K-pop, de Corea del Sur para el mundo
Idols (artistas consolidados), trainee (aprendiz), fighting (animar a una persona) lightstick (objeto de luz que identifica a una banda), fandom (grupos de fans), bias (miembro favorito del grupo), comebacks (regreso de un grupo), photo cards (imágenes de los artistas de colección), hiatus (pausa de un idol por tiempo indefinido), ost (grupo haciendo una banda sonora), rookie (artista o grupo principiante), sassaeng (fans obsesionadas), stan (apoyar a un artista), sumbaenim (mención de un artista joven a uno experimentado - jerarquía), son algunos de los términos que envuelven toda una cultura que incluye música, coreografía, artistas juveniles y una industria de mercadeo bastante singular que ha logrado posicionar decenas de agrupaciones musicales en las dos últimas décadas.
El nacimiento
A finales de los años 80, Corea del Sur pasaba por un momento político importante: la aparición de la Constitución democrática de 1987. Antes y durante este periodo el contenido que se producía y transmitía era controlado por una autoridad estatal central que, mediante la censura, animaba a los consumidores a apoyar el modelo de gobierno. En la música, el Gobierno participaba activamente en la creación de contenido sonoro encargando canciones a las compañías discográficas.
En 1992 debutaba en televisión el grupo musical masculino Seo Taiji & Boys. Ese año se celebraban las primeras elecciones democráticas en el país. Debido a su estética hip hop y su clara influencia extranjera, el jurado del programa no los aprobó. Posteriormente, se convertiría en el primer grupo masculino exitoso de pop coreano o k-pop, increíblemente popular para una generación ansiosa por conectar con el extranjero.
Junto al revolucionario sonido de Seo Taiji & Boys estaban las coreografías. En la cultura oriental tradicional, bailar se consideraba algo deshonroso, individualista y en contra de los ideales de corrección y templanza. Con los años, se emitieron permisos especiales a los artistas, hasta llegar a un punto de cierta permisividad con la que ha llegado el crecimiento en número, calidad y espectáculo de las agrupaciones surcoreanas.
La evolución
Se estima que hay más de 180 bandas del género en la actualidad y solo durante 2020, según destaca Kpopmap, se habrían creado 43 adicionales, oferta en la que destacan los formatos de girlbands y las boybands.
Bandas como BTS, Blackpink, Twice, Got7, Stray Kids, Aespa, Itzy, Enhypen entre otras agrupaciones hacen parte de esta ola que se abalanza sobre el resto del mundo.
Una industria que, anualmente produce centenares de artistas que pasan por rigurosos procesos de formación y entrenamiento, ha generado la gran ola coreana que gracias a la globalización ha impactado en amplia escala a todos los rincones del mundo. La generación Z del mundo occidental, ha abierto sus brazos recibiendo, a través de la tecnología, una avalancha cultural proveniente desde Corea del Sur.
Y es que el K-pop, trasciende al género musical: se incluye no sólo las fusiones sonoras de dance, rap, rock, hip-hop, electrónica o folk, sino que comprende las coreografías que han logrado captar la atención de los jóvenes en occidente.
“El K-pop es muy llamativo por su puesta en escena en general. Ya sea el baile, la estética, la manera de vestir, la manera de maquillarse, también el idioma y el canto, porque el K-pop es una mezcla de todas esas cosas. Entonces, a partir de esta escena, hay un interés general, y muchas personas también se interesan por los estudios del idioma, ya sea para hacer intercambios a Corea o hacer maestrías, o simplemente ir de turistas a visitar el país” comenta Nora Llanos, coordinadora y coreógrafa de la academia de K-pop Stage en Barranquilla.
La industria
Julio Correal, productor musical, explica que más que posicionar el género, el país se ha enfocado en una “industrialización de la música”, en la que los artistas reciben entrenamientos rigurosos, hay inversiones considerables y se construye un estilo de vida para los fans.
A través de minuciosas estrategias de mercadeo surcoreano, que incluyen el aprovechamiento de las herramientas tecnológicas, se han creado tendencias que provienen de ese país. En los videos musicales y durante las presentaciones en vivo de los artistas coreanos, se puede apreciar un grandioso despliegue de luces y efectos novedosos, en donde diseñadores y artistas se involucran para crear dichas tendencias.
Se distinguen por el cuidado de su apariencia física y su expresión corporal. No es casualidad que el K-pop haya alcanzado tal popularidad que la revista Billboard creara una lista para destacar las mejores canciones de este género llamada: Korea k-pop hot 100.
