‘Bob Marley: la leyenda’, el hombre detrás del ícono del reggae
Bob Marley: la leyenda, dirigida por Reinaldo Marcus Green -quien ya había hecho el biopic de las hermanas Williams, titulado Rey Richard: una familia ganadora, el cual le ayudaría a ganar el Oscar a Will Smith en aquella accidentada ceremonia de 2022- acaba de estrenarse en los cines en Colombia.
La cinta se centra en un corto periodo de la vida del rey del reggae, de 1976 a 1978, mostrando a un Marley ya maduro y con la grandeza con la que muchos lo recordamos.
La cinta cumple con el propósito de presentarle a las nuevas generaciones a este ícono de la historia de la música y de darle contexto a sus canciones, pues, por supuesto, el filme se hila a través de la música y retrata cómo cada tema y disco marcaba un momento específico en la vida personal del artista y del ambiente político y social de su país natal, Jamaica.
Aquella nación había obtenido su independencia del Reino Unido en 1962, pero durante la década de 1970 continuó estableciendo su identidad como un país independiente y soberano.
Época que estuvo marcada por la violencia política entre los seguidores del Partido Nacional del Pueblo (PNP) y el Partido Laborista de Jamaica (JLP).
Los enfrentamientos políticos y la violencia callejera resultaron en un clima de inestabilidad política y social en el país, lo cual llegó a tocar de manera muy personal a Marley, quien siempre predicó el discurso del amor y la paz.
El 3 de diciembre de 1976, siete hombres armados irrumpieron en la residencia de Bob Marley en el número 56 de Hope Road en Kingston, disparando a Rita Marley (esposa del cantante), a Bob, al manager Don Taylor y al asistente de la banda Louis Griffiths. Rita recibió un impacto en la cabeza, Bob en el pecho y el brazo, pero milagrosamente todos sobrevivieron.
Dos días después, un desafiante Marley subiría al escenario del concierto Smile Jamaica en su ciudad natal y ofrecería una de las actuaciones de su vida, antes de autoexiliarse en Londres para escribir el álbum que, en su opinión, podría difundir su mensaje de paz y unidad en la medida de lo posible.
Ese disco se llamó Exodus, uno de los mejores álbumes jamás creados, según la crítica musical, y el que le dio el momento cumbre antes de que muriera muy joven, teniendo tan solo 36 años, a causa de un cáncer de piel.
Marley es interpretado por Kingsley Ben-Adir, un joven actor que ya habíamos visto en Barbie y en la serie Secret invasion de Marvel. Su interpretación es magistral, el actor llegó al papel sin saber cantar, ni tocar la guitarra ni muchos menos saber hablar patois, aquel dialecto predominante en Jamaica.
Sin embargo, el nivel de precisión que logra en su actuación es tal, que por segundos no podemos imaginar a otro actor en este personaje. El drama, la tensión y la visceralidad que le impregna a las escenas hace que verlo sea un deleite.
Atrás no se queda, por supuesto, Lashana Lynch, quien hace de Rita Marley y a quien ya habíamos visto como la señorita Miel en el musical de Matilda, así como en La mujer rey y The Marvels.
La actriz protagoniza la mejor escena y diálogo de la película, un momento que nos rompe y nos hace entender hasta dónde pudo llegar el amor de esta mujer, sacrificando todo por mantener unida a su familia y ser siempre fiel a quien ella consideraba había sido bendecido por el mismísimo Jah (el dios de los rastafaris).
Bob Marley: la leyenda, aunque con un final falto de grandeza y epicidad, pues recurre a imágenes de archivo que nos dejan esperando una gran interpretación en pantalla de los últimos conciertos de Marley, logra sin duda que sus canciones dejen de ser un tema más de la cultura pop y les llena de sentido con el que fueron escritas e interpretadas, lo cual es la mayor proeza de la película.
La cinta, además, logra desmitificar al ícono, le da humanidad, lo muestra vulnerable ante su familia y amigos y nos presenta a un personaje atribulado por lo que pasaba en su país y con su gente.
En la pantalla vemos a un hombre con problemas y demonios, un sujeto con un carácter humilde y cándido, pero al mismo tiempo a un joven inocente que no había sido consumido por la tragedia y que aún tenía esa esperanza naif de que el mundo podía ser mejor, porque no había de otra y porque así tiene que ser irremediablemente.