“No es una apología a la obesidad, es aceptar todos los cuerpos”: Fat Pandora
Adriana recuerda que hace unos años, cuando estaba acompañando a una amiga suya a comprar ropa, entraron a una tienda y la persona que atendía la miró despectivamente y le dijo: “Para usted no hay nada”. Aunque el comentario le pareció horrible, ella, que se considera una mujer fuerte y que no se deja afectar por ese tipo de opiniones sobre su cuerpo, lo dejó pasar. Sin embargo, luego pensó en lo violento y desafortunado que había sido el episodio.
“Si una mujer que no está sintiéndose fuerte entra un día a esa tienda, podría salir destruída”, dice Adriana, quien es comunicadora, estudió mercadeo de moda y hace 10 años creó Fat Pandora: un blog en el que reflexiona sobre lo que significa tener una talla grande y seguir de cerca las tendencias de la moda. “Yo lo hacía por si algún día las marcas colombianas se encontraban conmigo. Quería que se dieran cuenta que hay un gran mercado acá. También quería que otras mujeres gordas me vieran para que se pudieran identificar conmigo y saber que no están solas en esto”.
Y claro que no lo están. Desde hace unos años, iniciativas como las de Fat Pandora y Lunes de Look en Colombia, y como las de Jenicka López y Denise Bidot en otros países de América Latina, se han enfocado en reivindicar el derecho a que las mujeres aceptemos nuestro cuerpo tal y como es. Con esto, han logrado crear comunidades masivas de mujeres de todas las edades, para darles un mensaje claro de que está bien celebrar los cuerpos en todas sus formas, vistiéndolos a su gusto y con placer.
Pero ese camino hacia esa aceptación radical de nuestra propia piel sigue estando lleno de dificultades y prejuicios.
Apuestas como la nueva colección de Fat Pandora con marcas importantes hacen parte de esos logros colectivos que no solo celebran las mujeres de tallas grandes, sino todas las mujeres que buscamos hacerle el jaque a esos estereotipos de belleza.
Adriana dice que este es el resultado del trabajo de muchas mujeres que han hablado del tema y visibilizado un mercado por muchos años desatendido. “El hecho de que un icono tan grande como Falabella haya volteado la mirada hacia nosotras es importante. Va a ser muy sanador para muchas mujeres. Es una experiencia sanadora entrar a un vestier y poder llevar ropa que no solo nos quede, sino que nos guste mucho”.
Vanessa es publicista y modelo de tallas grandes, participó en la campaña de esta línea de ropa y dice que al ser un canal tan grande abre la posibilidad a que otras mujeres de tallas grandes conozcan que sí hay ropa para ellas. ”Este tema termina siendo conocido solo por las personas que estamos en este medio, pero con esta iniciativa, esto va a cambiar. Las tallas por lo general sólo llegan hasta la 18, pero esta colección llega hasta la 26. Son prendas muy chéveres, con diseños bonitos. No es cualquier cosa: hay vestidos, faldas, pantalones bota ancha, con rotos, chaquetas de jean. Todo a la moda”.
Con esto además se rompe la idea de que vestirse bien, o a la moda, es solo algo a lo que pueden acceder mujeres con cierto tipo de cuerpo. “La moda ha creado una idea errónea de que solo las chicas delgadas, sin senos, sin cola, pueden verse bien. Esto se vio mucho en los 90 y principios de los 2000, cuando mujeres como Paris Hilton eran el prototipo más fuerte de la moda”, explica Quiñones, agregando que otros íconos pop como Britney Spears, Christina Aguilera y Hilary Duff tuvieron que ver con este fenómeno cultural.
De acuerdo a Adriana, el problema es que en algún punto de la historia el cuerpo de las modelos empezó a ser referencia de lo que era un cuerpo bello. “La función del cuerpo de las modelos es ser un gancho para exhibir cómo cae y se ve la ropa. Pero con esta concepción se entendió que todas las mujeres debían verse así para ser leídas como bellas. Cosa que para muchas es imposible no solo porque hagan dieta o ejercicio, sino porque todas tenemos cuerpos diferentes, más nosotras que tenemos curvas pronunciadas. Somos latinas”.
