¿Cómo era ser joven durante la independencia de Colombia?
Cuando Policarpa Salavarrieta participó en el grito de independencia de 1810, apenas tenía 15 años. Su activismo político comenzó siendo muy joven y terminó de igual manera: a una edad temprana. A los 22 años, fue condenada a muerte y ejecutada por su lealtad a la ideología que apoyaba la gesta libertadora.
¡La Pola tenía solo 15 años! ¿Qué estábamos haciendo nosotros a los 15 años? Quizás estudiando el bachillerato y pidiendo permiso para ir a alguna fiesta en casa de una amiga.
Francisco de Paula Santander, por su parte, fue vicepresidente de la Gran Colombia a la edad de 27 años. Desde los 18 años formó parte de las filas patrióticas, y a los 20 ya participaba en las batallas de independencia, siendo comandante y liderando numerosos ejércitos. ¡Qué hoja de vida! Y aún no había llegado ni siquiera a los 30.
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Ser joven hace 200 años
La juventud colombiana de finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX era absolutamente diferente a la que conocemos en la actualidad, porque, de hecho, la categoría de juventud tal como la entendemos hoy es relativamente nueva y no existían en ese entonces.
Lo que conocemos de los jóvenes que habitaron este territorio durante ese periodo histórico está ligado a su vida estudiantil, a la actividad política y a la vida militar. Sin embargo, también es importante destacar que formaron parte de movimientos sociales, de expresiones artísticas y, por supuesto, fueron fieles seguidores de la religión católica.
La Pola - Ilustración de Diego Patiño
Los grandes contrastes
La esperanza de vida en aquella época no superaba los 37 años, debido a la alta probabilidad de morir por enfermedades o guerras. Por esta razón, la vida, tal como la conocemos hoy con sus diferentes etapas, se vivía desde edades muy tempranas. Por ejemplo, “muchas mujeres se casaban a partir de los quince años, y los hombres desde los diecisiete”, afirma el historiador Pablo Rodríguez.
Nada tenía que ver la vida de un estudiante de Bogotá con la de un esclavo negro, un artesano o un tendero de un pueblo pequeño. La juventud se vivía de manera completamente diferente dependiendo de la cuna, el origen y la pertenencia étnica.
Había grandes contrastes entre los jóvenes ricos y pobres, citadinos y pueblerinos, y aún más entre las juventudes criollas, mestizas, indígenas, negras y otras categorías raciales de la época.
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Un vistazo a la cotidianidad
“En las reuniones de varios grupos literarios y sociedades de jóvenes, hombres y algunas mujeres que se proclamaron como libres, en ciudades como Tunja y Bogotá”, cuenta el profesor en historia Carlos Arturo Reina Rodríguez sobre la manera en la que los jóvenes de las elites con acceso a la literatura europea divulgaban las ideas de la revolución francesa y la traducción de los Derechos Universales del hombre, realizada por Antonio Nariño en 1793 y compartidas de manera masiva gracias a la imprenta.
Pero, saber leer era un privilegio que solo el 10% de la población ostentaba. La realidad era que, para mediados del siglo XIX, el 90% de los habitantes del país era analfabeto, y esta cifra podría haber sido aún mayor al inicio del siglo XIX.
Los jóvenes de las clases populares, además de trabajar desde una edad muy temprana, se congregaban en las plazas para jugar a los bolos o en las pulperías y tiendas, jugaban a las cartas. Por otro lado, los jóvenes de las clases altas asistían a tertulias y bailes.
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La juventud protagonista
La vida en esa época estaba llena de contrastes y, si la comparamos con la nuestra, no tiene muchas similitudes. Justo porque nos gusta indagar y porque es Chévere Pensar en Voz Alta, hablamos con Felipe Arias, historiador de Señal Memoria, para conocer mejor a los jóvenes de ese periodo histórico. Estos jóvenes, con su determinación, fueron protagonistas de las gestas libertadoras y sentaron las bases de la actual Colombia: