Educar con amor, no con celular
La tecnología puede traer grandes beneficios de aprendizaje para los niños pero si es mal manejada, puede producir t-o-d-o lo contrario
Como si fuera una obra de teatro, el guión y las escenas son las siguientes:
Escena 1. El niño se sube al transporte escolar a las 5:50 de la mañana, se sienta y acto seguido, saca su Tablet o celular y ahí se clava durante el trayecto hasta que llegue al aula de clase.
Escena 2. El niño sale al descanso y prefiere ver videos o jugar en su dispositivo móvil envés de correr, empantanarse, gritar, montar a columpio o simplemente sentarse a hablar con los amigos de su edad.
Escena 3. El niño sale de clase, sube al transporte escolar para que lo lleve de regreso a casa y adivinen qué pasa…
¡Acertaron! Saca el celular; y así, como un rito sagrado de cada jornada, luego llega a la casa, almuerza o toma el algo y mientras… habla por Wasap; pero llega la hora de las tareas y saben qué, las hace con el celular al lado, no logra concentrarse ni en matemáticas, ni en sociales, ni en español…
Pero en casa todo está bien: “es que el niño es muy juicioso, es todo casero, no le gusta salir a la calle”, dice la mamá; el papá por su lado, se enorgullece contándole a sus amigos: “mi hijo, no hermano, no se siente, es de un juicio ese muchacho, yo lo adoro, salió tan inteligente como yo”.
Esa dinámica que parece tan natural se convirtió en uno de los temas contemporáneos más serios y que demandan mayor atención de los padres de familia: ¡los niños viven pegados del celular, la Tablet o el computador! Con todo lo que ello implica, pueden descuidar esa etapa de la vida clave para aprender a relacionarse con los otros, jugar a escondidas, correr, ir a un parque, montar en bicicleta y rasparse las rodillas; y yendo aún más allá, pueden ser víctimas de ciberacoso o bullying, por dar solo dos casos puntuales de riesgo digital y no pasar como alarmista.
¡Y claro que la tecnología tiene muchas bondades para el aprendizaje! ¡Y hay que aprovecharlas! No tiene discusión; pero también, implica riesgos y por ello la compañía de los padres es clave para la regular los usos, el tiempo y sobre todo, para dar ejemplo y no sentarse por ejemplo a la mesa a comer con el celular en la mano; ¡Y reconozco que también me he equivado aunque siempre trato de evitarlo, procuro trabajar en ello! No en vano escribo esta columna.
Otra forma es leer un libro en las noches juntos envés de prestarle el celular al hijo para que vea caricaturas mientras uno lee la última encuesta de las presidenciales; y es que no es tan difícil, insisto: ir juntos a la ciclo ruta, montarse a un árbol, jugar a la profe o a la doctora, hacer un choza en la cama y pintarse la cara de payaso…
Lo dijo la reconocida psicóloga clínica Catherine Steiner-Adair, quien ha estudiado la relación de los niños y la tecnología: es importante que los niños disfruten y comprendan que la vida es atractiva fuera de la pantalla, que sientan curiosidad del entorno y por otras personas, que se interrelacionen…
En esa perspectiva, en 2017 la Universidad de Harvard realizó un estudio con un grupo de niños con acceso a teléfonos inteligentes y concluyó quienes los manipulaban, dormían menos; a la par, otras investigaciones han establecido que estos dispositivos generan ansiedad cuando no se han establecido pautas del uso, generando problemas de salud tanto de obesidad como de visión, además de irritabilidad, aislamiento, depresión y como ejemplifiqué al comienzo de este texto, bajo rendimiento académico.
No pretendo dar cátedra de crianza, ni más faltaba, pero si quiero hacer un llamado a todo aquel que tiene hijos para que sea primero el amor, la compañía, la palabra y la risa, mirar a los ojos a nuestras pintas y no ver su reflejo en la pantalla del computador mientras nos pide que juguemos…