Esto, sumado al hecho de querer y no poder experimentar la moda, hacía sentir tanto a Vanessa como a Adriana constantemente frustradas a lo largo de su vida. Sin embargo, el hecho de poder viajar a otros países, donde la industria de la moda ya era más inclusiva para otros cuerpos, hizo que ambas pudieran probar nuevas tendencias, colores, diseños, patrones. Todo lo ponían en sus redes sociales a manera de bitácora.
Mientras lo hacían, también se daban cuenta que esa fijación hacia el cuerpo de las mujeres es muy machista, ya que nos invalida en otros escenarios. “Nuestro cuerpo tiene que ser nuestra única función para ser bellas y satisfacer la mirada masculina. Una mujer puede ser todo, menos fea o menos gorda. Toda mujer que no tenga un cuerpo heteronormativo paga esa censura o esa sanción social”, dice Adriana.
Vanessa recuerda que desde muy niña aprendió a ser la chistosa, la chévere, porque entendió que debía encajar de otras maneras. “Recuerdo que hasta los referentes de mis amigos hombres en el colegio estaban en sus cuadernos, con Ana Sofia Henao. Yo pensaba todo el tiempo: ¿dónde quepo? Probablemente nunca me voy a ver así”.
“Muchas veces nuestras mamás y tías han sido las primeras que nos han hecho comentarios negativos sobre nuestros cuerpos, pero ellas simplemente repiten un comportamiento que también tuvieron con ellas”, dice Adriana, poniendo sobre la mesa lo normalizada que es la gordofobia en nuestra cultura.
“El primer paso para salir de ese patrón de repetición es ser conscientes de que eso no está bien. De pronto nuestras mamás o abuelas no se dieron cuenta que eso estaba mal, pero ahora tenemos mucha información y sabemos que ese comportamiento es patriarcal. También es súper importante cambiar esas dinámicas hacia las niñas y los niños, diciéndoles que ninguna mujer debe dar ninguna explicación sobre su cuerpo, así como también debemos dejar de darle cumplidos a las niñas por su físico y empezar a valorarlas también por su inteligencia y valentía”, añade.
Justamente uno de los objetivos de esta colección es que las niñas y niños vean que hay cuerpos diferentes y que ahí, en la diferencia, está la belleza humana. “Otro mensaje que queremos dar es que existimos y nos queremos ver bien. Esta no es una apología a la obesidad. Tenemos derecho de habitar ropa, a sentirnos bien cuando vamos a comprarla. Es una búsqueda de igualdad”, dice Adriana, quien además explica que los ámbitos médicos muchas veces discriminan a las personas por su peso.
“Si una persona delgada y una persona gorda van a la clínica con los mismos síntomas, generalmente a la persona gorda le hacen perder peso. Le dicen cosas super hirientes y hacen que deje de ir al médico, consecuencia de la humillación y el maltrato. Cuando regresa al médico, esta persona puede tener una problemática que posiblemente no se solucione o que está muy avanzada”, explica Adriana.
Y dice que no se trata de negar que la obesidad está relacionada con problemas cardiometabólicos. Pero añade: “Patologizar tanto la obesidad no tiene sentido. La OMS nunca ha declarado la obesidad como una enfermedad. Siempre se ha dicho que la obesidad es un factor de riesgo”.
Toda esta marginación en un mundo que idolatra la delgadez ha sido un campo fértil para Fat Pandora, para reivindicar esas prendas que muchas marcas le deben a tantas mujeres. La apuesta no es solo estética o una cuestión de tallas, sino que a través de precios justos intenta democratizar la ropa de tallas grandes. Adriana dice que muchas marcas se excusan con el argumento de “van a gastar más tela” para cobrar más, como si estuvieran haciéndole un favor a las mujeres de tallas grandes.
“No hay nada peor que entrar a un lugar y no sentirse bien recibido. Por eso es tan bonito esto: te vas a probar la ropa y te va a quedar bien. Nada te va a quedar apretado, ni vas a tener que esforzarte porque algo te entre en el cuerpo a la fuerza”, dice Vanessa.
Y con esto evidencia que ese esfuerzo, a veces despiadado y cruel, por encajar en unos moldes de belleza tan irreales, cada vez debería esfumarse más. No solo hacia nuestros cuerpos desde lo individual, sino como colectivo, preguntándonos cómo podemos crear relaciones menos violentas e invasivas con las demás. Sobre todo, para que empecemos a acoger y a celebrar, desde el amor, eso que nos hace únicas.