Barranquilla y su patrimonio arquitectónico
“La historia pertenece, en segundo lugar, al que conserva y venera, al que con fidelidad y amor vuelve sus miradas hacia el lugar de donde viene, donde se ha formado”. Nietzche
Barranquilla, una ciudad cuya juventud le ha hecho presenciar cambios en todas sus estructuras, especialmente comerciales, despierta en sus gentes nostalgia cuando se recorren los barrios que a través de su arquitectura definieron a los habitantes que migraron en diversas etapas de su desarrollo.
En sus edificaciones de estilo neoclásico, moderno y post moderno se aprecia la influencia multicultural proveniente de países lejanos, como las creaciones más rústicas que encontraron lugar en la ciudad de clima cálido cuya brisa le dio el seudónimo de “la Arenosa”.
Alfonso Fuenmayor describía hace unos años a “las viejas casas con sus viejos patios (…), sus viejos ciruelos, sus viejos mangos de penetrante aroma, sus acacias de capullos radicales, sus almendros de sosegadas sombras (…) las ampulosas ceibas (…) que proporcionan una engañosa sensación de eternidad y los robles que esperan todo un año para contribuir con su floración, morada o amarilla al esplendor de la navidad. Ese paisaje es para inspirar”.
La ciudad siempre ha sido motivo para evocar narrativas ligadas a su vasta diversidad.
La capital del Atlántico en sus inicios se estableció como puerto marítimo, villa de intercambio comercial y -por estar justo en el centro de Santa Marta y Cartagena- abrió sus puertas a ciudadanos de todos los orígenes que le dieron un carácter de diversidad étnica y cultural. En El Prado, uno de los barrios tradicionales de la ciudad, la arquitectura de las casas y edificaciones es bastante distinta a las vecinas capitales colonizadas como Santa Marta o Cartagena, en Barranquilla es evidente una fuerte mezcla cultural, el diseño arquitectónico va desde lo Republicano, hasta el Art Deco, e incluso la influencia de los inmigrantes árabes se ve reflejada.
“Una de las migraciones más numerosas fue la de los árabes; inclusive, algunas fuentes indican que éstos fueron el grupo de inmigrantes más numeroso después de los españoles. Desde 1880 se empieza a hablar de palestinos, sirios y libaneses en Colombia. Estos eran catalogados indistintamente como "turcos", cuando en realidad, los primeros inmigrantes árabes huían precisamente del Imperio turco otomano que desde el siglo XVI controlaba al Medio Oriente. Luego de la Primera Guerra Mundial, seguirían llegando inmigrantes árabes al país debido a diversas razones, entre ellas, políticas, sociales y económicas. Los aportes de su cultura son mayoritarios en la medicina, la ciencia, la lingüística, política, y con contribuciones artísticas, arquitectónicas y culinarias”, afirma Odette Yidi David.
Barranquilla cuenta con dos conjuntos urbanos declarados bienes de interés cultural: Centro Histórico y Prado, Alto Prado y Bellavista, y una lista más amplia de inmuebles individuales alrededor de la ciudad. Solo en los barrios Prado, Alto Prado y Bellavista, hay 30 inmuebles arquitectónicos que son categorizados por el Distrito en el nivel 1 de conservación, al igual que algunos monumentos en el espacio público.
Diversas edificaciones reconocidas por su estilismo arquitectónico hacen parte del selecto grupo, entre ellas: Jardines del recuerdo, una mansión de estilo neoclásico republicano construida por Paul Groser; el Hotel Magestic, una vivienda construida en 1924 de estilo neoclásico versallesco y patio interior árabe que posteriormente se convirtió en Hotel; y La Casa Emiliani, construida en 1930, de terraza periférica con balaustrada y columnata con capiteles de inspiración jónica que sostienen la cubierta de losa, por mencionar algunas.
“Somos un referente comercial y de desarrollo. Ese mismo dinamismo se refleja en su infraestructura, y en su diversidad de estilos. A pesar de que la asesoría ante la Secretaría de Cultura y Patrimonio es fundamental, pues son ellos los encargados de manejar este tema a profundidad, no se implementan las leyes correspondientes a la preservación al patrimonio”, expresa John Álvarez, arquitecto barranquillero. Así que ni la nostalgia propia del ser Caribe ha sido suficiente para salvaguardar el patrimonio.
Los intereses en el crecimiento desmedido han prevalecido, en muchas ocasiones sin dar cabida a la restauración de inmuebles que perdieron su estructura para, finalmente, sucumbir ante el sol y el salitre.
Como en el resto del país, “el patrimonio industrial colombiano a través de la historia ha sido testigo de un proceso de subvaloración que ha conllevado a la degradación de las estructuras y edificaciones representativas de una época de auge y florecimiento para algunas ciudades. En Barranquilla, tras la transformación del territorio y de la imagen urbana, aún quedan algunas edificaciones de toda tipología arquitectónica que han sido declaradas como bienes de interés cultural – BIC- en la categoría de Patrimonio Arquitectónico. Sin embargo, no se tiene un inventario de estas instalaciones, de sus características arquitectónicas, urbanísticas y su incidencia en las nuevas formas de trabajo y cambios en la estructura social para poner en valor estas edificaciones que en un momento de la historia del país hicieron parte del proceso de modernización de la ciudad” expresa Yasmeidis Constante Figueroa en sus estudios sobre identificación, caracterización y valoración del patrimonio arquitectónico industrial de Barranquilla 1832 – 1930.
En la actualidad, los cambios en Barranquilla incluyen desde ampliación de vías, canalización de arroyos y crecimiento urbanístico acelerado. “El tema de vías y urbanismo ha favorecido y afectado al mismo tiempo. En muchos casos no hay planificación suficiente y esto desfavorece a la gran mayoría de los habitantes de la ciudad, en especial las localidades suroccidente, suroriente y metropolitana” puntualiza el arquitecto John Álvarez.