¿Y los niños después del coronavirus?
Hay preocupaciones por la economía, los deportes, el sector salud, el desempleo y otras variables, todas fundamentales, pero, ¿y cuál es el plan para los niños?
Es periódico de ayer que la cotidianidad ha mutado para los infantes en edad escolar y que gozan del derecho constitucional en Colombia (Art. 67) de acceder a la educación aunque hoy ese panorama se haya trastocado: la asistencia presencial a la escuela no es eje de sus días, ahora lo es su casa, que también ha sido su resguardo en la mayoría de los casos.
Y digo en la mayoría, porque sabemos que muchos niños vacilan para regresar a sus casas tras el cierre de la jornada escolar y así evitar ser maltratados, abusados, e incluso para no llegar a un lugar donde escasea la comida. Según cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar de la “gran encuesta de 2018 sobre violencias hacia niños, niñas y adolescentes, el 41 % de los menores de 18 años ha sufrido algún maltrato (físico, psicológico, sexual); el 72 % de esos casos ocurre al interior de los hogares”.
Este episodio pandémico es sui generis para la sociedad del siglo XXI y nos está retando a todos; pero en esta columna el eje son los infantes y su interpretación del contexto actual y su experiencia con la tecnología.
En mayo de 2018 escribí aquí una columna titulada “Educar con amor, no con celular”; allí, expresaba la necesidad de no endilgar la educación de los hijos (sobrinos, nietos) a los dispositivos tecnológicos; también, recomendaba a los papás no aplicar la errada idea de “liberarse” (conozco varios) obsequiándoles una tableta para entretenerlos todo el día cual autómatas consumiendo YouTube, hablando largas horas con sus amigos en llamadas grupales y no hacer mucho, aficionados varias horas a aplicaciones como Tik Tok; ¡Hay tiempo para todo!
En esa misma columna hablada de la necesidad de no basar la vida en lo digital y aprovecharla como lo que es, una herramienta; pero como es impredecible (la vida), todo se volcó y hoy, la existencia está más que nunca anclada a las redes sociales, las plataformas de entretenimiento y a los canales de comunicación como Zoom, Hangouts o Wasap para saludar a quienes amamos, reunirnos laboralmente u ociar (lanzarse a los brazos del ocio).
La pregunta es: ¿cómo hallar el equilibrio entre lo digital y lo humano, en una época que nos obliga a estar inmersos en las pantallas? La respuesta debemos construirla entre todos, aunque en pleno 2020 hay un compromiso primario: conversar con los niños para que pasado este episodio de salud pública global, comprendan que abrazar o estrechar la mano del otro es fundamental en la construcción de relaciones interpersonales y que, acá otra reflexión, encontrarnos para celebrar el cumpleaños de la abuela es más enriquecedor si la visitamos y no, como sucede hoy, le cantamos “el cumpleaños feliz” a través de una reunión virtual.
¿Estamos haciendo la tarea de acompañar a los niños con un manejo responsable de la información? ¿Los sentamos a escuchar el drama de las noticias? ¿Les estamos explicando este fenómeno? ¿Somos cuidadosos con el uso de la tecnología como un elemento más del entretenimiento y no como la única opción? Ahora más que nunca, no olvidemos el ajedrez, el naipe, el dominó; jugar a escondidas o a la gallina ciega en casa; también, cocinar en familia (con los debidos cuidados); hacer aviones de papel, escribir cartas a manera de cadáver exquisito, construir fortalezas de princesas o reyes con palos de escobas, cobijas y almohadas…
Dados los impactos del COVID 19 en la vida en sociedad, no será suficiente recuperar la economía y reactivar los empleos (entre otros retos) de Colombia y el mundo, eso no bastará si en la coyuntura actual nos trascendemos la necesidad de alimento cual animal salvaje; es fundamental diseñar un plan de acción interdisciplinario que trace los lineamientos de la atención y acompañamiento integral para los niños (y claro, para población en general); pero ese plan empieza tomando consciencia en casa.
No hay manuales para ese procedimiento, pero el Caballo de Troya ya entró en forma de virus y la salud mental está en el corazón de esta batalla. La incertidumbre es pan de cada día y distintos pensadores en el mundo lanzan hipótesis:
Según la Revista Semana, Slavo Zizek (Eslovenia) pronosticó la caída del régimen capitalista; por su lado, Byung-Chul Han (Corea del Sur) reflexionó sobre el poder de la inteligencia de datos –en inglés, big data-, y aseguró en el diario El País de España que “es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas”; sí, una macropolítica digital con un mega control de la vida en sociedad tal cual sucede hoy en China.
Parafraseando al lingüista y filósofo Noam Chomsky (Estados Unidos) en una videocharla para el proyecto Aprendemos juntos de BBVA, hay otras formas de usufructuar la internet para despertar la curiosidad natural de los niños y ayudarlos a entender el mundo a partir de preguntas similares a esta: ¿Cómo vuela un mosquito bajo la lluvia? “Mientras lo estudian, aprenden un poco de física, un poco de biología, de nuestros organismos, etcétera”, explica Chomsky.
Finalmente, nada está resuelto y este momento es bondadoso para invertir tiempo repensándonos como individuos y en relación con los otros en un mundo compartido; así que no es opcional y estamos instados a cuestionarnos: ¿cómo estamos preparando a los niños y adolescentes para construir un futuro donde no teman dar un abrazo, ir a la escuela, dar un beso o jugar en el parque público?