‘Hijos del viento’, un retrato lleno de dolor y esperanza
6402 es un número que se volvió parte de la memoria colectiva de colombia. Pero más que una cifra, este número se parece a una cicatriz que nos recuerda uno de los actos más viles y crueles de la historia de Colombia y un dolor colectivo que este país sentirá por siempre. Según la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), 6402 es el número oficial de los mal llamados “falsos positivos” que se registraron en el país.
Si bien este es un número que cada vez más personas reconocen y entienden lo que simboliza, es vital recordar que está no solo es una cifra, un símbolo pictórico y ya. Es un número vivo, ya que hay 6402 historias que acompañan este recuerdo del horror. No solo las historias de aquellos asesinados por la fuerza pública que debía protegerlos, sino la historia de las familias, de las amistades, de quienes deben vivir con ese dolor y con ese vacío.
A lo largo de la historia colombiana, es común el ver que el otro suele reducirse a nada. A una abstracción, a una víctima o un victimario, a una cifra inerte en un papel que conocemos pero que no entendemos del todo y el documental Hijos del viento, busca romper esto al mostrarnos el lado humano, el rostro vivo de quienes buscan sin descanso un poco de justicia por sus seres asesinados.
Estrenado en el Bogotá Film Festival 2022 y dirigido por Felipe Monroy, este documental nos presenta a Maria Ubilerma Sanabria, Doris Tejada, Beatriz Mendes y Vivian Rincon, cinco mujeres unidas por el dolor y la lucha que pertenecen a Mafapo la asociación de Madres de los Falsos Positivos de Colombia; y también nos presenta al Cabo Carlos Mora, el primer militar que denunció este crimen cometido por el Ejército.
De una forma muy honesta y sin caer en el morbo, este largometraje nos lleva a la intimidad de estos personajes y nos comparte la tristeza y el largo duelo que les ha tocado llevar, pero también nos muestra su fuerza, su coraje, su tenacidad y su enorme humanidad.
Para quien no ha vivido una tragedia similar, es imposible entender cómo se sienten estás madres y hermanas, pero al ver sus lágrimas podemos adentrarnos un poco en esa realidad tan compleja que deben enfrentar. Una realidad en la que no sólo pesa la muerte prematura de sus familiares, sino que desnuda toda la incompetencia del estado colombiano.
Los falsos positivos fueron ejecuciones extrajudiciales hechas por la fuerza pública entre 2002 y 2010, las cuales según la JEP, el informe de la Comisión de la Verdad y los testimonios presentados por varios militares, sucedieron de forma sistemática y premeditada. Ante la presión por mostrar “resultados”, lo cual se traduce como muertos en combate, altos mandos del Ejército ordenaron a sus subalternos localizar, secuestrar, torturar y asesinar jóvenes para hacerlos pasar como combatientes.
Esto es el síntoma de una sociedad que entiende que la búsqueda de la paz es la destrucción del enemigo. Que entre más muertos del otro bando se cuenten, equivale a una mejor gestión y que hay personas que no importan. Que hay barrios, pueblos, regiones donde sus habitantes son eliminables porque son “marginales”, “delincuentes”, “ñeros” y de más adjetivos clasistas, racistas e indolentes que a diario se usan para deshumanizar al otro.
Esto creó una red que, según las investigaciones y testimonios, en algunas regiones se unió con los grupos armados al margen de la ley, para cazar y asesinar a estas 6402 víctimas. Y si eso no fuera poco, luego de más de diez años, el sistema de justicia regular no ha sido capaz de esclarecer qué fue lo que pasó y quiénes fueron los responsables.
Estas madres han tenido que enfrentar una burocracia que las ha estigmatizado, revictimizado constantemente y hasta perseguido. Pero eso no ha sido motivo para bajar los brazos ni parar la búsqueda de justicia.
Hijos del viento nos muestra distintos ángulos de esta historia compartida por miles de familias. Doris, junto a su esposo Darío, han buscado el cuerpo de hijo durante 12 años, el cual al parecer está en un fosa común junto a otras decenas de cuerpos anónimos. Beatriz junto a su hija Vivian, hacen un duro viaje para reconstruir los últimos momentos de vida de su hijo y su sobrino. La película las sigue desde la tumba de ambos jóvenes hasta el lugar donde fueron asesinados y a través de testimonio construyen ese doloroso instante y las angustiantes horas que vinieron después.
María tuvo que exiliarse con su hija y nietos en el extranjero ya que fue amenazada en Colombia, ella con mucho dolor le dedica canciones a su hijo mientras reconstruye su vida y la de familia mientras impotente mira desde la distancia la desesperante situación del país. Y Carlos, al igual que el David bíblico, enfrenta un colosal Goliat que lo odia por hacer lo correcto.
Este militar con mucha valentía enfrentó, estando activo, a su institución y denunció desde un principio que en Ocaña, Norte de Santander, el Ejército y los paramilitares estaban asesinando personas. De forma muy cruda relata cómo descubrió estás prácticas y cómo logró escapar de la muerte en varias ocasiones, porque a lo largo de los años ha recibido varias amenazas y ha sufrido atentados.
Pero esta historia es como la vida misma, un cúmulo de momentos duros, de lagrimas llenas de dolor y de alegrías momentáneas. Así como el duelo y la lucha ocupan este documental, también hay momentos de felicidad, de complicidad, de bromas y sobretodo de amor. Porque en el fondo, el mensaje más fuerte que nos deja Hijos del viento es nunca dejar de amar.
Solo el amor puede impulsar una labor tan compleja como la que a diario enfrentan estas madres. Solo el amor puede opacar la venganza y dar la fuerza para no rendirse ante este monstruo de viooencia que todo lo destruye a su paso. Solo el amor puede motivar a un hombre que decidió dedicar su vida a la guerra, a hacer lo correcto, ser fiel a sus juramentos y luchar por la verdad; la misma verdad que tantos medios, altos mandos y políticos se esfuerzan en negar.
Solo el amor sostiene los 108 minutos que dura esta película conmovedora pero necesaria de ver, de entender y de compartir. Porque solo el amor podrá sanar esta herida, traer esa espera justicia, ese añorado cierre y mantener viva la esperanza de la no repetición.
El amor es lo único que queda después de atravesar un dolor tan grande que se sentirá durante generaciones. La lucha de estas madres es un ejemplo para la humanidad y su legado es enseñarnos a amar.
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Todo lo recaudado por las entradas de 'Hijos del viento' será donado a Mafapo.