'Alien: Romulus' o “El riesgo siempre vive” (reseña sin spoilers)
De manera oficial, el 15 de agosto se estrena en las salas de cine de nuestro país la cinta Alien: Romulus, la séptima y nueva entrada en esta saga cinematográfica, luego de los discutidos regresos de Ridley Scott en producciones como Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017), en las cuales ahondó, a manera de precuela, sobre los orígenes de estas amenazadoras criaturas como una respuesta de la humanidad en su búsqueda por la perfección.
Ambas cintas sufrieron de variopintas críticas donde aplaudieron su estética y las actuaciones del grandioso Michael Fassbender, pero con vituperios sobre argumentos cargados de demasiadas incógnitas y muchos hilos inconclusos frente a sus posibles conexiones hacia las películas principales.
Una de las razones por las que dichas primeras partes resultan ser tan cautivadoras proviene de la matriz de toda la idea; el debut en 1979 con Alien: el octavo pasajero y la majestuosa dirección de Ridley Scott contó con un equipo de ensueño compuesto por la “creme de la creme” de la ciencia ficción en varios ámbitos.
Primero la cocreación argumental de este universo y sus personajes, todo a partir de la mente de Scott junto a Dan O’Bannon, recordado por cintas como Total Recall y Heavy Metal. Segundo, los diseños de escenarios y las criaturas a cargo de H. R. Giger, al lado de figuras como Ron Cobb y Chris Foss, quienes trabajaron de la mano con el maestro Jean Giraud (Moebius) luego de haber formado parte del fallido proyecto de Dune de Alejandro Jodorowsky. Y tercero, un reparto de ensueño con estrellas del cine estadounidense y británico como Sigourney Weaver, Ian Holm y John Hurt.
De ahí, estas poderosas bases creativas y conceptuales dieron origen a una de las más exitosas y famosas producciones del subgénero del terror espacial, siendo citada por múltiples autores en diferentes momentos como una influencia para novelas, series, otras películas y hasta videojuegos.
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En 1986 ocurriría lo impensable con un James Cameron que, luego del éxito de Terminator (1984), realizaría una sorprendente entrega que ayudaría a expandir este universo hacia otros confines en términos de cronología, conceptos, personajes y la revalidación de Weyland-Yutani como la megacorporación que viene siendo el gran villano cyberpunk en todo este relato.
Así mismo, David Fincher haría lo suyo con su debut en el cine hacia 1992 con Alien 3, allí le daría un cierre épico a la trágica historia de Ellen Ripley como la heroína que logró enfrentarse y detener a estos monstruos de una vez por todas.
Cinco años después, el director francés Jean-Pierre Jeunet (responsable de cintas preciosas como La ciudad de los niños perdidos), al lado de Joss Whedon, expandieron aún más la historia hacia otros futuros distantes con el tema de la clonación y el regreso de estas legendarias criaturas.
Sin tener en cuenta los desastres conceptuales de las dos entregas de Alien Vs. Predator, en algún punto de la historia se pensó en hacer, a la par de Prometheus y Covenant, una entrega 2.5 a cargo de Neil Blomkamp, donde se contaría qué sucedió de forma intermedia con Ripley, Newt, Bishop y el cabo Hicks antes de llegar a la prisión Fiorina "Fury" 161.
Ahora bien, nunca desechen lo impensable con una historia intermedia, porque si no se pudo hacer una película ‘2.5.’, Fede Álvarez llega al rescate con una tremenda historia que sería la versión ‘1.5.’, así como ocurrió con Rogue One en el universo de Star Wars.
Una carta de amor desde una nueva generación del género
Fede Álvarez, director uruguayo, en su corto pero sustancial recorrido por Hollywood, ha demostrado ser una de las nuevas mentes que están proponiendo otras miradas desde un terror que logra emocionar más que asustar, pero que deja reflexiones y premisas muy interesantes, en términos de análisis para el estado actual de la sociedad.
Cuatro cortometrajes en sus primeros años, donde ¡Ataque de pánico! (2009) se destaca por su alta factura, junto a cinco películas sin contar este nuevo lanzamiento; dos de estas resultan en proyectos como productor/guionista y tres en calidad de director, siendo Don’t Breathe y el remake de Evil Dead piezas altamente aclamadas por la crítica.
Según afirmaciones del propio Álvarez y su compañero de batallas, el guionista Rodo Sayagues, esta película es un proyecto muy importante; ya que literalmente le metieron todo el cariño y el corazón en su factura, principalmente porque son fanáticos de la franquicia desde chicos. Como muchos de nosotros han visto miles de veces estas producciones entendiendo todas sus dinámicas, complejidades y ritmos únicos. Por ende, esto es una carta de amor donde le rinden un homenaje, principalmente, a Ridley Scott y James Cameron, pero sin olvidar lo construido por David Fincher y Jean-Pierre Jeunet.
