilla sagrada
La mujer es quien ha liderado el proceso productivo cacaotero en el Valle del Cauca. A través de ella se ha encabezado el proceso de salvaguardar el cacao tradicional como práctica generacional, cultural, de desarrollo comunitario y, por supuesto, como una unidad productiva familiar.
Existen algunas brigadas de mujeres, que son las que están apoyando el cultivo del cacao porque no hay mano de obra. Las pertenecientes a proyectos de autogestión, como otros escenarios en el Valle, apoyan todo el proceso de transformación, se cualifican, generan ingresos, hacen las podas, las recolecciones, están atentas de los procesos de fermentación, entre otras cosas.
Entonces, las mujeres en este momento, para el proceso de producción y transformación de cacao son demasiado importantes, según afirma María Nidia Sánchez, representante de Chocolate Chocoguayabal, que emplea en un 70 % mujeres campesinas del corregimiento de Salónica en Río Frío.
Tanto ha sido su acompañamiento en el cuidado y producción del cacao en el Valle y Colombia, que su representación lleva por nombre “María del Campo”, que personifica a todas aquellas mujeres que han llevado el cacao a su producción, para obtener tazas y dulces de chocolate de especialidad en mesas nacionales e internacionales.
Desde los diferentes escenarios, este símbolo promueve igualdad, inclusión, prácticas sostenibles y, con él, continúa inspirando a más mujeres productoras para convertirlas en emprendedoras que generan valor al grano, conectando la juventud con la innovación y promoviendo la integración de las familias, así lo comenta la Federación Nacional de Cacao FEDECACAO.
Precisamente, gracias a su labor de amparar oralmente los conocimientos de tradición cacaotera, el empuje por el desarrollo familiar y la sazón de sus preparaciones chocolateras, las mujeres han aportado sus conocimientos a investigaciones que foráneos y locales curiosos comienzan a gestar para ir detrás de los cacaos criollos de calidad que el Valle del Cauca y Cauca produjeron naturalmente desde más de cinco siglos y, que por el uso de monocultivos, por poco y desaparecen, esto lo menciona Robinson Montaño, de la Asociación de Cacaoteros del Centro del Valle.
Varios de estos cacaos criollos se encuentran olvidados en fincas o terrenos baldíos, produciendo semillas que se están descubriendo o cuidando, luego de alguna que otra cartografía social que privados hacen para efectos de alta calidad en sus cultivos.
Aunque falte mucho material documental de archivo histórico, varios de los conocimientos relacionados al cacao se han pasado de generación en generación y éstos, poco a poco se han profesionalizado, respetando las tradiciones con miras a encontrar y reencontrar el cacao de origen, ese considerado por expertos como sagrado; que emana el pasado y riqueza del Valle para su degustación y disfrute en taza o dulce, indica Manuel Ortíz Andrade, representante de Cacahuat, empresa chocolatera del Valle del Cauca.
Un presente en construcción
Actualmente, varias familias campesinas y emprendedores, a lo largo y ancho del Valle del Cauca, se han puesto en la tarea de germinar el cacao como un aporte a la unidad productiva y sostenimiento de hogares, como también de varias comunidades a las que pertenecen alguna de las más de 50 marcas de cacao y chocolates que se conocen en la actualidad en estas tierras.
Y es que son varios hechos, en el marco nacional e internacional, los que ha permitido una reactivación que ha generado una derrama económica que comienza a organizar el sector.
Uno de estos han sido las reactivaciones que se deben a estrategias como la del pasado proceso de paz con las FARC en 2016, en el que uno de sus ejes centrales fue el campo. En dicha oportunidad, el cacao fue elegido como planta en la sustitución de tierras.
Con lo anterior, sumado tanto al gran interés foráneo como al nacional por redescubrir sabores de origen criollo y alta calidad, junto a los cambios en el precio del cacao internacionalmente, relacionados a los inconvenientes por sequías naturales y crisis políticas de Ghana y Costa de Marfil —los mayores productores de cacao del mundo—, el precio se ha disparado en muchas oportunidades, haciendo de éste, un mercado de mucho atractivo para agentes de tierras que incentivan su producción y venta en otros países como Colombia, así lo asegura David Astaíza Ceballos, director de Provinzzia Cacao.
