El acoso sexual: un asunto Nacional
El acoso sexual callejero es una de las manifestaciones de violencia de género que más se presenta en el mundo y que actualmente se está vislumbrando en su magnitud. Según datos de la Fiscalía General de la Nación, de cuatro denuncias que se presentaban hace 13 años, la cifra ha aumentado hasta llegar a 2.923 denuncias en 2019. Por otro lado, esta misma entidad evidencia que diariamente se reciben alrededor de 7 denuncias por actos de acoso sexual en diferentes regiones del país.
Comentarios como “solo es un chiste”, “no te pasó nada”, “no seas alarmista”, “histérica, solo fue un piropo”, entre otros, hacen parte de un discurso normalizado de una sociedad machista que perpetúa la misoginia y la violencia de género.
En un comunicado, el Ministerio del Interior #CambiemosPorEllas, afirma que acciones como: silbar, enviar cartas, notas, correos electrónicos de naturaleza sexual, realizar comentarios sobre la ropa de una persona, hacer tocamientos, abrazos, besos o caricias no deseadas, ejecutar preguntas no deseadas sobre la vida sexual de la persona, hostigamiento, llevar a cabo invitaciones constantes no deseadas, efectuar insultos por no complacer sus peticiones sexuales y hacer chistes de connotación sexual, son consideradas formas de acoso sexual.
Para este propósito, se han implementado una serie de medidas para contrarrestar dicha situación. La Ley 1257 de 2008 en su artículo 29, parágrafo 210ª, tipifica al acoso sexual como delito autónomo dentro del Código Penal, en el que se incurre en pena de 1 a 3 años de prisión por cometer algún tipo de conducta en que se “persiga, hostigue o asedie física o verbalmente con fines sexuales no consentidos”. Sin embargo, las cifras diarias que surgen en la mayoría de las regiones, hacen que se cuestione su efectividad.
De acuerdo a un estudio realizado en 2018 por ONU Mujeres, el 86,2% de las mujeres encuestadas considera que los espacios públicos son inseguros y que su temor a denunciar es la falta de credibilidad que hay hacia sus testimonios y el mal trato por parte de las autoridades.
En octubre del año 2020, la Comisión Legal para la Equidad de la Mujer, realizó una audiencia pública sobre acoso sexual en las universidades, relaciones laborales o profesionales en Colombia. Allí la senadora Angélica Lozano afirmó que el acoso sexual es un problema social, cultural, y de vacíos legales y aseguró que “Necesitamos identificar acciones, para hacer ajustes concretos y construir políticas públicas, para frenar esta situación".
Marcia McNutt, geofísica y presidenta de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, menciona que el acoso sexual provoca una devastación clara en las mujeres a nivel personal, profesional y en su salud física y psíquica, ya que reactiva “síntomas de estrés postraumático”.
Por otra parte, la académica Elizabeth Arveda Kissling se refirió al acoso callejero como una forma de “terrorismo sexual”, dado que el victimario ejerce control y dominación sistemática contra la mujer mediante la violencia implícita.
“Quienes son víctimas de acoso sexual pueden padecer una serie de efectos físicos y psicológicos que alteran su vida personal y profesional, se destacan la ansiedad, la depresión, dolores de cabeza, pérdida o aumento de peso, náuseas, desórdenes del sueño o baja autoestima”, afirma el Ministerio del Interior en su comunicado “ABC sobre acoso sexual”.
Los departamentos que más registran casos de acoso sexual callejero son: Cundinamarca, Antioquia, Valle del Cauca, Atlántico, Santander, Meta y Cauca, según registros de la Policía Judicial entregados en un informe técnico de la Fiscalía General de la Nación en el mes de agosto de 2020.
¿Qué sucede en los demás departamentos?
Conversamos con Jessica Pereira, integrante de Cane Roots Asociation, grupo feminista de las Islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, sobre el tema de acoso sexual callejero en dicha zona del país. Aseguró que no existen cifras, estudios u otras investigaciones que abarquen el tema: “Aunque la presencia del acoso en nuestras vidas ha estado desde generaciones en el territorio, no hay indicio de investigaciones, informes o similares que den cuenta de su existencia”.
Son muchas las historias que existen sobre acoso sexual callejero en las grandes ciudades del país, sin embargo, tambien es importante visibilizar aquellas regiones que no tienen tanta representación mediática, como es el caso de Lodezka, a quien llamaremos bajo ese nombre por razones de seguridad.
Lodezka es una mujer raizal, joven, atractiva que desde pequeña se enfrentó junto a su hermana a halagos, silbidos, comentarios, y hasta persecuciones de hombres mayores, hijos de familias poderosas y provenientes de una posición económica privilegiada. Lo hicieron solas, por ese miedo latente que viven las mujeres a que no se les crea, a que las tilden de exageradas o embusteras.
Cargaron durante años con los comentarios sexuales que recibían por parte de un vecino muy mayor. Ese hombre las espiaba, las seguía, las acechaba con el objetivo de controlarlas. “En la casa había un reloj de pared entre la puerta y la ventana, el vecino siempre se acercaba y nos llamaba con la excusa de preguntar la hora y poder así vernos más de cerca y morbosearnos”.
Cuando ese vecino falleció se enteraron que era un depredador sexual que hacía lo mismo con otras niñas. Se evidenció que en esa época había manoseado y abusado de menores de edad en el barrio, valiéndose de su trabajo – reparador de electrodomésticos-, donde en un cuarto encerraba y abusaba de niñas que no tenían dinero suficiente para pagar el arreglo.
Después de más de dos décadas de silencio, hablaron con sus familiares sobre todo lo que les había sucedido cuando eran niñas, pero esta vez sin miedo a ser rechazadas y humilladas.
El caso de Lodezka y su hermana es solo uno de los miles de casos de acoso y violencia sexual que atraviesan las mujeres en su cotidianidad. Acoso sexual en redes sociales, insinuaciones indiscretas de turistas a mujeres residentes, persecuciones repetitivas hacia las mujeres raizales, tocamientos no deseados en los medios de transporte, autocomplacencia sexual frente a las mujeres, entre otros, hacen parte de esta problemática que no cesa.
Hacer visibles estas historias y las repercusiones psicológicas y físicas del acoso callejero nos permite entender que no es una cuestión de casos aislados, sino que es un asunto nacional que tiene que ser tratado con urgencia.
Por eso, en Chévere Pensar en Voz Alta hablamos con grupos feministas que nos contaron algunas iniciativas que podrían funcionar.