Un encuentro revelador: sí existe una conexión entre la naturaleza y la salud mental
Desde pequeña sentí una afinidad especial con la naturaleza y con los animales. Perros, gatos, ratones, aves y peces hicieron parte de mi vida, llenándola de curiosidad y asombro.
De hecho, recuerdo que el primer programa de televisión que quise emular fue The Thornberrys, una serie infantil en la que una chica de 12 años, Eliza Thornberry, y su familia viajaban por el mundo haciendo documentales sobre animales exóticos; sin embargo, lo que más me fascinaba era la capacidad de Eliza para hablar con los animales, una habilidad que yo, en mi imaginación infantil, creía poseer.
A veces parece gracioso, pero hoy, después de casi dos décadas, miro atrás con nostalgia y cierta comprensión, ya que en el colegio, mis compañeras me relacionaban con esa serie porque yo solía comunicarme con los animales, o al menos, eso les hacía creer. Y ahora, lo entiendo todo. Sé que el profundo amor que siento por la fauna y por el bienestar de los animales en nuestro planeta viene de aquella época.
Con el tiempo, todas esas piezas de mi historia comenzaron a encajar como un rompecabezas. Me convertí en hogar de paso para animales, rescaté a algunos, lloré por muchos otros y, al final, siempre regresaba al entorno natural. Era como un efecto purificador y liberador, una forma de escapar del dolor, sufrimiento e insensibilidad que veía en el mundo hacia los animales y la falta de empatía.
Caminar descalza, escuchar el canto de las aves, sentir el viento en la cara y el fluir del agua, eran momentos que la naturaleza me regalaba y que traían paz y calma. Experiencias que me llevaron a entender, en un nivel más profundo, la importancia de nuestra conexión con el entorno natural.
Aquí, entra la charla con Jane Goodall, una reconocida primatóloga, etóloga y antropóloga que, de una u otra manera, cuenta con una historia similar a la mía. Solo que, aunque no crecí en medio de la Segunda Guerra Mundial, ni tampoco dediqué mi vida a los chimpancés en África, sí compartimos un amor por el medio ambiente y los animales desde pequeñas, fuimos curiosas, arriesgadas e incluso tercas al momento de ir en contra de muchas cosas por el bien de nuestros ecosistemas.
Su historia resonó tanto en mí que me ayudó a entender cómo la protección de los animales y su hábitat no es solo una cuestión de bienestar animal, sino también de la supervivencia humana, “a pesar de que algunas personas están divorciadas con el ambiente porque están en la ciudad, muchas otras buscan en la naturaleza su propia terapia”, comentó.
Cada vez más estudios respaldan lo que ella durante aproximadamente 45 minutos afirmó. El uso de la naturaleza como herramienta terapéutica para personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT), una terapia basada en la naturaleza, denominada ‘ecoterapia’, ha demostrado ser efectiva para reducir los síntomas del TEPT, la ansiedad y la depresión, utilizando actividades al aire libre como caminar, meditar en la naturaleza o incluso practicar baños de bosque, que se ha popularizado en Japón y en otras partes del mundo.
A este propósito, sumo las palabras del filósofo y psicólogo ecológico Edwin Camilo Saavedra: "cuando las personas están deprimidas, desde la perspectiva de la psicología ecológica y del pensador James Hillman, lo que está deprimido es la naturaleza y el mundo. Dado que no estamos separados de la naturaleza, si ella está deprimida, inevitablemente nos deprimirá a nosotros también. La naturaleza, con su vida biológica y anímica, posee sentimientos y emociones; estos elementos influyen en nuestro estado emocional, conectándonos profundamente con ella."
Hoy en día, vivimos en un mundo cada vez más urbanizado, donde muchas personas se sienten desconectadas de la naturaleza. Una desconexión que puede tener serias repercusiones en nuestro bienestar emocional; sin embargo, como mencionó Jane Goodall en su charla, recuperar este vínculo no solo es posible, sino esencial para nuestra salud y para la protección de los ecosistemas que nos rodean.
Aquí, algunos beneficios que trae consigo la conexión del ser humano con la naturaleza.
Menos estrés y ansiedad
Según un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology, el pasar tiempo en la naturaleza, lejos del bullicio de la vida urbana, puede reducir significativamente los niveles de cortisol (un indicador clave del estrés) y disminuir la ansiedad. Este contacto con el entorno natural puede ser tan sencillo como una caminata en un parque o una escapada al campo.
“Los datos revelaron que una experiencia de solo veinte minutos en la naturaleza es suficiente para reducir significativamente los niveles de cortisol. Sin embargo, si se pasa entre 20 y 30 minutos caminando o sentado en un entorno natural, los niveles de cortisol disminuyen aún más rápidamente.”
Recuperación de trastornos psicológicos
La ecoterapia ha mostrado ser efectiva en el tratamiento de trastornos como el estrés postraumático (TEPT), ya que combinan la terapia psicológica con la exposición a la naturaleza, ayudando a las personas a reconectarse con su entorno y con su propia humanidad.
“La ecoterapia se ha vuelto muy popular en los últimos tiempos para complementar las terapias de salud mental, pero también ofrece numerosas ventajas a nivel físico. El simple hecho de sumergirse en un bosque, abrazar un árbol o escuchar el sonido del río, puede ser de gran ayuda para mejorar la salud física, la capacidad de atención, la mejora del descanso, entre otros”, de acuerdo al medio Simbiotia.
Mejora la salud física
La interacción con la naturaleza está vinculada con mejoras en la actividad física y una mayor satisfacción con la vida.
De acuerdo a un informe entregado por la Revista Médica de Chile Scielo, "el acceso a espacios verdes mejora la salud, reduce la morbilidad y mortalidad cardiovascular, disminuye la obesidad y el riesgo de diabetes tipo 2, además, disminuye el estrés, aumenta la actividad física y reduce la exposición a contaminantes ambientales."
La naturaleza no solo es un refugio para nuestra salud mental, sino también un recordatorio de nuestra responsabilidad de protegerla. Al cuidar de los ecosistemas, no solo aseguramos su supervivencia, sino también nuestro propio bienestar. Reconectemos con la naturaleza y asumamos el compromiso de protegerla, por nosotros y por las futuras generaciones, tal y como lo ha hecho durante toda su vida, Jane Goodall.