El lado B del Bolívar desnudo en Pereira
En la actualidad -y para muchos jóvenes o turistas-, el que Pereira tenga en su plaza de Bolívar una escultura de Simón Bolívar desnudo sobre un caballo puede parecer completamente normal, pasa sin mayor reparo, pero eso siempre no fue normal; que el Bolívar desnudo permaneciera ahí fue motivo de muchas críticas moralistas e institucionales para la ciudad. Les contamos la historia que se guarda detrás del monumento.
Lo primero que se recuerda sobre el día en que llegó a Pereira la estatua en representación al prócer Simón Bolívar en un vagón del ferrocarril que venía de Buenaventura y que había recorrido ya varios kilómetros por mar desde su salida en Acapulco, México, es la tensión y la ansiedad que generaba entre la clase dirigente, la comunidad eclesiástica y el pereirano de a pie la llegada de semejante monumento que ocuparía un espacio en la plaza más importante de la ciudad.
Tensionante, sí, porque el Simón Bolívar que se erguiría en aquella plaza sería uno sin ropas, ni armaduras o medallas, solo una llama alzada con su mano derecha mientras va galopando un caballo que bien parece estar flotando.
Dicho suceso ocurrió en mayo de 1963 en ocasión del centenario de la ciudad una vez el alcalde de Pereira, Lázaro Nicholls (1955-1956), hubiera contratado la obra con el reconocido escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt, quien residía en México.
Según comentan los historiadores, como Víctor Zuluaga Gómez, la petición del alcalde era una muy amplia pero curiosa: “Queremos un Bolívar distinto”, a lo que meses después la maqueta develada por Arenas en la que describía al monumento en bronce como un “Bolívar – Prometeo”, desnudo y despojado de toda armadura como símbolo de libertad, levantó asperezas incluso por algunas academias de historia y la Sociedad Bolivariana de Colombia, donde consideraron la desnudez como una afrenta al nombre del prócer de la independencia, al presentársele como un ser humano igual que cualquier otro.
Incluso no fue siempre la Plaza de Bolívar el único lugar en donde se pensó instalar el monumento, muchos de los pereiranos indignados sugirieron como lugar al Parque Olaya Herrera con el fin de que semejante representación quedara lejos de un símbolo católico tan importante en la ciudad como la Catedral Nuestra Señora de La Pobreza, que ya se ubicaba en uno de los costados de las calles que rodean la Plaza de Bolívar, la idea que no tuvo mayor respaldo.
Sin embargo fue el pluralismo y el librepensamiento -de lo que siempre hacen referencia los libros de historia- asentado en esta ciudad y sus habitantes, lo que hizo que con el pasar de los días se fueran apaciguando esas críticas y alaridos moralistas.
Pluralismo y librepensamiento que como bien lo explica Zuluaga, han sido características elementales desde la fundación de la ciudad, “un territorio que demostrado como cruce de caminos recibió a diversos grupos con diversas ideologías provenientes de Antioquia, Cauca, Tolima y Chocó, además de haber sido refugio a finales del siglo de muchos de los liberales derrotados por la hegemonía conservadora, a través de lo cual se asentó aquella tendencia de pensamiento liberal”.
Por ello, el reconocer que era esta una ciudad en la que convergían desde siempre diversas ideologías políticas y religiosas hizo que dicho monumento sirviese como representación de estas características de libertad, y hoy más que nunca el monumento al Bolívar Desnudo de la ciudad de Pereira ubicado en la plaza que lleva su mismo nombre, sea considerado como emblema de la región tanto para propios como para extranjeros, como así también la idea de libertad del escultor:
"Quedó desnudo el hombre, tal un Cristo a caballo. Desnudo el caballo, desnudo el fuego -como en las manos de Prometeo- desnudas las banderas. Nada más, nada menos que un prometeo: el hombre volando con el fuego sobre la bestia y sobre las montañas en donde los hombres duermen y engendran. Ciegos que buscan la luz. Esclavos que buscan la libertad Bolívar-Prometeo. Bolívar-tempestad. Bolívar-incendio. Tal es mi estatua. No otra cosa fueron las guerras de independencia…un anhelo de libertad para conocer, para vivir, para crear”, palabras de Rodrigo Arenas Betancourt para el Periódico El Espectador en 1963.