“Freeze, Melt” de Cut Copy
No solo de nostalgia se alimenta el recuerdo, para mantenerlo vivo también es necesario poner los pies en el presente, mirar hacia adelante y sentir la huella que ha dejado el pasado; es innegable que sin lo vivido no seríamos nada, nuestras raíces no crecerían y no tendríamos gran parte de lo que hemos sido o hemos vivido o en lo que hemos creído. En la música, cada determinado tiempo, hay un reloj natural que obliga a los artistas a mirar atrás, para nutrirse y reflejarse en el futuro. Esto ha pasado y se ha sentido en distintos momentos en la historia de la música y de ahí que lo llamado retro siempre es una especie de Deja Vu que nos recuerda que sin memoria no existimos.
Como olvidar esas primeras canciones de un tímido grupo australiano que vino a abrir el concierto de Kylie Minogue en el 2008, en un frío amanecer, en la sabana de Bogotá. Luego, en el 2011, volvieron y nos enamoraron con canciones como “Need you Now”, “Lights and music”, que ya habían sido importantes en la programación de Radiónica. Después de eso fue como si el tiempo se detuviera o como si los quisiera borrar, porque a pesar de entregar canciones y discos no nos habíamos detenido a escuchar atentamente sus nuevos sonidos, teñidos hasta la saciedad de ese color vintage, añejo, clásico del New Wave, Dark wave y synthpop; géneros musicales tan populares en los años 80 y que dieron coordenadas a los sonidos posteriores, no solo en la electrónica sino en el pop y el rock.
Quizá no nos habíamos conectado con los “nuevos” sonidos de Cut Copy por la vertiginosa velocidad que llevábamos, ese afán de querer avanzar sin parar a mirar alrededor y de escuchar lo que a veces pareciera inexistente. Tal vez la pausa que nos ha tocado vivir nos ha obligado a percibir todo distinto. Y también puede ser que más allá de la crudeza y sinceridad de este nuevo disco llamado “Freeze, Melt”, la situación actual nos hace más susceptibles, más permeables y más receptivos.
Es momento de tener una pausa activa sonora de casi 41 minutos y navegar por un disco cargado de nostalgia.
El inicio es maravilloso, lejos de todo ese recuerdo bailable y brillante que teníamos de Cut Copy. “Cold Water” es el anuncio principal de lo que se viene, un disco lleno de canciones lentas, de momentos oscuros de letras tristes, esperanzadoras, bailables y mensajes positivos. La canción es muy lejana al sello musical de los australianos; si pusieran la canción en una escucha a “ciegas” muy difícilmente se podría dar como respuesta Cut Copy.
El recorrido musical sigue con “Like Breaking Glass”, que ya se puede sentir más cercana a Cut Copy, pero que definitivamente también está alejada de ese baile sintético de sus trabajos anteriores. Distancia que puede ser el resultado de hacer música en estos tiempos y en estas condiciones. Sonoramente el corte sigue siendo una orquestación de sintetizadores clásicos, guiados por una batería constante y ochentera.
La tercera canción, “Love is All We Share”, ya había sido presentada como sencillo y también, en su momento, nos dejó ver que la banda no tenía ninguna pretensión de hacer las cosas con una misma fórmula musical. Este corte inicia con una serie de capas sonoras, luego vuelven los sintetizadores dramáticos que dan paso a las primeras letras de la estrofa inicial. El tono sigue siendo íntimo, lento, tranquilo y sigiloso. Es la más larga del disco y si pudiéramos dibujarla, seguramente necesitaríamos mucho espacio en una hoja para poder retratar cada una de las figuras musicales que la integran, que por cierto están magistralmente acomodadas a lo largo de los seis minutos.
Con “Stop Horizon” empezamos a cruzar la mitad del disco y también se percibe un cambio en la intensidad de la historia que se esconde detrás. En este corte se percibe un viaje instrumental, casi fílmico; a los casi tres minutos entra un beat o golpe rítmico, muy tímido, que también se empieza a acompañar de elementos percusivos y un bajo contundente, todo sincronizado a la perfección. Y de la nada llega la primera canción bailable del álbum.
Efectivamente el disco va tomando otra forma rítmica, con un tempo más alto, con un sentido más bailable pero no por esto deja de ser nostálgico ni minimalista ni complejo y mucho menos con ese sonido clásico o retro. Y la prueba fehaciente de esto es “Running in the glass”, que sin duda alguna, es una canción que perfectamente se hubiese podido haber grabado en algún estudio mítico del Reino Unido en los años ochenta.
Seguramente algunos de sus fieles seguidores sienten que ha llegado el momento de algo medianamente conocido, el momento más Cut Copy del disco. Y este instante aparece con “A Perfect Day”, un sencillo que podría resumir perfectamente el momento de la banda: su pasado, su presente y tal vez un poco de hacia donde están mirando. También es un momento en este nuevo disco en donde aclaran que tampoco han dejado de ser ellos, que no han perdido el sonido que logró capturar tantos cuerpos y corazones.
En “Rain” otra vez la calma se apodera de este bello recorrido llamado “Freeze, Melt”, que hasta el momento ha sido una gran historia, magistralmente narrada. Acá hay una intención muy luminosa, probablemente es el track con más alegría y sentimientos de esperanza que se pueda encontrar en el disco. También es la perfecta ruta que va marcando un cierre bello, casi que calculado matemáticamente.
El álbum finaliza con una canción instrumental titulada “In Transit”, un final lleno de momentos sintéticos que pueden comprimir musicalmente lo vivido, lo expresado en este nuevo disco de Cut Copy. Con “In Transit” queda la sensación de una segunda parte de “Freeze, Melt”. Puede ser que más adelante nos sorprendan con versiones alternas o Remixes de algunas de estas ocho canciones, que sigan escribiendo la historia discográfica de esta banda.