Conexión Radiónica: Violeta Gómez, mujer trans no binaria
Aterrizamos en este mundo. En el planeta tierra. Un día, en un lugar, a una hora particular, un alma dentro de un cuerpo respira por primera vez y desde ese momento empieza a ser oficialmente parte de la especie humana.
A lo largo de la historia, dependiendo del contexto, se nos asigna una serie de cualidades a través de la palabra. Todas ellas construyen nuestra identidad. Una identidad creada a través de la percepción de los demás. Porque claramente en ese momento poco se nos tiene en cuenta para decidir y comunicar quiénes somos, de dónde venimos y sobre todo, quiénes queremos ser.
¿Quién decide por nosotros? ¿Quién nos da las características y el valor de cada una de ellas? ¿De quién depende quiénes somos y cómo nos adaptamos a la sociedad? ¿Cómo seremos? ¿Somos un impulso biológico o una construcción socio cultural? ¿Lo que creemos que somos nos lo dijeron o verdaderamente lo sentimos? ¿Es verdaderamente la manifestación de aquella alma que habita un cuerpo por un tiempo determinado?
Al nacer (o incluso antes) nos observan e inmediatamente nos asignan un sexo. Nos describen biológicamente y a través de ese sexo ocupamos, a priori, un lugar en la sociedad. Somos una serie de características que no elegimos y que tienen mucho que ver con el lugar donde hemos nacido.
Durante años el sexo que se nos asigna se ha ligado directamente al género. Y con el género a todo un sistema de creencias de lo que debe ser y lo que no, socialmente hablando.
Según la doctora en Sociología del Género de la Universidad de Edimburgo Patricia Soley Beltrán se denomina personas transgénero a aquellas personas cuya “autopercepción, conducta o apariencia física no corresponde con las normas sociales que regulan nuestra identidad”. En los años treinta empezaron a realizarse las primeras operaciones de reasignación genital con el fin de poder “ajustar el cuerpo a la mente”. Y, de alguna manera, poder darle una solución a esa necesidad de transformación de la identidad.
Sin embargo todo va más allá de lo estrictamente corporal. Y ahí radica el poder transgresor de lo trans. Porque incluso para ese impulso de transformación durante mucho tiempo siempre se pensó de manera binaria (hombre/mujer). Y ese binarismo era condicionado de manera biológica y esta, a su vez, determinaba el género. Pero a partir de los años 90 los textos de la filósofa activista Judith Butler abrieron de par en par las puertas de la percepción del género afirmando que no hay una identidad de género detrás de las expresiones de este.
Y ¡boom! las posibilidades se expandieron. La identidad pasó a ser entendida como un perfomance construido por las mismas “expresiones” que se consideran en sí mismas sus resultados. En otras palabras: el performance se convirtió en protagonista del mundo social y confrontó directamente a la norma. Flexibilizando la identidad. Replanteando la humanidad.
Las interpretaciones de sus textos (y de muchos más) permitieron en parte entender lo trans desde muchos frentes. Atravesar las fronteras de lo binario y utilizar el término transgénero como un término paraguas que engloba diversas identidades y prácticas como transexual, travesti, queer, intersexual o genderfuck entre otras.
Ver el mundo de esa manera le ha dado la posibilidad a la humanidad de entenderse más allá de lo físico. De lo material y corporal. Y aunque día tras día existen muchos frentes de la sociedad que se niegan a ver el mundo así, rechazan esa manera de existir y la intentan eliminar de manera violenta, el mundo visto más allá de lo binario nos ha permitido replantearnos discursos, teorías, pensamientos, instituciones y códigos sociales que parecían ser inamovibles. Y las nuevas generaciones tienen la posibilidad de encontrar en ese espacio nuevas formas de habitar el mundo y relacionarse.
Tal vez el arte sea una gran ventana para ver y entender el universo transgénero. Para percibirlo más allá de lo social. Para escuchar de qué manera resuena con nuestro ser. Por eso Violeta Gomez en este Conexión Radiónica nos cuenta parte de su historia como mujer trans no binaria a través de las canciones que le han dado alas para ser quien siempre quiso ser más allá de lo que “debía ser”
Su alma hablando más fuerte que todos los condicionamientos sociales desmantelando el binarismo y dándole paso a la ambigüedad. Percibiendo la energía que no conoce de categorías: