¿Es pasión?: cuando el fútbol justifica el racismo y la violencia
El pasado miércoles 10 de Mayo, la exitosa serie Ted Lasso estrenó el noveno episodio de su tercera temporada. Aquí el personaje de Roy Kent, un entrenador y exjugador profesional de fútbol, tiene la oportunidad de dar uno de los más famosos e inspiradores monólogos de la serie para referirse a un tema que no solo afecta al fútbol, sino a la sociedad en completo: la violencia y el abuso verbal hacia los jugadores profesionales.
El tema, muy en el tono de una serie que inspira a los espectadores a tratar de ser mejores personas, recuerda cómo la empatía, la comunicación y la bondad son tan importantes como escasos en una sociedad de ruido y confrontación constante. En su intervención, Roy Kent nos recuerda cómo en el fútbol, la emoción y la pasión a menudo se confunden con una forma no tan evidente de violencia: la violencia verbal. Una violencia que abarca insultos incluídos los raciales, discriminación sexual, comentarios despectivos y otras formas de lenguaje ofensivo y que a menudo son intercambiadas entre jugadores, entrenadores y aficionados.
Y es que este tipo de acciones y comportamientos se han convertido en algo sumamente normalizado: esto en gran parte por el relativo anonimato que proveen los espacios públicos como las redes sociales y los estadios de fútbol.
La expresión de conductas profundamente antideportivas, agresivas y violentas es algo a lo que al parecer nos estamos acostumbrando, tanto que poco a poco vamos abriendo la puerta al regreso de discursos de odio que creíamos que estaban innegociablemente proscritos del debate social.
Vinicius Jr. y los insultos racistas: un tema para mirar con lupa
Ahora, el tema ha tomado una dimensión mucho mayor después de que el pasado 21 de mayo, el jugador Vinicius Jr. sufriera insultos racistas por parte de algunos aficionados. La verdad es que aparte de los ya deplorables comentarios que recibió en el campo, desde antes de que el jugador pisara el césped, se escucharon cánticos racistas a las afueras del estadio.
Una vez iniciado el partido, los insultos continuaron con términos que subían gradualmente de tono hasta que el jugador decidió reaccionar y señalar a los aficionados, deteniendo el partido durante unos diez minutos.
Vinicius rompió con esa cultura de hacer la vista gorda o el odio distraído para decir basta. Lamentablemente la reacción de sus compañeros y cuerpo arbitral, lejos de mostrar empatía y apoyo se enfocó en tratar de darle continuidad al espectáculo. A pesar de los intentos de calmar la situación, los gritos racistas persistieron hasta el final del encuentro.
Curioso es que sorprenda la reacción de Vinicius a quién se le pedía hacer caso omiso de lo que estaba sucediendo; curioso es que esto suceda en el fútbol semana a semana, en diferentes partes del mundo y algunos consideren que es parte del deporte; curioso es que con el tiempo nos hemos acostumbrado a convertir todo tipo de rivalidades en guerras, enfrentamientos sin cuartel en donde nos olvidamos de que los jugadores, los políticos, las personalidades e incluso nuestros compañeros y compañeras de trabajo y estudio son personas.
Es absurdo pensar que se puedan proferir toda clase de insultos y ataques a una persona porque haga parte de otro equipo, una persona que está trabajando y por razones casi fortuitas de la vida, ha terminado haciéndolo en otro lugar.
Por otro lado, es increíble que una persona justifique en el deporte o en una “opinión” el maltrato verbal hacia otra. Estudios han indicado que la violencia verbal es una preocupación significativa dentro de la comunidad futbolística: más del 60% de los futbolistas profesionales han manifestado haber sufrido abuso verbal en el campo y en redes sociales, siendo el lenguaje ofensivo la forma más común de abuso. La prevalencia de la violencia verbal subraya la necesidad urgente de intervención y conciencia.
Esto puede tener efectos psicológicos profundos en los jugadores. Otras investigaciones han señalado una correlación entre el abuso verbal y un aumento en los niveles de estrés, ansiedad y una disminución de la autoestima entre los futbolistas.
Ahora bien, lo verdaderamente interesante ha sucedido en las conversaciones y repercusiones post partido. El fuerte comunicado emitido por el jugador tras el partido denunciando el racismo institucional y social en España ha desatado toda clase de reacciones, muchas de ellas rasgándose las vestiduras después del escándalo mediático. Esto, por lo menos ha permitido abrir un debate que a las sociedades occidentales les cuesta enfrentar. Aún hay mucho racismo en nuestra sociedad y aunque no necesariamente va en aumento, definitivamente tiene una percepción de tolerancia que no se veía en décadas.
Lo importante es que este tema no se convierta en instrumento mediático de turno para desaparecer después de servir a ciertos intereses particulares dentro de la agenda. Es fundamental que nos demos cuenta que la agresión y el abuso verbal no son normales ni aceptables dentro ni fuera de un estadio, y que gobiernos, instituciones y equipos deben tomar medidas para disminuir el ambiente tóxico en el contexto del fútbol; que los jugadores no toleren más este tipo de abuso y que los fanáticos dejen de justificar conductas reprochables solo por el contexto deportivo en que se desarrollan. No es pasión: solo es violencia.
La violencia verbal en el fútbol puede perpetuar la desigualdad social y la discriminación. Los insultos raciales y los comentarios ofensivos dirigidos a la etnia, nacionalidad o origen de los jugadores pueden profundizar las divisiones existentes y exacerbar las tensiones raciales. La violencia verbal, particularmente el racismo, crea ambientes hostiles que obstaculizan la inclusión, la diversidad y el juego limpio. Así que abordar la violencia verbal no solo es esencial para el bienestar de los jugadores, sino también para fomentar una comunidad futbolística, y en últimas, una sociedad más inclusiva y tolerante.