El fotógrafo de Minamata: el periodismo de ayer, el periodismo de hoy
En 1972, William Eugene Smith capturó con su cámara una escena que cambió el destino de Minamata, una pequeña población de la prefectura de Kumamoto en Japón. En una fotografía blanco y negro, con una composición pictórica, se ve a una madre, de nombre Ryoko Kamimura, bañando a su hija, Tomoko Kamimura, quien padece múltiples deformidades en su cuerpo como consecuencia de los residuos industriales tóxicos vertidos en las aguas costera del pueblo.
La imagen, titulada por un error en la lectura del apellido de sus protagonistas “Tomoko Uemura en su baño”, o también referenciada simplemente como “Tomoko en su baño”, fue publicada en la revista Life. Una vez vio la luz, junto con el resto del ensayo fotográfico de Eugene Smith, recorrió el mundo, conmovió las miradas y puso contra las cuerdas a la empresa química Chisso, culpable del envenenamiento. Así, este trabajo contribuyó a la lucha de las víctimas por el reconocimiento y la compensación, poniendo fin a la impunidad de años.
Desde hace algunos días está en las salas de cine El fotógrafo de Minamata, un largometraje dirigido por Andrew Levitas, basado en el libro del mismo nombre de Aileen Mioko Smith y Eugene Smith. La pieza, protagonizada por Johnny Depp – que también la produjo – narra este episodio de la vida del reputado fotógrafo de la revista Life, también conocido por sus trabajos en Iwo Jima y Okinawa durante la Segunda Guerra Mundial, y por sus borracheras y desplantes laborales que lo pusieron más de una vez en filo de la cornisa.
La película, estrenada en el Festival Internacional de Cine de Berlín el 21 de febrero de 2020, tiene al principio como epicentro la vivienda de Eugene Smith, su cuarto oscuro y sus fotos. Suena en un momento la canción “I'd Love Change the World” del grupo Ten Years creando así un punto de partida hermoso que luego da lugar a los tres ejes bajo los que se mueve la película: La personalidad y los excesos Eugene Smith; el crimen de la empresa química japonesa en Minamata y, de manera más sutil, la historia de amor entre el fotógrafo y Aileen Mioko Smith.
El fotógrafo de Minamata es una historia que hay que conocer y esta película se convierte en una gran oportunidad para ello. Es una buena pieza que mantiene la atención y tiene momentos conmovedores, aunque como relato de redención en momentos es demasiado explícito, con algunos lugares comunes que hacen perder matices en algunos de los personajes, lo que a su vez afecta ciertas tensiones dramáticas.
Sin embargo, además de contar con música original del compositor japonés Ryuichi Sakamoto, miembro de la banda pionera de música electrónica Yellow Magic Orchestra, quien también ha sido premiado por sus composiciones para bandas sonoras para películas como El último emperador (1987), este filme deja una reflexión colateral sobre el papel del periodismo, de cara a un presente donde parece cooptado por las vanidades y el espectáculo.
Luego del ataque de EEUU a Japón en 1945, que significó la rendición de este último y el fin de la Segunda Guerra Mundial, la economía Nippon entró en un periodo de alto crecimiento económico en la década de los 60, en medio de la cual la industria pesada y química avanzaron a gran velocidad. Sin embargo, esto se tradujo también en irresponsabilidad ambiental y problemas de contaminación. Y es en este contexto que aparece la denominada Enfermedad de Minamata, producto del mercurio que traían los desechos vertidos en el río, que terminaban en los peces con lo que se alimentaban los pescadores de la zona.
El trabajo de Eugene Smith para la revista Life, que hizo eco a la lucha de los locales, sirvió para dar a conocer al mundo una tragedia humana y uno de los mayores desastres medioambientales del siglo XX. La visibilidad de lo que sucedía en esta comunidad marcó un giro en el reconocimiento, por parte de Japón, de la importancia de las medidas contra la acción de este tipo de empresas y en el desarrollo de nuevas políticas y tecnologías para la protección medioambiental.
Con la velocidad de la comunicación hoy en día, en muchas ocasiones el periodismo ha abandonado esta idea de usar sus diferentes formatos para dar contexto, construir historias que contribuyan a forjar el criterio de la ciudadanía y visibilizar situaciones de profunda injusticia. En su lugar, en varias ocasiones se decanta por el entretenimiento fácil, apuntando reflectores y poniendo micrófonos a voces que juegan de manera hábil la denominada economía de la atención. Y ahí ganan muchos personajes de la vida pública convertidos en auténticos entretenedores y pierde la información. El resultado muchas veces es un periodismo de espectáculo, con mucha boca pero pocos dientes.
La rabia, el miedo y el escapismo, producto del descrédito de las instituciones, como dijo en una entrevista para El País Noam Chomsky, ha llevado a que las personas no crean en los hechos. Y, al parecer, varios periodistas parecen jugar el mismo juego. El ensayo de Eugene Smith apunta a levantarse del escritorio, acudir a estos y construir una narrativa por medio de la imagen. Dejar de buscarlos es dejar el oficio a merced de la especulación. Se ha repetido una y otra vez en forma de tópico: si alguien dice que está lloviendo y otra persona dice que no, el oficio del periodista no es simplemente abrirle el micrófono a ambas voces, hay que asomarse a la ventana.
Con la publicación de “Tomoko en su baño”, la familia Kamimura llamó la atención de los medios. No fue fácil para ellos: demasiadas solicitudes de entrevista, rumores de que se estaban beneficiando económicamente de la denuncia, entre otras falsas acusaciones, son parte del costo que asumieron por varios años. Su hija, Tomoko Kamimura, murió en 1977 a la edad de 21 años y por deseo de la familia, la fotografía se retiró de su publicación en 1997. Sin embargo, la familia y todo lo que sucedió a raíz de esta publicación, reconocen el valor e importancia de haberlo hecho en su momento, así como del profundo respeto con el que Eugene Smith capturó la escena. El periodista siempre debe saber que las historias que cuenta traen consecuencias y que la responsabilidad y sensibilidad con lo que narra es inconmensurable. Y al espectáculo en muchas ocasiones poco le importa eso.