Así es la escena sobreviviente de rock en Granada, Meta
Rodaban las cabelleras al son de un afilado machete. Tal vez esta frase sea el inicio de algún tema musical de una banda grind death metal, pero no. A veces ser seguidor de algunas de las ramas del rock es sencillo en las ciudades de nuestra Colombia. Sin embargo, serlo en los años 90 o mediados del 2000 en una localidad tomada prácticamente por actores armados era un total riesgo. Este es el caso de Granada, un municipio del departamento del Meta, cuya escena la conforman y fortalecen los hoy sobrevivientes de una cruda intolerancia.
Cuentan en Granada (Meta) que quien anduviera con las greñas largas eran objetivo militar de los paras. Noel Sandoval, gestor cultural de este municipio, conversa con Radiónica de sus experiencias en medio de mucho metal, rock, toques y violencia en esta región de los llanos orientales, de la que él mismo fue víctima. “Yo fui víctima de los paramilitares. Recuerdo que una vez vinieron en una moto, me tumbaron, me dijeron estaban cortándole el cabello a los mechudos; me raparon delante de todo el mundo, me agredieron físicamente, me apuntaron con un arma y le cortaron el cabello a otro parcero que venía conmigo. Muchos de los que tenían el cabello largo, se lo recogían en una moña, se lo ponían en la corona de la cabeza y luego se ponían una gorra para verse de cabello corto”, explicó.
La muerte los persigue
Para Sandoval esa época fue la más fuerte de todas. Hubo una oleada de asesinatos de muchos seguidores del rock en la escena granadina. “El tema era tan tenso que no podíamos ir ni a los velorios porque había comentarios de que allá llegarían los paras a ver quiénes eran los amiguitos del fallecido para seguir matando mechudos. Por lo menos 10 amigos rockeros fueron asesinados en esa época. Por esas razones, es que hoy podemos decir que somos sobrevivientes de una época oscura”, subrayó.
Debido al conflicto armado de aquellos años en Granada, de un poco más de 80 mil habitantes, a muchos jóvenes de esos años les tocó irse, algunos con la excusa de ir a la Universidad, pero otros fueron desplazados por la violencia que reinaba. “Pocos quedamos acá tratando de superar esos traumas. En esos años, escuchábamos música más underground, más ocultos. Hoy estamos haciendo lo que antes no se podía y tratando de reclamar nuestros espacios”, resaltó el gestor cultural.
Paradójicamente, la situación permitió que, al regreso, muchos y muchas llegaran al municipio con las influencias del rock. “Granada es la capital del Ariari y el Ariari es la puerta al Guaviare y el Guaviare es el inicio de la Amazonía. El tema del rock y el metal acá en esta región, honestamente, es más rocanrrolero. Hace muchísimos años, cuando yo aún estaba en el colegio, el primer parche rock lo conformábamos muy pocos, éramos contaditos. Estaban más influenciado por el rock por el hard rock. Luego fue llegando el heavy, luego el thrash, etc. Pero este nicho queda un poco ahí debido a esos periodos de violencia paramilitar que se padeció en este territorio”, recordó.
El desembarco del rock granadino
Los primeros balbuceos de escena rock en este municipio, recuerda el gestor cultural, inician con la aparición de bares, los cuales se convierten en el refugio de los seguidores del poderoso ruido y en donde se gestaron los sonidos pesados que buscan denunciar la violencia que los empezaba a amenazar. “Yo estaba en el colegio hace unos 20 años, cuando empezaron a aparecer los primeros bares de rock acá en Granada. Primero había uno, luego llegaron a haber dos, se acababa uno y permanecía otro. En este momento, hay tres bares: ‘People Bar’ que lleva 18 años, ‘Rockafella Bar’ con 12 años y ‘Granadilla CasaBar Rock’ que lleva dos años, en este municipio que tiene 80 mil habitantes”, recuerda Noel.
“Los dueños de los tres bares somos parceros, y yo, personalmente, he estado en los tres. Antes de People Bar, tuvimos un bar con un hermano. Ayudé a sus dueños a construirlo, a surtirlo de música y ayudarle como tal, y ahora estos han seguido. Gracias a estos espacios, la escena rock en Granada ha crecido y los tres bares, más que la competencia, pues somos amigos y, sobre todo, estamos con un objetivo cultural: reivindicar la pasión del rock y reclamar lo que la guerra nos quitó”, resaltó.
Y en pleno auge de la nueva violencia urbana, en 2001 surge una de las primeras agrupaciones del género, que inicia su tránsito por tarimas y toques. Esta, en particular, logra grabar un único trabajo, para luego también huir de la horrible noche. “Hace muchos años existió una banda, aquí en Granada, que le llamaba ‘Roach’, que nació a inicios del 2000, precisamente, en la época oscura. En esta época, sonaba mucho el power, el heavy, entonces tenían mucha influencia de Helloween, Stratovarius. ‘Roach’ generó huella y hace parte de nuestra historia musical rock aquí en Granada”.
