"Mirla" de Monte
“Mirla” es el nombre de la más reciente producción de Monte, como Simón Mejía (Bomba Estéreo) bautizó a su proyecto solista. La mirla es un ave. Quizá muchos la hemos escuchado sin identificarla, pero fue su canto el que atrapó la atención de Simón Mejía, lo inspiró y le ayudó a construir sus archivos sonoros, desde donde reinterpretó su sonido, lo convirtió en canciones y posteriormente en un disco, que lleva su nombre.
“Hace rato ya venía con ganas de hacerlo, tenía la inquietud mas no el tiempo. El año pasado no giramos tanto con Bomba Estéreo, por lo que me pude encerrar en el estudio y desarrollar otras cosas. Me gusta explorar y experimentar. El material quedó casi listo, pero solo hasta ahora lo estreno”, cuenta Simón.
Cuando vean una mirla, de pico naranja y plumaje negro, hagan una pausa para escuhar y contemplar su belleza. Precisamente es lo que quiero que hagamos hoy, mientras recorremos el vuelo sonoro de Monte. Son treinta y dos minutos llenos de naturaleza, sonidos electrónicos, loops y sensaciones para cerrar los ojos e ir a otro mundo.
El viaje comienza con “Kaka Hyaká (Abuela Piedra)” que, con sus primeros sonidos, nos hacen sentir una especie de ritual chamánico, con cantos, guitarras, percusiones y muchos ruidos de naturaleza, en su mayoría grabados en varios lugares de Colombia: “Grabé los sonidos de la naturaleza con mi celular y con un micrófono: en el Amazonas, en el Pacífico, o por el río magdalena. Luego en Pigua y en la costa. También en la Sierra”, recuerda Simón. Los elementos eléctricos y los instrumentos se van sobreponiendo a esa calma auditiva inicial, hasta que todo explota de una forma cósmica. Luego, la pieza regresa a los pájaros y el charango, y la calma retorna.
La segunda canción “Hábitat Sur”, nos revela otro paisaje musical dentro de esa jungla sonora. Uno que tiene unas texturas con un beat más marcado: “Las canciones son muy diversas, yo siento que hay dos colores en el disco, uno más electro y otro paramuno”, agrega Mejía.
Y quizás ese juego es el que define la sonoridad del disco, su mutabilidad. Pero, de manera excepcional, ambos mundos confluyen en “Mirla”, la siguiente canción: “El disco surgió como una unión de los sonidos capturados. Mi conexión con la naturaleza es algo que viene de toda la vida. Siempre he tenido mis equipos a la mano en los viajes para ir recopilando todo. Y luego, escuchando en mi estudio, esto se convierte en mi música. Lo fui mezclando con música electrónica se fue tornando en tracks. Así precisamente fue el comienzo de ‘Mirla’”, cuenta Simón.
Pasando la mitad de este viaje llega “Jungla”, que propone una nueva etapa. Nos lleva con sutileza al baile y, por momentos, uno siente una guitarra ya conocida. Y sí, Simón Mejía tiene tanto de Bomba Estéreo que era inevitable que no saliera ese caminar, su piel musical. Puede ser la canción que más busca la pista de baile y perfectamente podría ser incluida por un Dj en una sesión.
Después de esa euforia rítmica vuelve la tranquilidad, llega la contemplación con “Mar”, una canción que también nos hace percibir la comunión y el encuentro con la naturaleza. “Con los viajes por Colombia, uno desde niño se conecta con la naturaleza, los ríos, selvas y montañas. Esto nos marca y nos da una sensibilidad que ya luego uno la desarrolla o no. Yo siempre la tuve ahí, la trabajé y ya como adulto escuché la musicalidad en estos lugares. Decidí que era una rama para explorar en el arte, en lo audiovisual y en la música”.
El recorrido nos lleva a “Colibrí”, otra ceremonia que nos invita a cerrar los ojos y concentrarnos en cada uno de los cantos de las aves que anuncian el final del viaje. Las sensaciones andinas se apoderan cada vez más del primer plano sonoro y el charango finalmente tiene su momento protagónico. Y nos entrega, con música, la oportunidad para reflexionar acerca de nuestro entorno, de observar y asimilar lo que a veces no sentimos.
“En estos tiempos pandémicos se hizo evidente que la manera de conectarse es escuchando y mirando. Volvimos a escuchar cosas que antes no escuchábamos en las ciudades y la naturaleza nos habló nuevamente. Es importante tener conciencia que siempre ha estado ahí, hay que reconectarnos de una u otra manera, sentir que el daño que le estamos haciendo es a la vida y a nosotros mismos”.
Finalmente aparece “Solo amor”, un gran cierre guiado por un bajo que, por primera vez, lo tenemos al frente de todo, comandando el ritmo. En esta canción se olvidan un poco los sonidos de la naturaleza, para mostrar a Simón Mejía como un gran multi instrumentista, un productor que va acomodando a la maravilla los elementos con los que juega. Finalmente le da cierre a un disco que es un grito explícito a su amor y entrega por la naturaleza.