El Valle de oportunidades
En la actualidad, el sector cacaotero vallecaucano se encuentra reconociendo las bondades de este fruto, de los que se conocen semillas criollas, trinitarias y foráneas, mediante la profesionalización y adaptación de herramientas para consolidar un producto de alta calidad, así como un sistema de estándares de sostenibilidad.
Lo anterior no es un proceso aislado y, es que actualmente, el Valle del Cauca cuenta con pequeños productores que conforman, en ocasiones, las más de seis asociaciones y varias marcas chocolateras de las cuales varias reciben acompañamiento de la Federación Nacional de Cacaoteros.
Muchas de estas asociaciones se articulan con empresas y emprendedores que, gracias a su visión típica de las nuevas generaciones y tecnologías, aportan de manera sostenible a cuidar la tierra y a los trabajadores de ella.
Uno de los factores determinantes en el acompañamiento de los pequeños productores ha sido la Federación Nacional de Cacaoteros que, desde su visión, le ha apostado a que los diferentes líderes del sector, emprendedores y campesinos, visibilicen el producto vallecaucano ante el mundo en diferentes muestras de exposición global.
De la misma manera la CVC, el SENA, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Autónoma de Occidente, el Centro Internacional para la Agricultura Tropical CIAT y la Universidad Tecnológica de Pereira, han sido otras instituciones aliadas en el fortalecimiento de la cadena productiva a través de herramientas de profesionalización, acompañamiento comercial y, por supuesto, de continuidad en el desarrollo del cacao como unidad para el desarrollo comunitario.
Cifras por construir
Uno de los temas importantes que se está trabajando en estos momentos, es que los reportes de las ventas de cacao aparezcan en el Valle del Cauca.
Habitualmente, se reportaban en el Cauca o se estaba reportando en la parte norte del departamento con el Quindío, entonces, las ventas de chocolate, como también las ventas de cacao, no estaban apareciendo informadas en el Valle del Cauca, informa Manuel Ortíz Andrade, representante de Cacahuat, empresa chocolatera del Valle del Cauca.
Ortíz, además, hace énfasis mencionando que, “En este lugar tenemos mucho cacao; sin embargo, el censo y su problema de cifras que hay en el Valle, para que no sea reconocido como altamente productor de cacao, se da porque se lleva todo este producto desde las casas de compra hacia Manizales, entonces por esta razón no nos van a censar y, por eso, hemos tenido ese inconveniente con Federación y con apoyos o estímulos económicos, pues no aparecemos en esos porcentajes significativos de producción de cacao en el mapa de cacaotero de Colombia.”
Obtener esta información requiere una sistematización mediante una persona que haga ese levantamiento de datos y que se pueda direccionar. Por ejemplo, puedes ir a Cartago, en donde está uno de los compradores grandes, ahí tienen cifras; también en Sevilla o en Tuluá, los que están sacando hacia la parte baja del sur del Valle del Cauca; lo que es Pradera, Candelaria, todo esto sale hacia el norte del Cauca porque es donde está la compra de la Nacional de Chocolates, entonces, reconociendo a las personas que son actores y sistematizando el proceso, se podría sacar esas cifras, afirma Jhonier Muñoz, director de Chocolate Andaluz, del Municipio de Andalucía.
Y es que, a simple vista, en los territorios vallecaucanos se puede observar que muchas de las tierras trabajadas por las familias campesinas tienen los cultivos en parcelas o unos cuantos árboles de cacao para uso propio y de venta, lo que les permita el sostenimiento de hogares. Muchos de estos también son comprados por diferentes marcas.