Un festival de rock para hacer memoria
Hoy, Noel, junto a Duván Carvajal y Dorian Osorio forman desde el 2023 el equipo coordinador del ‘Granada In Festival’, el primer certamen musical de rock que se organiza en una de las regiones de los llanos orientales más golpeadas por los grupos paramilitares en Colombia. “Quiero resaltar una de las razones por las que hacer este Festival se convirtió en una victoria y una alegría inmensa: Uno de los tres organizadores de esta idea, que llevamos más de 12 años tocando puertas y que siempre nos decían que no hay recursos para esto, sobreviviente como nosotros de esa época oscura, Duván, propietario de ‘Rockafella Bar’ a él le asesinaron el hermano, muy parcero de nosotros. Nunca supimos cuál fue la razón de su asesinato, pero siempre creímos que era por tener cabello largo y de ser rockero”, recordó.
Y en memoria de aquellos seguidores del rock que fueron asesinados por el simple hecho de dejarse crecer el cabello por su gusto a un estilo de música diferente, Noel levanta su puño con cuernos arriba en señal de que los seguirá recordando. “Además, queremos tener una memoria histórica con las víctimas, llevar en los sonidos de las guitarras a los parceros que cayeron en esta guerra. Para nosotros es un gran logro, es haber materializado la pasión y el amor que hay por esta música, por el rock, por el arte. Creo que estamos viendo como la luz, por decirlo así, y yo sé que esto va para para muchísimo tiempo más. Es un legado que pretendemos dejar a las nuevas generaciones del género en Granada”.
Cambios y conquistas
El aguante de las generaciones pasadas permite que hoy, ya no solo aquellos de la llamada ‘vieja escuela’ tengan más libertad para trabajar en el género, sino además algunos adolescentes que han visto en las guitarras eléctricas su forma de aferrasen al territorio. “Este es un pueblo dominado por la cultura de la música popular, en donde muchas familias vienen con esos gustos. Este es un lugar multicultural, aunque es llano y la llanera domina, que la respetamos mucho por supuesto, pero también llega mucho tema popular de varias partes. En medio de ese panorama, el rock ha sonado más underground, más clandestino, y aún así, logró crecer en el territorio”, explica Noel.
Por fortuna, los tiempos han venido cambiado. La resistencia cultural no ha claudicado en este municipio y ha logrado que más corazones vean en los estridentes sonidos del rock y el metal una oportunidad y más jóvenes se sumen al género. Esto, considera algunos, se da gracias a la firma del Acuerdo de Paz. Hacer rock aquí se convierte, entonces, en un acto de rebeldía. En este momento, existen en el municipio de Granada unas ocho bandas de jóvenes que están tocando rock alternativo, lo que constituye en una escena de música rock y metal renaciente, indicó el gestor cultural.
“Ya este estilo de vida hace parte de la comunidad granadina y, obviamente, comparando el pasado, que el tema era más tabú, y distante de las músicas populares que normalmente lo que hay en estos pueblos, entonces hoy el rockero en Granada es más aceptado. [...] El rockero normalmente es más de mente abierta, acepta más los otros estilos; culturalmente, está más conectado y hay talento en las nuevas generaciones. Entonces ser rockero hoy en Granada es sinónimo de orgullo”, resaltó.
Interpretaciones académicas
La violencia del conflicto armado experimentada por la escena rockera y metalera en Ganada (Meta) es solo una muestra de lo que padecieron muchas escenas en ambientes similares en varias regiones del país, como los explica Jorge Steven Cáceres Parra, autor de la investigación ‘Metal en Colombia: Memorias de violencia y resistencia’. “Había diferentes estrategias operativas de los grupos armados, tanto legales como ilegales, para atacar aquellas personas que eran diferentes; diferencia que, en su momento, era muy impulsada por la esencia de lo que implica ser rockero. En varias regiones de Colombia se dieron acciones que podemos identificar como ‘metodologías operativas’ de los grupos armados para atacar a la diferencia”.
Recalca el investigador que con comentarios específicos como ‘¡Bien hecho que le paso esto por ser rockero!’ o ‘¡Le paso esto por ser mechudo!’, se convirtieron en una justificación para que el conflicto armado llegara a golpear las escenas alternativas en la música. “Ahora con el legado que nos deja la Comisión de la Verdad del Acuerdo de Paz, se busca igualmente un reconocimiento de parte de la sociedad que, de cierta forma, respaldó también esa estigmatización en contra de las y los metaleros, a partir de lo que conocemos como violencias simbólicas”.
La estigmatización que se construyó en el imaginario colectivo de algunas comunidades [...] “se convirtió en esa fuerza para que los grupos armados también ejercieron una violencia física que tenía un ejercicio político mucho más fuerte que el ataque, es decir, impedir el surgimiento de una cosmovisión diferente de lo que debe ser un ciudadano. Ellos también tenían la intención de atacar a quien denunciaba las cosas que no deberían estar pasando en el país, característica principal de la música rock y, por supuesto, el metal colombiano: aquello que la sociedad no quiere contar”, puntualizó Cáceres Parra.
El hecho de que hoy Noel Sandoval pueda contar estas experiencias podría contribuir a que la mirada estigmatizadora y represiva sobre este género musical y sobre lo social y culturalmente considerado como “normal”, no tenga más respaldo social y, más bien, una aceptación y respeto como lo podría tener cualquier otra forma de vivir el territorio.