Así descubrí a Caifanes
Y ustedes, ¿cómo conocieron a Caifanes? Esta es la historia de cómo los escuchó por primera vez El Profe.
Dicen que los artistas que te han acompañado, en las buenas y en las malas, se convierten con el paso del tiempo en tus amigos, en tus cómplices y está claro que Caifanes forma parte de ese grupo de artistas que habitan tu alma, tu corazón, tu inframundo.
Conocí a Caifanes de una forma extraña, a través de una campaña de gaseosas, quizás en 1989 o 1990, en la cual a través de unas tapas entregaban un vinilo de dos canciones de artistas del rock latinoamericano. Recuerdo que en ese combo se encontraban Raúl Porchetto, G.I.T., Los Toreros Muertos y un cuarteto mexicano con una estética oscura y un look muy similar al de la agrupación británica The Cure. Su nombre: Caifanes.
En ese viejo equipo de sonido (un regalo de mi padre a mi mamá en un día de la madre), por cierto, el aparato a través del cual descubrí el rock, puse, con mucha curiosidad, ese pequeño vinilo de dos canciones. Empecé por la cara A. De repente, empezó a sonar Mátenme porque me muero. Como imaginarán, ese niño que me habitaba (bueno, que aún me habita) se sorprendió: unos teclados misteriosos, una batería interpretada de una forma hasta ese entonces desconocida para mí, y una voz dulce y profunda lograron engancharme para siempre. La letra era preciosa, oscura, romántica, triste… Sí, a partir de ese momento quedé embrujado, para siempre.
“Cuando me muera y me tengan que enterrar, quiero que sea con una de tus fotografías para que no me de miedo estar abajo, para que no se me olvide como es tu cara, para imaginar que estoy contigo y sentirme un poquito vivo”.
El ritual no terminó ahí, obviamente, era el turno para la otra canción. El título: Amanece. Nuevamente un trabajo en teclados abría el tema, aparecía la voz con dulzura, melancolía y de repente, una historia sobre la resistencia y la rebeldía. Era un cuadro perfecto, tema para la vida, para la década que se venía, tan parecida a la actual. Era contundente, mi amor incondicional por ese cuarteto mexicano ya era una realidad. Después de escuchar ese par de temas me encontré con el disco completo de Caifanes, también en vinilo, pero esa es otra historia que se merece un artículo completo.
“Nunca nadie me podrá parar, sólo muerto me podrán callar”.
Es curioso que unas tapas de gaseosa, o de refresco, como dicen mis amigos mexicanos, haya sido la puerta de entrada a una de mis grandes felicidades y con el tiempo, la vía a través de la cual he conocido grandes amigos, amores y desamores, porque Caifanes se convirtió en un camino lleno de sueños e ilusiones.
Hoy, cuando la banda cumple 30 años de existencia, me ha llegado a la memoria ese primer encuentro, esa inspiración que me ha ayudado a ser mejor persona, a seguir soñando con un mundo mejor y a creer en la poesía. Gracias Caifanes por ser desde ese primer día que los descubrí, una parte esencial de la banda sonora de la película de mi vida.
Y ustedes, ¿cómo conocieron a Caifanes?