Hay antecedentes en Japón de jóvenes talentosos que hicieron exploraciones similares con la música pero su estética era un poco menos llamativa para occidente. “El asunto con el K-pop es que, todo este florecimiento de distintas industrias en el país y también el crecimiento en el estilo de vida fue abriendo las posibilidades para una industria cultural muchísimo más desarrollada y a la vez tener mejores elementos para crear productos más elaborados y de muchísima calidad” indicó el sociólogo, escritor, creador de contenido y promotor de edu-entretenimiento, Camilo Puello, quien actualmente vive en Beijing, China, desde donde promueve la plataforma de su semillero de creatividad: Joven Mundólogo.
En un mundo en el que impera la digitalización de las comunicaciones que pueden generar un fuerte impacto en las personas, la humanidad ha cambiado radicalmente sus costumbres y hábitos de consumo, incursionando una cultura sobre otra, promoviendo así más el cambio e incluso la generación de nuevas culturas.
Las culturas orientales no son la excepción a dicha incursión, y es que, con tantos avances tecnológicos que han surgido en el mundo, acompañado por otros aspectos que abarca la tecnología, es imposible indicar que no tenga repercusión o cualquier tipo de impacto sobre otras regiones del mundo. La incursión es bastante sencilla, ya que la cultura se puede expandir incluso por redes sociales.
El impacto en Latinoamérica y el mundo
“Me parece que en general es un intercambio cultural bastante interesante porque nosotros podemos aportar también desde nuestra cultura algo para allá y así rendirles de alguna manera como un homenaje a todo ese esfuerzo que hacen los artistas. Porque sí, es un entrenamiento bastante duro y no sé, en general creo que es una forma también de honrar su trabajo” Nora Llanos, coreógrafa.
El producto de exportación que se ha creado la maquinaria surcoreana se encarga de perfeccionar cada detalle de esta puesta en escena. Los jóvenes pasan por un meticuloso proceso de audiciones en el que son seleccionados los trainees para formarse no solo como cantantes y bailarines, sino que todo ello va acompañado de una estética que se perfecciona y en la que intervienen desde los bisturís hasta diseñadores de moda, estilistas y toda la industria de mercadeo que produce finalmente cada proyecto de idols.
“Básicamente el mensaje que ellos le están enviando al mundo, más allá de una colonización cultural, como quizás ha sucedido con la cultura pop estadounidense, en el caso del K-pop no se da como tal una transformación del pensamiento, en cambio, sí se da una transformación estética. Y esa transformación estética es cuando el común de los chicos y chicas adoptan esos códigos estéticos para lucir como coreanos. Ese producto, más allá de ser una imposición cultural, es una tendencia” concluye el sociólogo Camilo Puello.
Durante cada generación se imponen distintos hitos en lo que a la moda se refiere. En la actualidad, podemos notar en las calles la gran influencia de las tendencias nacidas en el k-pop. Bien sea para identificarse como parte de un nicho, los jóvenes seguidores de estos estilos resaltan en sus entornos sociales, por el modo de vestir, los gustos compartidos e incluso el despertar de intereses como el aprendizaje de coreografías en las crecientes academias de danza que imparten no solo la danza, sino que se convierten en espacios donde se crean lazos para compartir afinidades como el idioma, las canciones y la estética.
“No sabemos si el Kpop va a durar, no sabemos si más tarde vendrá otro producto o el producto evolucione. Pero el K-pop hoy es una evolución de lo que sucedió en los Estados Unidos a principios de los años 2000 (con las boybands), y seremos testigos de una expansión que permitirá no solo la introducción del k-pop en el mundo sino que observaremos un mercado más variado y equitativo en lo que a nacionalidades en la industria musical se refiere”, indica Puello.
Ante una generación hiperconectada y que ha transitado una pandemia y los efectos sicológicos que ello pudo generar, las letras de las canciones y los ritmos contagiosos de este género, suenan esperanzadores. Por lo menos, así lo concluye un estudio de la Unesco, en el que se manifiesta que “los vídeos de K-pop han tenido efectos beneficiosos en el estado psicológico de los jóvenes. Muchos dicen que les han ayudado a superar la fatiga pandémica, término que describe la ansiedad causada por la crisis sanitaria”. Así que si este ruido generado desde Asia venía en crecimiento, el acceso a la tecnología durante la pandemia ha amplificado el eco de su influencia en este lado del mundo.