Entre Caporales y Joselitos, la muerte coprotagoniza el Carnaval de Barranquilla
Barranquilla es, durante los cuatro días de carnaval, un universo simbólico que cada año pone de manifiesto el legado de la tradición europea, atravesada por fuertes tradiciones heredadas del continente africano y las costumbres arraigadas de las comunidades indígenas de la región Caribe.
De esta manera, el Carnaval de Barranquilla se asume como “un espacio antropológico rico en expresiones folclóricas, y un importante laboratorio de producción simbólica en diversas materialidades: danzas, músicas, máscaras, disfraces, ritos festivos y microritos, letanías, gastronomías, entre otros”, según expresa la investigadora Olaris Martínez.
La muerte en el Carnaval, no solo en el de Barranquilla, si no en los carnavales del mundo, tiene un papel fundamental, sobre todo en los que están ubicados antes de la cuaresma, como nos indica el investigador y escritor Edgar Rey Sinning “desde la edad media encontraremos estas representaciones teatrales de la lucha entre la vida y la muerte, simbólicamente es una confrontación entre la carne y el espíritu que próximamente –en la Semana Santa- tendrá su conmemoración. Son expresiones muy propias de las carnestolendas”.
¡Oh le la, Joselito el borrachón...!
Bailar, incluso después del cansancio, disfrazarse con todos los ajuares carnavaleros posibles desde el viernes hasta el martes de carnaval, resistir al sol y al calor siendo el bailador insigne y mayor “acabarropa” de la fiesta, que se toma las calles de Barranquilla durante 5 días es la principal labor del que ejercerá anualmente un Joselito Carnaval distinto.
“Para ser designado Joselito, debes ser el cambambero número uno, ser Joselito significa resistencia, debes haber estado desde el viernes de carnaval defendiendo todos los principios carnavaleros, acompañando a la reina, participando en los desfiles y en todos los eventos del carnaval de manera que el martes vuelvas a tu casa lleno de maicena habiendo cumplido tu misión como Joselito”, indicó Luis Andrés González, Joselito escogido en el 2019.
Las calles de Barranquilla, el martes de Carnaval, se inundan de viudas alegres encabezadas por la reina del Carnaval, que, con lágrimas, lidera el cortejo fúnebre por la fiesta que se acaba, fiesta representada en la figura de Joselito, un carnavalero escogido anualmente, que se ha entregado -como se debe- a la fiesta.
Así, lo que en los días pasados ha sido coloridos disfraces, frenéticos bailes, cantos infinitos a las deidades de la fiesta –representados en el Rey Momo- se va con las “cenizas” de Joselito.
Según algunas investigaciones que han buscado el origen de la figura mortuoria local, se cuenta que ‘Joselito’ fue en la vida real Nicolás Ariza, un cochero que vivió a principios del siglo XX y que disfrutó de tal manera el carnaval que cuando lo encontraron inconsciente y lleno de harina en todo su cuerpo, lo dieron por muerto.
La tradición siguió con este personaje del imaginario colectivo al que le organizan un entierro simbólico, en el que pasean un ataúd por las calles de la ciudad, acompañado por personas que lloran su ‘fallecimiento’ y mujeres que se preguntan: “‘Joselito’, ¿por qué te moriste?”. Sin embargo, de un momento a otro despierta y grita “no estaba muerto, estaba de parranda”.
La danza del garabato te ha venido a saludar
La danza del Garabato, que encuentra sus orígenes a finales del siglo XIX en Ciénaga, Magdalena, es quizás una de las representaciones dancísticas más emblemáticas de la fiesta caribeña.
Los trajes de gala femeninos brillantes largos y negros se adornan con los colores verde, rojo y amarillo, mientras los hombres, liderados por el caporal portan un traje aún más colorido adornado con una elaborada capa llena de brillos y detalles representativos de la cultura costeña.
Del garabato se sabe que se trata de una expresión folclórica negra trasladada a Barranquilla durante la segunda mitad del siglo pasado. La danza escenifica, con ironía y sarcasmo, la lucha entre la vida y la muerte.
“Con la danza, los negros esclavos de las bananeras no sólo se burlaban de sus amos, sino de su propia desgracia, de la naturaleza, del trabajo, de los dioses, de la muerte, en fin, de todo lo encontraban a su paso. Al final de cada cosecha, cuando los amos les regalaban un día de descanso, los esclavos en medio de la fiesta -generalmente de la Candelaria- representaban su mundo de infortunio, animándose con tambores y bailes rituales”, reseñó Álvaro Oviedo en una investigación.
Como siempre los costeños buscamos burlar la vida misma, en la danza del garabato se representa la lucha del bien y el mal, de la vida y la muerte.
La muerte es un personaje central, vestido de impecable negro con esqueleto finalmente dibujado y adornado en bisuterías que entra en escena teatralmente y con su guadaña va eliminando uno por uno a los danzantes, hasta que al final en una batalla con el gran caporal, que, armado con un garabato -una vara en cuyo extremo tiene forma de gancho-, y con la fuerza del espíritu carnavalero, derrota a la muerte. De inmediato, todos resucitan y continúan bailando.
La muerte se viste de gala
Ocupémonos de la celebración. Las personas de Barranquilla, suelen ser productores u organizadores de eventos por naturaleza cuando se trata de carnavalear. Cualquier terraza, patio o calle puede ser el escenario para convocar el nacimiento de una danza.
Así, hace 25 años, en Soledad, Atlántico, tras muchos estudios de investigación y al calor de la efervescencia festiva del carnaval, renació el Ceremonial de la muerte, protagonista de la danza del garabato pero que siempre pierde en la lucha contra la vida.
“Es una vieja tradición que se remonta desde 1753 cuando se dan los primeros indicios del Carnaval de Barranquilla y Soledad”, indicó Fernando Ferrer de la Academia de Historia de Soledad en una entrevista a Radio Nacional. El acto callejero dejó de realizarse a finales del siglo XlX, y se retomó en 1986, por iniciativa de la Academia de Historia de Soledad. Desde esta organización se realizó una investigación para preservarlo en el marco de las fiestas de pre Carnaval.
En el ceremonial de la muerte, la gran protagonista es ella: la parca. En este gran desfile de apertura del carnaval, la muerte se viste de gala y es representada por niños, niñas, jóvenes y adultos disfrazados de calavera con guadañas incluidas que quieren evitar que haya Carnaval, pero obviamente no conseguirán su objetivo. Participan en él, más de 1.500 hacedores en este desfile que revive las carnestolendas.
De acuerdo con Fernando Ferrer, de la Academia de Historia de Soledad y organizador de este evento, el Ceremonial de la Muerte tiene sus orígenes en la época colonial y se relaciona con el Corpus Christi. En aquellos tiempos -cuenta Ferrer- los agustinianos escenificaban la pelea de la muerte contra demonios y luego contra la vida, representada por un sacerdote quien al final era el vencedor.
La muerte siempre ha sido objeto de estudio para la humanidad, bien sea por el desconocimiento de lo que sucede tras ella, o por la misma fascinación que generan las figuras e ilustraciones surgidas desde la imaginación y que se han convertido en creencias estructuradas hasta por las religiones.
En el carnaval de Barranquilla, donde terminamos mofándonos hasta de la muerte, las representaciones dancísticas y teatrales exaltan la figura de la hora final.
Y en esas oposiciones generadas para burlar, durante 5 días, lo ordinario de la vida durante esos 360 días restantes del año, la muerte se convierte en vida; la tristeza en alegría y los velorios se convierten en fiestas.
Joselito Carnaval, es la representación mortuoria en el carnaval de Barranquilla y en este episodio de Chévere Pensar en Voz Alta te contamos más de este personaje: