¿Tecleo, luego existo?
Fue radicado a finales del mes de agosto de 2018 en el Congreso de Colombia un proyecto de ley que busca prohibir el uso de celulares en los colegios. ¿Es pertinente esa propuesta en una sociedad atravesada por un ecosistema digital que cambió cual Tsunami tecnológico las formas de relacionarnos, pensar, divertirnos, estudiar e incluso, amar?
La frase del académico Paquienséguy es clara: “entender la era digital como un medio ambiente natural de nuestra vida social”. Y ahí entran los teléfonos inteligentes como protagonistas definitivos de nuestro mundo moderno y las relaciones que allí construimos, a tal punto, que es en muchos casos más familiar para un niño un celular o una Tablet que un paisaje con frondosos árboles.
Y por eso cabe la cuestión: ¿En-ten-der esta era digital es entonces prohibir los celulares en los colegios? Parece lo contrario.
Según se explicó en los medios de comunicación colombianos, a la hora de plantear el proyecto de ley fueron consideradas cifras presentadas por el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones –MinTIC-, las cuales indicaban que al menos el 52 por ciento de los jóvenes entre los 12 y 17 años sienten ansiedad si no saben lo que ocurre en internet o si se encuentran desconectados; así lo señaló el diario El Tiempo.
Esa dependencia del aparato claro que puede ser dañina –y no se ahondará en el tema pues no es el propósito de esta columna- pero, en plena época de humanoides, inteligencia artificial, web social, ciberactivismo e internet de las cosas… ¿es acertada la decisión de plantear tal prohibición?
Porque si es así, acaso… ¿no confiamos por completo en las redes sociales cuando emergieron como mecanismos inofensivos dizque para encontrar amigos? ¿No creímos que internet era la verdadera libertad del hombre contemporáneo? ¿Acaso no habíamos hallado la forma de combatir las soledades humanas que a tantos los hace apagar su propia luz?
La verdad es que sí, en general fuimos inocentes y regalamos toda nuestra historia de vida a apps gratuitas que hacen un registro de nuestro día a día, sistematizan nuestros gustos y datos y luego los transfieren a conglomerados de mercados comerciales y a sistemas de seguridad…
Hoy las noticias o búsquedas nos llegan sesgadas porque todos pertenecemos a una “burbuja de la información”, es decir, según los datos que entregamos, unos algoritmos determinan qué fuentes o contenidos deben aparecer a cada sujeto según sus intereses previos… ¡No hay libertad ni en las búsquedas a menos que las personas inicien sesiones incógnitas o hagan otros trucos de navegación; y en general un usuario de internet los ignora! Y ahí entramos en otro terreno –que amerita otro texto- y es la brecha digital, así que no se abordará en este escrito.
Según la mexicana Carmen Lucía Gómez Mont Araiza, experta en temas de comunicación digital, “se calcula que de aquí a 10 años el 50 por ciento de las noticias serán falsas”. ¡Y creíamos en la transparencia de esas redes para buscar amigos pero resulta que sirvieron hasta para incidir en el voto por un candidato, hoy actual presidente del país más poderoso del planeta!
Y si vamos más allá: ¿Cómo nuestros padres y abuelos son vinculados a este nuevo ecosistema, hay un plan para acercarlos a estas herramientas digitales? ¿Está preparando el país o saben los padres de familia cómo acompañar a las generaciones que deberán interactuar y convivir con robots? ¿Quién enseña eso? En Japón, por ejemplo, ya preparan a los infantes y a sus familias con prototipos de perros robots.
¡Así que nos debemos preparar en Colombia! Y una opción estructural sería trabajar en una política pública -de fondo- sobre el ecosistema digital y que se empiece a desarrollar en el país, que sea un consenso entre academia, empresas, sector educativo, gobierno, sociedad civil, desarrolladores de apps, medios de comunicación, ONG, movimientos sociales… porque en vez de prohibir el uso del celular que es como quitar un sucio del ojo cuando en realidad cayó ácido a la retina, debemos educar y dar herramientas para la apropiación social donde el centro sean las personas y no las tecnologías; donde la sociedad colombiana esté informada y sea consciente de los usos, responsabilidades y riesgos. ¡Ciudadanos activos con capacidad de elegir!
Años atrás la frase del filósofo Descartes que se recitaba como pan al desayuno, era: “Pienso, luego existo”; y hoy, la sentencia planteada aquí a manera de pregunta y expuesta por la investigadora norteamericana Sherry Turkle, es: “¿Tecleo, luego existo?”.
Ya lo decía la investigadora Gómez Mont: no podemos dejar que la tecnología nos lleve a donde quiera, eso lo debemos decidir nosotros.