Telmo, “El Decimero”
Telmo Santiago Ángulo Caicedo heredó de su abuelo, sin conocerlo, el arte de contar historias. Años después de haber nacido en su natal Tumaco, luego de aprender a hablar, supo que una “décima” podía ser más encantadora que cualquier frase sin historia. Tenía 5 años y justo allí, empezó a practicar la construcción de aquellos 44 versos que lo han convertido hoy, a sus 21, en uno de los personajes más inolvidables del Pacífico sur colombiano. Con simpatía y cadencia pacífica, Telmo, ahora conocido como Telmo “El Decimero”, narra las vivencias, los mitos y leyendas de su tierra a través de este arte literario-musical que hace parte de la narración oral del sur del país.
Los esclavistas blancos impusieron a los negros robados y esclavizados en América a punta de azotes, replicar su lenguaje y creencias a través de las “quintillas” (estrofas de cinco versos). Aquellos esclavos no quisieron aprenderla en un principio, pero luego, a modo de rebeldía, nuestros ancestros africanos la convirtieron en estrofa de 10 y fue así como las “décimas españolas” se transformaron en poesía africana con cadencia en cada palabra, para que fuera la música quien las convirtiera en la maravillosa “Décima Cimarrona”: 44 versos llenos de resistencia, libertad, magia, selva, mar y añoranza de regreso a casa.
La lógica de la “Décima Cimarrona”, que orgullosamente interpreta Telmo, se basa en algo tan sencillo como pensar antes de hablar. Una Décima debe ser pensada antes de escribirse y justo en el momento de plasmarla en un papel ya debe estar aprendida. Se compone de un cuarteto inicial de cuatro versos y cuatro estrofas de 10 para armar así los 44 versos de una historia que puede ser divina (a los santos y la religión), humana (sentimientos), de argumento (a la tierra) y de competencia, algo así como una batalla de freestyle entre dos raperos.
En la Décima Cimarrona, como en los versos del hip hop, no se rima por rimar, cada verso debe contar una historia para que haya concordancia y similitud con lo que se está diciendo. Entre estas dos, la décima y el hip hop, hay un parecido en la forma de construir los versos, pero se diferencia en la estructura ya que en la primera hay que terminar sí o sí los 44 versos… No existe manera de que una historia se quede sin final. Además, la Décima es ejemplar, la palabra en ella es sagrada, tiene una razón de ser y una concordancia.
Telmo hace de sus décimas todo un espectáculo. Con marimba, bombo, cununo y guasá, técnicas teatrales y recursos del lenguaje como la ironía, la metáfora, los sinónimos y antónimos, logra ser absolutamente encantador y efectivo en el momento de narrar. Sueña con vivir de sus décimas, claro está, no sólo para llegar al mundo entero sino para enseñarlas y que ellas sean un elemento pedagógico para que las nuevas generaciones aprendan a leer y escribir. Algo así como si usted en el colegio tuviese la oportunidad de aprender las herramientas básicas del lenguaje, haciendo versos de rap inspirado en Nach o Tupac.
Él es Telmo, “El Decimero”, un hijo de San Andrés de Tumaco, aquel territorio nariñense de nuestro Pacífico sur colombiano, quien siendo consecuente con su territorio y coherente con su edad para rescatar la cultura, mantener la esencia y nunca olvidar la historia de dónde viene, cuenta las historias de su gente, su barrio y sus ancestros a través de Décimas, el legado contracultural de resistencia africana en la palabra, que bien podría ser auténtico hip hop, hip hop Cimarrón