“Existen muchas personas y proyectos que, de pronto ,no están en el radar de uno, pero tienen siembra del cacao, entonces ahí radica la relevancia que, de alguna otra forma, se pueda organizar el sector, porque entre más cifras haya, más nos permite gestionar inversión. De hecho, la repartición del dinero del Fondo Nacional del Cacao se da de acuerdo a la producción y, pues en este caso en el Valle contamos con una granja de la Federación; tenemos una unidad técnica en Jamundí también, y la granja aquí en Andalucía, pero realmente uno se da cuenta que la cifras no nos ayudan para poder gestionar más recursos hacia acá”, puntualiza Jhonier.
Un futuro color chocolate con aroma a retos y promesas de bienestar
A través del empuje de emprendedores y asociaciones, varios de éstos se están uniendo para potenciar y competir con el mercado nacional e internacional mediante trabajo colaborativo, economía circular, articulación con entidades y empresas privadas, junto a educación continua en mercadeo, procesos agroecológicos y agroforestales.
El gremio cacaotero vallecaucano se percibe como un ecosistema sin egos. Quizá sea la producción del chocolate que los hace ver tan felices y llenos de esperanza en un futuro que va en proceso de articularse y reconocerse. Muchos de ellos trabajan de la mano para exportar o compartir conocimiento.
De esta forma, varios de los proyectos se encuentran en estado de solidificar su propuesta de granos para encantar el mercado global, sobre todo el europeo, coqueteando entre los grandes consumidores con un producto de sabor criollo y tradicional. Para ello, continúa el mejoramiento en la calidad de herramientas y producción, como es el caso de las fundaciones de Chocoguayabal, Cacahoatán y Andaluz.
Otros de los retos van de la mano con incrementar el área de producción de cacao, programas fuertes, espacios que faciliten el acceso al crédito para que la gente pueda sembrar, ya que el cacao es un producto a largo plazo, entonces tiene que haber unas estrategias que fortalezcan ese incremento de área de siembra de calidad, agrega María Nidia Sánchez, representante de Chocolate Chocoguayabal
Sánchez continúa afirmando que, además debe haber programas que apoyen el sostenimiento a los sistemas que existen, como también procesos e investigación, se necesitan incentivos para que los jóvenes continúen produciendo de manera activa la tierra, así como planes de fertilización del cacao para poder generar chocolates de excelente calidad.
Por otro lado, aún está en desarrollo sofisticar procesos de fermentación y secado, que son lo que nos dan el sabor y el aroma característico y la calidad de cacao colombiano.
También hay seguir capacitando a las fincas en varios procedimientos como lo es evitar enfermedades para que su cacao sea más productivo, para que tengan más ingresos y, por lo tanto, tengamos una cultura de sostenibilidad mucho más arraigada.
Entre otras cosas, se tiene como gran pendiente, el censo de cifras que permita a este ecosistema aparecer en los mapas cacaoteros, para que venga inversión extranjera, como también turistas y locales que quieran tener la experiencia de cacao, finaliza Manuel Ortíz Andrade, representante de Cacahuat.
Hay varios pendientes y deudas frente al cacao vallecaucano, como el reconocimiento a las tradiciones campesinas, actualizaciones en las herramientas y sistemas de producción pero, sobre todo, el manejo de la riqueza de la tierra para cuidar y aprovechar los frutos de esos árboles cacaoteros de 70 o más de 100 años, que aún habitan entre nosotros, esto lo indica Robinson Montaño, de la sociación de Cacaoteros del Centro del Valle del Cauca.
Se concluye entonces, sin duda, que existen todas las oportunidades para desarrollar un análisis y diagnósticos cacaoteros en el Valle del Cauca que permitan conocer y reconocer a las personas que están detrás; la riqueza de las semillas criollas; las hectáreas que producen y la cantidad de granos que se generan, haciendo, de esta manera, un estudio que fortalezca al Valle del Cauca como un ecosistema competitivo ante las otras regiones de Colombia y, por supuesto, de Suramérica en el disfrute de granos de calidad y origen, como tazas de tradición y encanto humano o cultural.