Historias de grafiti y resistencia en Colombia
La palabra "grafiti” tiene sus orígenes en la palabra griega graphein, que significa escribir. El arte del grafiti de escritura nació en Nueva York en la década de los sesenta, en los diseños plasmados en los vagones del metro. Sin embargo, la práctica grafitera data de hace muchos años y ha sido empleada como un medio alternativo para romper con el consenso que se ha otorgado a la indiferencia, la violencia y la intolerancia.
Ana Villa, politóloga y guía del Bogotá Grafiti Tour, asegura que “Existen diversas teorías sobre los antecedentes del grafiti, algunos se remontan a la creación de las ciudades, es decir hace más de 3.000 años; otros dicen que estas solo se reconocen desde el siglo XIX cuando ha habido manifestaciones sociales y se ha encontrado el acompañamiento en prácticas de pintar o intervenir las calles; hay quienes lo remiten mucho antes con las inscripciones gráficas sobre cualquier superficie sin importar que estuviera fuera de las ciudades”.
Los grafitis son formas alternas de comunicación creadas por personas autónomas, para expresar, a través de medios como una pared, la ruptura del silencio o la indiferencia y es empleado cómo una manera de llamar la atención a la opinión pública.
Lo cierto es que desde hace algunos años, Colombia es el escenario de múltiples manifestaciones artísticas murales, dejando en evidencia el talento con que decenas de artistas urbanos de las diferentes regiones del país buscan expresar, cada uno con sus sellos y colores, la identidad de las ciudades exteriorizando los problemas que atañen a cada una.
En La Palabra conocimos varias historias en las regiones que nos demuestran que el grafiti corre por las venas del país.
Bogotá, sin duda, lo lleva en su ADN. “El grafiti de escritura llegó a la capital con el hip-hop en la década de los ochentas”, asegura Santiago Catro, artista plástico. Desde aquel entonces se establecía un diálogo con las nuevas audiencias a partir de la música y las artes visuales. Surgen diversas prácticas que se unen al grafiti, “Esto engloba muchas cosas, hablamos de cartelismo, de murales, de Street art, esta expresión cubre desde el barrismo a la consigna social. Bogotá al ser una ciudad en continua construcción, tiende a tener múltiples espacios para intervención artística”, agrega Santiago.
Los festivales han permitido que esta manifestación cultural urbana tenga una mayor aceptación en la sociedad. Jeffer Carrillo guía del Bogotá Grafiti Tour, comenta que “El movimiento del grafiti en el mundo es muy grande, esto ha generado la creación de festivales. En Colombia tenemos el SurFest, en Ciudad Bolívar; Pictopía en Medellín; el festival Siempre estuvimos aquí; el Festival de grafiti femenino y muchos más".
Las propuestas alrededor de la difusión del arte urbano han ido creciendo con los años en las distintas ciudades. En Bogotá, por ejemplo, el Bogotá Grafiti Tour nace en el año 2011 como una iniciativa turística, siendo un recorrido por el centro de la ciudad en el cual se habla sobre la inspiración y diversos estilos de los artistas. “Se trata de conectar a los visitantes con el contexto de la ciudad para generar un aprendizaje sobre el contexto social”, agrega Jefferson Carrillo.
“Con la intención de dar mayor visibilidad a la Comuna 13 de Medellín, surge la ruta por distintos centros culturales que no eran usualmente visitados. Esto se da gracias a Jeihhco y Perrograff, a través de la cercanía y la conversación sobre nuestro territorio. El proyecto Medellín Se Pinta de Vida, permitió que Casa Kolacho se diera a conocer al mismo barrio a través del color, la pintura, y la transformación como una forma de contar nuestras realidades por medio de la imagen” agrega Jeison Ríos.
Uno de esos festivales que ha permitido la difusión del arte mural en el Caribe es Killart, el cual ha dado a conocer el trabajo de decenas de grafiteros como Joyce Obregón, Linda Montoya, más conocida como Azahar de Amaranta, y Norella Magdaniel, evidenciando la participación femenina que se viene desarrollando alrededor del arte mural.
Norella es una joven artista plástica de 21 años, ella busca generar la conexión entre la gente y su trabajo. Sus obras de tonos pasteles, con figuras de niños y con objetos en sus cabezas buscan transmitir profundos mensajes a través del surrealismo pop. “Me enriquece mucho ver como el arte puede ser un lenguaje para romper cualquier frontera idiomática”, apunta.
En Cali, Gabriel Mesek confirma como el ambiente puede moldear las formas de expresión. “La misma ciudad me brinda las herramientas, me da las ideas, los colores sobre lo que quiero pintar. El color interactúa con el clima, desde allí saco mi paleta de color” , explica.
Constanza Ofelia, artista gráfica urbana del colectivo Mesa Gráfica Urbana de Cali, expresa que en la ciudad “Este es un acto transgresor, hemos podido coger el grafiti y usarlo como una herramienta poderosa de cambio, hemos entrado a barrios para generar cambios en los jóvenes”.
Este colectivo ha unido artistas, colectivos de la ciudad y del mundo en el Festival Borondo, permitiendo un intercambio de experiencias en los barrios y puntos representativos de la ciudad como el barrio Obrero. El proceso que han desarrollado en la capital vallecaucana ha aportado una mejor convivencia en los barrios con situaciones de vulnerabilidad. También han expresado su rechazo por el manejo de los recursos para la cultura por parte de las entidades locales.
En el sur del país, las propuestas visuales son también un método de resistencia ante la violencia. Santander de Quilichao ha sido un municipio vulnerable a los estragos de la guerra en el departamento del Cauca, allí el arte resiste.
Un grupo de artistas gráficos ha creado el colectivo Muros Vivos y junto al laboratorio social urbano LabSur están embelleciendo el pueblo y también están rechazando el conflicto en el territorio. “Hoy el miedo intenta callar las voces de mi pueblo, mientras las armas gritan sin cesar. La muerte desfila desangrando las calles de mi pueblo, intentando callar voces inocentes que dicen no 'más a la guerra'", dice Alvaro Chocó, muralista de Santander de Quilichao.
“El Muralismo es una de las herramientas que a través de imágenes dirá más de mil palabras, es el lugar donde expresaremos sentimientos reprimidos por la pérdida de mis hermanos queridos. Como humano que soy expreso esa emoción de dolor por la pérdida de aquellas personas que desvanecieron inocentemente en un río de sangre sin poder decir adiós a sus seres queridos; estas son las huellas que deja y sigue dejando el conflicto armado en Colombia. Por eso como artista y muralista del colectivo Muros Vivos Crew, plasmaremos más historias y mensajes,sobre cada lienzo de las calles del querido pueblo", agrega Chocó.
Entretanto, los artistas seguirán encontrando en los espacios a cielo abierto, el lienzo para las obras que buscan expresar las emociones que necesitan ser vistas por las comunidades de cada una de nuestras ciudades.