Que ser mujer no nos cueste la vida
Mi nombre era Claudia, tuve una pareja sentimental que violentaba mi cuerpo, mi mente y mi alma constantemente. Una mañana fui secuestrada por él y por varios días fui su prisionera. Durante ese tiempo, me golpeó de forma reiterada hasta que mis órganos vitales se vieron comprometidos…
Yo era Yaneth, estaba a punto de cumplir 15 años cuando todo sucedió. Después de varios meses de una relación marcada por los insultos, los golpes y el menosprecio, una tarde, en medio de una discusión, mi novio tomó un cuchillo de la cocina y me atacó. Mi cuerpo herido no pudo continuar…
Claudia y Yaneth fueron víctimas de feminicidio.
Tras un espiral de violencias, las dos fueron asesinadas por el hecho de ser mujeres. Sus historias hacen parte de los casos reportados como feminicidios en Colombia, y mencionamos sus nombres para recordar su humanidad y no olvidar que detrás de las cifras hay personas.
El feminicidio, un acto con un significado profundamente político, es sin duda la máxima expresión de violencia cometida contra las mujeres. Su gravedad es tal que la misma ONU la denominó en 2020 como la pandemia ignorada. Junto a intelectuales, profesionales y expertas, presentamos un panorama del feminicidio en Colombia.
¿Qué es un feminicidio y cómo se clasifica?
Se ha denominado como feminicidio a la muerte violenta de las mujeres por razones de género. Es una de las expresiones más visibles del machismo dentro de una sociedad patriarcal, que implica el final de una serie de violencias previas, públicas o privadas, las cuales se dieron de forma reiterada violando los derechos humanos de las mujeres.
“Este es el nombre que se le dio a un delito contra la vida y la integridad personal de las mujeres. Desde el punto de vista penal, supone matar a una mujer por el solo hecho de serlo, porque para su victimario, agresor o perpetrador, ella desarrolla o se expresa según el género femenino”, explica la abogada Diana Hincapié, docente de la Universidad Nacional de Colombia.
Hay que entender este concepto como la acción de asesinar niñas, adolescentes o mujeres, del sexo biológico femenino o por su identidad de género como mujeres. Son el resultado de la misoginia extrema.
Marcela Lagarde vocera y pensadora del movimiento feminista Latinoamericano, utilizó por primera vez en América Latina el concepto de feminicidio para referirse a los asesinatos sistematicos que estaban ocurriendo en Juarez, México. Este termino, surgió como la interpretación al lenguaje hispano del concepto feminicide, desarollado años atras por la escritora estadounidense Carol Orlock y utilizado por la feminista sudafricana Diana Russell.
Y es que era urgente nombrar esta problemática. En México, por ejemplo, desde 1993, una ola de asesinatos a mujeres empezó a generar preocupación. En Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, niñas y mujeres empezaron a desaparecer, para después ser encontradas sin vida, con signos de abuso y tortura. Hasta ese momento el término de feminicidio no se mencionaba.
Según la investigación de la doctora en estudios de la mujer, Julia Estela Monárrez, desde 1993 y hasta 1999, un aproximado de 162 mujeres habrían sido asesinadas, cifras que infortunadamente han aumentado con el paso del tiempo y que evidencian la escalada de la violencia contra las mujeres en una ciudad que ha sido declarada, en 2010 y 2019, como una de las más peligrosa del mundo según el Consejo para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.
Como antropóloga e investigadora, Legarde, se ha enfocado en temas de género. Con su trabajo, ha aportado a la construcción de este concepto en América Latina y a su consideración como delito tras indagar sobre la ola de muertes ocurridas en Ciudad Juárez. Pero, ¿cómo explicar los feminicidios? La experta nos da una respuesta en su trasfondo evidentemente político:
“La explicación se encuentra en el dominio de género: caracterizado tanto por la supremacía masculina como por la opresión, discriminación, explotación y, sobre todo, exclusión social de niñas y mujeres, como propone Haydee Birgin. Todo ello, legitimado por una percepción social desvalorizadora, hostil y degradante de las mujeres. La arbitrariedad e inequidad social se potencian con la impunidad social y judicial en torno a los delitos contra las mujeres”.
Ilustración cortesía de Guneñas Feministas.
Para ONU Mujeres, este fenómeno ha sido clasificado según la relación entre víctima y victimario en cuatro categorías: feminicidio de pareja íntima, feminicidio de familiares, feminicidio por otros conocidos y feminicidio de extraños.
Además de esta clasificación, se ha organizado también por tipos de feminicidios. Así los recogen la abogada Elena Laporta, junto la periodista, Graciela Atencio en su portal Feminicidio.net, entre ellos se encuentran:
- Íntimo: Cometido por un hombre con quien la víctima tenía o había tenido una relación o vínculo íntimo: marido, exmarido, novio, ex novio o amante, e incluso un amigo.
- No íntimo: Cometido por un hombre desconocido con quien la víctima no tenía ningún tipo de relación.
- Infantil: El asesinato de una niña hasta los 14 años de edad cometido por un hombre en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder que le otorga su situación adulta sobre la minoría de edad de la niña.
- Familiar: El cual se produce en el contexto de una relación de parentesco entre la víctima y el victimario. El parentesco puede ser por consanguinidad, afinidad o adopción.
- Por conexión: Cuando una mujer es asesinada “en la línea de fuego” de un hombre que intenta o mata a otra mujer. Puede tratarse de una amiga, una parienta de la víctima, madre, hija u otra. También puede ser una mujer extraña que se encontraba en el mismo escenario donde el victimario atacó a la víctima.
- Por prostitución: El asesinato de una mujer que ejerce la prostitución cometido por uno o varios hombres. Entran en esta tipología los casos en los que el o los victimarios asesinan a la mujer motivados por el odio y la misoginia que despiertan en estos la condición de prostituta de la víctima.
- Transfóbico y lesbofóbico: La víctima del asesinato es una mujer transexual o lesbiana, y el o los victimarios la matan por su condición o identidad transexual u orientación, por odio o rechazo de la misma.
Esta tipificación continua con los feminicidios racistas, sexual sistémico (tanto organizado como desorganizado), por trata, por tráfico, por mutilación genital femenina y como crimen internacional.
En las sociedades patriarcales, la violencia es un instrumento de poder, sometimiento y subordinación en contra de las mujeres, es un acto que permite sostener el statu quo de la dominación masculina, así lo mencionan Elena Laporta y Graciela Atencio: “el asesinato de mujeres a manos de hombres es frecuente y la inmensa mayoría de estos son feminicidios. Los hombres feminicidas matan a las mujeres por diversos motivos: cosificación, posesión, celos, odio, placer, erotismo…”.
“Por el derecho a la vida, ni una Rosa más”
En la madrugada del 24 de mayo de 2012, la línea 123 recibió dos llamadas de auxilio desde el Parque Nacional, en Bogotá. Al otro lado del teléfono estaba Rosa Elvira Cely, agredida en su humanidad y sobreviviendo para ser rescatada. Pronto el país se estremeció al enterarse que Rosa fue violada y empalada por un compañero de estudio. Poco después, su corazón dejó de latir.
La gravedad de la ignominia cometida en su contra, en un asesinato salvaje, marcó un precedente en la nación. No solo nos llenó de miedo y de digna rabia, sino que, a su vez, evidenció de la forma más cruel, la latente presencia de la violencia contra las mujeres en Colombia.
Este suceso escalofriante dejó un eco que se transformó en ley ya que su caso fue reconocido como un feminicidio, el cual impulsó la creación de la Ley 1761 de 2015, la Ley de feminicidio Rosa Elvira Cely.
Esta ley tipificó el feminicidio como delito autónomo. Eso quiere decir que: quien cause muerte o intente asesinar a una mujer por su condición de mujer o por motivos de su identidad de género, ya no solo será juzgado como homicida sino como quien perpetúa la peor forma y manifestación de las violencias de género.
El pasado 6 de julio la ley cumplió 6 años de vigencia, en un país donde la violencia feminicida se acentúa porque es el reflejo de una sociedad fracturada que naturaliza la discriminación, la instrumentalización, la cosificación de los cuerpos femeninos y el dominio masculino sobre la vida de las mujeres.
Foto tomada del Facebook de Tamboras Insurrectas
A propósito de la legislación colombiana en materia de feminicidios les recomendamos el Diagnóstico sobre potencialidades y obstáculos para la implementación de la Ley 1761 de 2015, en el que varias instituciones recogen teóricamente el concepto de feminicidio, el origen y avance penal de la ley en Colombia, las acciones asumidas desde la institucionalidad para su cumplimiento y algunas recomendaciones generales pensadas con un enfoque de género.
