Festival Estéreo Picnic 2023: Un viaje musical que desafió el tiempo y el espacio
Algunas personas se preguntarán ¿por qué ir cuatro días a enterrarse entre el lodo, mojarse con la fría lluvia, caminar kilómetros entre un escenario y otro y dejar el cuerpo adolorido? Estaremos de acuerdo que la mejor respuesta es ¿y por qué no hacerlo? Sí, es "duro" ir varios días a un festival; es duro el trancón, el clima, el cansancio; es duro comer mal, dormir poco y aguantar frío; pero cuando estás entregado al sonido, cuando ves que a tú lado alguien llora de alegría, que las personas olvidan las inhibiciones y simplemente se dejan llevar por el momento, absolutamente todo cobra sentido y te das cuenta que en verdad no es para nada duro.
El tercer día de Estéreo Picnic 2023 fue un día que realmente valió la pena, no solo por el jolgorio de la fiesta, sino por el viaje que propuso con su cartel. Esta jornada se caracterizó por tres cosas importantes. La primera fue que afortunadamente llovió solo un rato muy corto por la noche.
La segunda fue que los sonidos tradicionales colombianos y sus exploraciones desde el presente se tomaron el campo de golf para decirle al mundo que estamos aquí, así sonamos y ningún discurso misógino, homofóbico y retrógrado mal intencionado va a parar esta marea.
El día comenzó con el rugir de la marimba, los cununos y las mágicas voces de Semblanzas del Río Guapi, agrupación que llegó desde el Cauca para traer todo ese "duende" que tiene el Pacífico colombiano; también representado por los hermanos caleños DawerxDamper, que se presentaron con DJ, bajo, batería y bailarinas y casi le prenden fuego al escenario. Además estuvo Junior Zamora con su imagen que nos recuerda a todos los dioses y diosas africanas que se manifiestan en su conmovedora voz.
Pero lo más interesante de este día, es que planteó un viaje sonoro que trajo un diálogo expresado en caderas bamboleantes, gargantas irritadas, pies hinchados y lenguas entrelazadas; el cual nos llevó del Pacífico al Caribe para sentir el embrujo de La Perla y sus tambores; a quienes se les sumó la psicodelia del acordeón de Felipe Orjuela y la Nueva Estudiantina; la pasiva y dulce voz de Elkin Robinson y todo el amor que nos da desde Providencia; y el delirio caleidoscopio de Frente Cumbiero.
El tercer elemento que hizo tan intensa esta jornada fue la presencia del hip hop y los sonidos más urbanos, esos ligados a los andenes rotos, a los barrios bravos y a las almas que sobreviven entre el cemento. Desde temprano la fuerza del sur de Quito se sintió en las rimas de Mugre Sur quien dio el micrófono a No Rules Clan, grupo que nos llevó al corazón del Valle de Aburrá y calentó los ánimos para Trueno.
El rapero argentino dio la que sin duda será recordada como una de las mejores presentaciones de este año y demostró que tomar riesgos con la música vale la pena y que unir la tradición rockera de una ciudad como Buenos Aires con el pulso global del rap y la herencia de cada rincón de Latinoamérica no solo es posible sino necesario.
Uno de los shows más esperados de la noche, y tal vez de la historia de hip hop colombiano, fue el de Wu-Tang Clan. En verdad no hay palabras para describir la fuerza de este gigante de la música que mostró cómo es que se hace una presentación de hip hop épica.
Otro de los más esperados de la noche fue Bizarrap que convocó a miles de personas y presentó un Dj set que sin mucho que destacar, hizo vibrar al público hipnotizado por los remixes, las luces y los visuales que terminó dándole mucha energía a este joven productor argentino que en un punto se mostró muy conmovido por la acogida que tuvo.
Quienes sí distorsionaron la realidad y por un hermoso instante nos llevaron a otro universo fueron los Chemical Brothers que regresaron a Colombia para robarnos el alma. Tres pantallas y muchas luces fueron suficientes para que dudemos de lo que nuestros sentidos percibieron. A esa hora el frío era intenso como los bajos que vibraban en las entrañas de los cuerpos errantes que se costoncionaban atrapados por la música, que en un momento era muy colorida y eufórica, pero que en una segunda parte se puso densa y oscura, como un viaje a lo más profundo del subconsciente pero al que vamos felices. Y uno de los mejores momentos del show fue cuando bajaron de los cielos dos robots gigantes que se desvanecieron en las sombras como si nunca hubieran estado allí.
Al final los cuerpos quedaron magullados pero felices, porque a pesar de todo, poder entregarse al delirio de esa forma en un país que da muy poco es algo que va más allá de la simple fiesta, es un acto de resistencia, no solo contra el clima, el terreno y los fétidos baños, sino contra el mundo y sus restricciones. Eso nos ha ensañado el rap, las músicas que se gestan en cada esquina de Colombia y los cuerpos que, aunque sea por una noche, se atreven a ser libres.