TikTok o la falsa perfección
TikTok es una popular aplicación originada en China (2016) y dirigida a mayores de 13 años, su objetivo es entretener facilitando la creación, edición y difusión de videos cortos sobre temas diversos.
Desde parodias, mímicas de canciones y retos, hasta coreografías o útiles videos informativos de instituciones como la Organización Mundial de las Migraciones (OIM) o la Cruz Roja de México, en fin, los mensajes son múltiples, tan interesantes (en menor medida), como divertidos o absurdos en otros. Para estar en TikTok, como en general en la web social, no hay que ser reconocido o popular, hay cabida para todos (o al menos eso parece).
Hoy las plataformas digitales y las redes sociales han engendrado una nueva búsqueda de protagonismo social, sobre todo de los individuos, pero también ha tocado a las organizaciones: parafraseando al filósofo Byung Chul-Han, ya nadie quiere ser representado, cada cual quiere asumir su vocería.
Ante las nuevas formas de entretenimiento del presente siglo y que están regidas por el paradigma social de Internet y por la digitalización de la vida cotidiana, TikTok es una de las apps preferidas por los usuarios entre 13 y 24 años, quienes representan entre el 40 y el 60 por ciento total de sus más de 800 millones de consumidores, así lo explicó a Radio Nacional de Colombia el consultor Jorge Bejarano, adscrito al programa de ciberseguridad de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En la actualidad, jugar al trompo, a las escondidas o ponchao, son juegos –hay que decirlo y con nostalgia- en desuso; se mantendrán en el tiempo (quizá) si son compartidos cual herencia de familia y entre padres e hijos, enseñando otras maneras de divertirse, no siempre sumidos al autoritarismo de la pantalla. Esa transición es natural -en cierta medida- dada la hiperconetividad y la web participativa que detonó entrado el siglo XXI, además, ese cambio ocurrió por las nuevas narrativas digitales y la apropiación de herramientas de comunicación como los teléfonos inteligentes (entre otras variables). En esa lógica, TikTok surge en un tiempo donde, según el académico José López Yepes de la Universidad Complutense de Madrid, somos “homo digitalis”, convergentes e interactivos.
Contextualizado ese nuevo rol y la ampliación de las posibilidades de entretenimiento de la mano de Internet y las tecnologías digitales, ahora podemos decir que la aplicación en mención, además de entretener (o ayudar a informar en algunos casos, aunque no es su interés primario), también presenta serias fallas no de carácter técnico, sino de índole discriminatorio.
Si bien la plataforma restringe videos violentos, pornográficos o con armas (que no sean de juguete), “también ha tomado medidas para borrar o evitar la promoción de las imágenes compartidas por usuarios con cuerpos 'anormales', 'expresiones faciales feas', falta de dientes, personas mayores con 'demasiadas arrugas', cicatrices evidentes, deformidades… Así lo revelan las guías con las que instruía a sus moderadores y que ha publicado el medio estadounidense The Intercept”, según denuncias del periódico El País de España.
Aunque la oficina de comunicaciones de la empresa China ha emitido comunicados aclarando o diciendo que han aplicado correctivos, lo cierto es que sus instructivos también sugerían potenciar contenidos “atractivos” y “sofisticados”, imágenes donde predominara el estándar de lo que es bello y aceptable en general. Pero, ¿hay acaso un tipo definitivo de belleza? ¿Son las redes sociales y las aplicaciones las llamadas a moderar y estandarizar los acuerdos sociales sobre lo permitido o no en términos estéticos? ¿Acaso no es lo estético –incluso, más allá de la figura material-, otra manera de sentar una postura individual y política frente la mundo?
En todo ese tinglado, hay otro factor delicado y es el tratamiento de los datos y en particular de los menores de edad. En Colombia, “La Superintendencia de Industria y Comercio –SIC-, en su rol de autoridad nacional de datos personales, inició de oficio una actuación administrativa con el propósito de establecer si TikTok Pte Ltd. (Singapur), cumple o no con la regulación colombiana relativa a la recolección y tratamiento de datos personales de niños, niñas y adolescentes”. Así lo explicó el ente gubernamental en su web oficial.
Como sea, las formas de entretenimiento mutaron, eso es un hecho. También es una realidad que los algoritmos inciden en los gustos de las personas: las noticias que consumen, la ropa que usan, el tipo de alimentación, las películas que ven e incluso, pesan en su percepción del contexto social. En distintos ámbitos, ya han ejercido manipulación de datos Facebook, Spotify, YouTube y Twitter. Y ahora, en este aparente adormilamiento de los usuarios -muchos- frente a sus vidas en el marco de las redes sociales, lo que TikTok evidencia es una maquiavélica intención de trazar el imaginario de un mundo idealizado edificado a partir de los contenidos que circulan en su plataforma. Entonces, ¿cuál es el precio del actual divertimento?
El mundo es imperfecto. Y somos anómalos. Tenemos problemas y a la vez, grandes dichas. En síntesis, lo más relevante es que vivir es maravilloso, incluso, sin redes sociales y aplicaciones para la entretención, ¿o no? Así que, toc toc, echemos cabeza.