Pese a los esfuerzos, aún queda un largo trayecto como sociedad y como nación para que el Estado colombiano ponga fin a la violencia feminicida y salde la deuda con las niñas, adolescentes y mujeres, para garantizar sus derechos a la vida, a la integridad y a la no violencia.
La actualidad de los feminicidios en Colombia
Para hablar sobre el ahora de este crimen, nos referiremos a los datos y aportes de la Fundación Feminicidios Colombia. Conversamos con ellos para conocer lo que sucede en el país con respecto a este tema.
Desde que iniciaron sus labores en 2018, bajo el liderazgo de Yamile Roncancio, abogada, fundadora y directora de la fundación, han identificado una cantidad de feminicidios que resultan sumamente dolorosos. Estas son las cifras presentadas tras un proceso de cruce de información con los datos de la Fiscalía General de la Nación:
Durante el año 2018 se registraron 320 asesinatos. Para 2019, se reportaron 321 casos. En 2020, el total fue de 294. “Esto no quiere decir que no son los únicos que hayan ocurrido, sino que son aquellos casos en los que nosotras efectivamente pudimos hacer una verificación en relación con las circunstancias de tiempo, modo y lugar que rodearon el hecho y que apuntan a que posiblemente se trató de un caso de feminicidio”, manifiesta Yamile.
Infortunadamente, cuando hablamos de este delito hay departamentos que mantienen una tendencia, así lo demuestra el seguimiento del Observatorio de Violencias contra las Mujeres de la fundación: Antioquia, Valle del Cauca y Bogotá D.C, son los departamentos en los que los registros son más altos. A la fecha, a esta lista se suman Cauca, Nariño, Bolívar y Atlántico.
En este año, en comparación estricta con el mismo periodo del año pasado (enero-agosto), 2021 tiene más casos de feminicidios, así lo reporto el último boletín de la fundación con 200 casos, aquí hay que decir algo aterrador: en 243 días han asesinado a 200 mujeres, ha sido casi un asesinato diario.
Para la fundación, este es un panorama muy preocupante, porque: “es mayor a lo que se venía registrado el año pasado, y puede empeorar bastante la situación, por cuanto en los meses de septiembre, octubre y noviembre aumentan los casos. Contrario a lo que la gente piensa, en diciembre descienden, pero luego llega enero, el mes más violento contra las mujeres en materia de feminicidios en Colombia”.
En lo que va de 2021 se han registrado 30 casos más a los registrados el año pasado en el mismo tiempo, un alza considerable en comparación con los registros del 2020, pero ¿a qué se debe?¿En qué afectó todo lo vivido el año anterior?
Confinamiento y pandemia en un contexto feminicida
Siguiendo con los análisis del Observatorio, en 2020 contrario a las teorías que afirmaban que los feminicidios habían aumentado por ocasión de la pandemia, los datos de la fundación demostraron que decrecieron, y que a su vez empezaron a presentarse otras formas de feminicidios, como los entierros en casa, las desapariciones o las incineraciones.
“Hubo un movimiento, una forma en la que los feminicidas empiezan a actuar diferente y eso hace mella en el estudio del feminicidio, que no se puede reducir solamente a las cifras. Sino al entendimiento de cómo opera esta violencia y cómo se va viviendo, depende también del contexto histórico”, subraya Roncancio.
Para entender las presentes y futuras afecciones de la pandemia, es necesario resaltar dos aspectos: el primero abarca el empobrecimiento de las mujeres y el segundo aborda su salud mental.
La pandemia está generando que más niñas, adolescentes y mujeres entren al círculo de la pobreza y la desigualdad, quedando en condiciones de vulnerabilidad. En un reciente comité de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer -CEDAW-, se alertó a los Estados sobre el riesgo que corren las mujeres, de todas las edades, de ser víctimas de trata de personas y de diferentes formas de explotación sexual y esclavitud moderna.
La lupa debe situarse sobre toda una industria criminal de la explotación que atrapa a mujeres migrantes, trans y mujeres colombianas empobrecidas. Para Yamile, “una mujer que es explotada en la prostitución tiene un 84% más de probabilidad de ser victima de feminicidio que cualquier otra mujer”.