Al estar ubicada como una historia intermedia, entre las dos primeras cintas, más exactamente 20 años después de los acontecimientos de Ripley, el Nostromo y LV-426, la película extiende un sinnúmero de referencias fantásticas a todas estas producciones. Sin embargo, a diferencia de otros proyectos recientes como Deadpool y Wolverine, no se queda en la nostalgia por la nostalgia y el fan service, ya que aquí proponen una expansión de la franquicia con un futuro prometedor en su nueva casa matriz.
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En clave de crítica social, como solo un latinoamericano podría hacerlo, se manifiestan nuevas explicaciones. No solamente sobre el papel de Weyland-Yutani como la megacorporación que tiene dominado el espacio con el programa de colonización humana y de explotación de recursos, sino que además expone la manera en que existe una clase obrera con unas condiciones completamente indignas, que lo único que busca es sobrevivir mientras que los de arriba siguen llenando sus bolsillos de dinero.
Aquí se nos cuenta la historia de Rain Carradine (Cailee Spaeny), una trabajadora de las centrales de Weyland-Yutani quien al lado de Andy, un androide programado por su difunto padre para protegerla, están buscando la oportunidad de conseguir una manera de vivir, mucho más próspera, en un nuevo planeta.
Los planes, al no salir como se esperaban, la llevan a recibir una no muy digna propuesta por parte de unos compañeros, quienes tienen la intención de ir a una estación espacial abandonada en la que quedan varias cápsulas de hipersueño funcionales, las cuales serán su boleto de salida.
Hasta ahí todo va bien, pero cuando llegan a dicha nave conocida como ‘Rómulo y Remo’, descubren que la compañía sigue guardando secretos y de nuevo se encontrarán con esta inminente amenaza.
Sobre su tripulación y otra potencia superior de fuego.
En términos actorales es importante decir que su reparto brilla sobre toda la cinta. Sin embargo, aquí se demuestra algo fundamental, el hecho de que sean adolescentes desde su mera esencia, no es un indicativo para que la película se vaya por el tono insulso o repetitivo de otras producciones del terror. Por el contrario, el talento de figuras como Cailee Spaeny dan cuenta de esto; ya que, no por nada, este es un gran año para su carrera al ser coprotagonista de otro proyecto destacado como Guerra Civil, y tras haber protagonizado Priscilla de Sofia Coppola.
A su lado, David Jonsson, quien interpreta al tradicional androide de esta saga, nos conduce hacia un nuevo nivel de dicotomías sobre la inteligencia artificial, muy propias de los relatos de Isaac Asimov y por supuesto de Philip K. Dick, obviamente haciendo eco a Blade Runner. Un detalle que se debe gracias a la versatilidad actoral de este estelar, quien perfectamente puede hacer papeles soberbios en comedias románticas como Rye Lane (2023) y pasar luego a las complejidades de un asfixiante relato de terror en el espacio exterior.
Si bien las películas de esta franquicia siempre proponen como protagonistas a grupos puntuales de individuos para enfrentar tales situaciones, siendo metáforas hacía muchos aspectos sociales, entre mineros, soldados, presos, delincuentes, científicos o familias, aquí el hecho de que sean adolescentes da cuenta de un contexto contemporáneo, donde frente a la posibilidad de tecnologías avanzadas, los caminos se vuelven difusos e inciertos, sin un rumbo fijo.
El veredicto…
Alien: Romulus es un acierto contundente y Fede Álvarez, para orgullo latinoamericano, es otro de los grandes representantes en Hollywood que están saliendo a relucir por su talento, creatividad e impronta renovadora. Esta podría considerarse como una de las películas del año y se convierte en el abrebocas de lo que vendrá a futuro, ya que los planes de Disney y la división de 20th Century Studios, están concentrados en hacer nuevas producciones, las cuales incluyen una futura serie de televisión. Ojalá esto derive en más cintas que sigan expandiendo el universo, pero también hacia videojuegos y otros productos interconectados.
La película es tan tremenda que conecta con las precuelas de Ridley Scott y da una primera respuesta ante los interrogantes de la historia previa al Octavo pasajero, pero algo muy cierto es que Romulus es conceptualmente tan contundente para la saga de Alien como lo es Prey (2022) para la saga hermana de Depredador. Este tipo de terror no hay que verlo simplemente hacia la mera lectura del terror tipo jumpscare, ya que valdría la pena acercarse a su historia primigenia, hace 45 años, con todas las cintas previas y entender que de una u otra manera, esta franquicia trae cavilaciones en clave de horror y ciencia ficción social.