Por otra parte, las cargas que tuvieron las mujeres durante el confinamiento y la pandemia, generaron un impacto sobre su autoestima, además de la reducción de posibilidades de empleabilidad y por el aumento de las dinámicas de cosificación a la que son sometidos los cuerpos femeninos al ser vistos como “cosas” que pueden ser compradas, o vendidas, publicadas en una plataforma de consumo digital, una forma moderna de explotación de los cuerpos de las mujeres.
Estos dos aspectos pueden ser un desencadenante para que las violencias contra las mujeres aumenten o se transformen en expresiones más crueles, sobre todo en una sociedad que normaliza y naturaliza el aumento de los feminicidios, tal como está ocurriendo en Colombia.
“Nosotras insistimos en que el feminicidio, o que lo que pasa con el feminicidio, es que en la sociedad estamos siendo como el Titanic, literalmente se ha graficado el feminicidio como la punta de iceberg y todo el mundo la mira, pero seguimos chocando con todo lo que hay debajo”, afirman desde la Fundación.
Imagen Cortesía: Observatorio de Violencia Simbólica Contra las Mujeres de la Fundación Feminicidios Colombia
Sobre lo que está sucediendo en este año, la fundación lanzó en 2020 una advertencia que no fue escuchada: “cuando se acabe la pandemia los feminicidios van a aumentar, porque ya no va a haber esa policía encima que tenía la sociedad, la cual dificultaba cometer un feminicidio. Ahora como no hay tanto control y apoyo social, nuevamente volvimos a nuestra normalidad de ruptura social. El Estado y el Gobierno actual no tomaron las previsiones necesarias y aquí estamos, 30 casos más es demasiado”.
Ante este panorama: ¿Qué podemos hacer?
Cuando entendemos que la violencia feminicida es un asunto transversal a toda la sociedad y permea los ámbitos políticos, económicos y culturales, que ha sido naturalizado e incluso legitimado, justo ahí empezamos a comprender que todos tenemos responsabilidad en su prevención, y, principalmente, el Estado como el mayor responsable y garante de los derechos de sus ciudadanos.
Pero ojo, aunque sucede y es una consigna en las marchas feministas, no es justo que las mujeres estén obligadas a repetirle a los hombres que los cuerpos de las mujeres no se violan, no se tocan y no se matan.
“Los agentes decisorios para la transformación cultural que necesitamos para que efectivamente las violencias contra las mujeres se detengan son los medios de comunicación, la educación, el Estado y los hombres”, señala Yamile.
Medios que no reproduzcan estereotipos, que analicen conscientemente y con profundidad los casos de violencia contra las mujeres, pasando del sensacionalismo a la rigurosidad y el respeto. Comprometidos con la promoción y vigilancia del cumplimiento de los derechos humanos.
En materia de educación, es urgente una revisión al currículo educativo de todas las etapas formativas, desde preescolar hasta el universitario. Siempre es bueno recordar que a un modelo de educación le corresponde un modelo de país, ese es sin duda uno de los grandes cambios que deberían considerarse pronto.
Podríamos decir que se necesitan más leyes, pero en Colombia hay un abanico jurídico que respalda a las mujeres, lo que se necesita en realidad son funcionarios y servidores públicos que tenga un enfoque en derechos humanos de las mujeres, los cuales se manifiesten en sus discursos y modos de actuar, que prioricen la ley por encima de todo.
Finalmente, urge un diálogo con y entre los hombres, en el que su capacidad de interpelación dé paso a la ruptura del pacto patriarcal. Lo que no se enuncia no existe, y si se dialoga, se evidencia, duele y genera acciones que movilizan en aras de una transformación.
Podemos hablar sobre feminicidios para prevenirlos y para honrar la memoria de las mujeres que ya no están y las de sus familias, quienes esperan que estos crímenes no vuelvan a repetirse.
Podemos llorar, sentir miedo o frustración, y luego, llenarnos de fuerza, porque el freno a los feminicidios implica una consciente transformación cultural, basada en el diálogo, la reflexión y en la instalación de valores que respeten los derechos humanos y que construyan relaciones equitativas, en las que ser mujeres no nos cueste la vida.
Ilustración cortesía de: Guneñas Feministas.