'El Cuervo': el regreso que quizá no estábamos esperando (reseña sin spoilers)
El pasado 22 de agosto se estrenó en salas de nuestro país la película El Cuervo, una esperada y quizás tardía versión de este personaje, la cual tuvo que haber salido hace ya varios años durante ese auge de nuevas versiones, donde nos trajeron quizás muchos proyectos innecesarios como la versión de Robocop de José Padilha, o la actualización de Carrie, protagonizada por Chloë Grace Moretz.
Ahora bien, en 1989 el historietista James O’Barr publicó para la editorial alternativa Caliber Press lo que sería una suerte de serie transicional entre la era oscura del cómic durante los años 80 y la llegada de los 90 con todo su sentido alternativo. Allí se contó el relato de Eric con su historia de redención, donde volviendo del más allá, un cuervo le otorga el don de la invulnerabilidad para que pueda afrontar el duelo, sanar la pérdida de su esposa y hacer justicia frente a la impunidad que le arrebató la vida de él y su pareja.
Este imaginario y universo, cargado de una oscuridad poéticamente hermosa, sentó las bases para una seguidilla de series, donde este suceso le ocurre a más personas, convirtiéndose así en otras 14 iteraciones del cuervo. Allí, cada uno cuenta con una historia particular en la que regresan para vengar a sus seres queridos, cada uno viene con algunas habilidades sobrenaturales extra, que los hace distintos, y sus venganzas se convierten en torbellinos de confrontaciones, emociones y decisiones, con el fin de sacar una moraleja particular en la que se presenta al hampa como la representación del mal en la sociedad, siendo éste vencido por el amor como la única fuerza que hace posible que cese la ira, el rencor, la rabia y el dolor. Una forma de hacer duelo de su autor, quien tuvo que lidiar con la inesperada muerte de su prometida, siendo su oficio la única forma de generar catarsis a través de una historia de ficción en las viñetas.
Imagen de Caliber Comics
Ahora bien, este cómic que llamó la atención entre varios productores, quienes en algún momento pensaron que podría adaptarse como un musical oscuro protagonizado por Michael Jackson, cayó en las manos de Edward Pressman, quien vio el potencial de hacer una cinta que pudiera convertirse en uno de los íconos de estos extraños y cambiantes años 90. Así apareció el director Alex Proyas y se dio la mítica historia de una película con un desenlace trágico en la que se inmortalizó a Brandon Lee, no solo como el hijo de Bruce Lee, sino como una leyenda propia de esta década.
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Siguiendo los lineamientos de este universo en las viñetas, luego vieron la posibilidad de seguir haciendo películas y contando la historia de otros vengadores, pero infortunadamente cada secuela posterior hasta el 2005 fue cayendo cada vez en resultados más agotadores y de menor calidad.
Pasando por City Of Angels (1997) protagonizada por Vincent Perez y la extraña pero asombrosa aparición de los Deftones en el cine; Salvation (2000) con un desconocido Eric Mabius y una reluciente Kirsten Dunst; para llegar a una desastrosa Wicked Prayer, directo a vídeo, que sin pena ni gloria con Edward Furlong, David Boreanas, Tara Reid y Danny Trejo fue superada por muy poco con una serie televisiva de 1998 estelarizada por Mark Dacascos.
Póster oficial - IMDb
Una misma historia en otra época y contexto presente
Esta nueva versión, dirigida por Rupert Sanders (recordado por producciones como Blancanieves y el Cazador y el live action de Ghost In The Shell), viene siendo el producto de un fallido remake que vienen tratando de hacer desde hace años, con muchas transformaciones en guion y argumento, siendo proyectos que tuvieron en el radar a Jason Momoa y Luke Evans.
Aquí encontramos una historia desde cero en la que, a manera de remake (porque vuelven a contar la historia de Eric y Shelly) y reboot (porque la cuentan de otra manera bajo otras premisas totalmente diferentes), resulta ser un "grandes éxitos de los cómics", donde agregan, para bien, muchos elementos amalgamados de las historietas de O’Barr (principalmente de la miniserie de Wild Justice) y todo ese sentido preternatural, agregando un interesante relato en el que se muestra el desencanto actual que viven los adolescentes por un futuro que no ofrece nada prometedor.
Infortunadamente, la cinta no puede quedarse en ser un compendio de detalles; ya que la falta de cohesión comienza a hacer mella porque la relación entre los personajes resulta bastante efímera, sobre todo para la dupla entre Bill Skarsgard y FKA Twigs en la que el talento y experiencia de uno opaca el debut titular del otro.
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Eso sin mencionar el personaje de Danny Huston que se postulaba como uno de los villanos más interesantes de la franquicia, pero que se queda corto debido a la falta de sustentación de sus motivos dentro del relato. Este largometraje se convierte así en un sube y baja de fragmentos muy bien logrados de esa oscuridad referenciada desde la obra original, contrastados por un ritmo tímido y lento que entra en zonas de confort, donde hace falta mucha más pasión para lograr una historia que de verdad se convierta en algo conmovedor dentro de su tono fantástico.
Foto - IMDb
A lo largo de los actos que la constituyen, sus momentos no evidencian motivos verdaderos de peso para los resultados expuestos. Esto para el drama, el romance e incluso para la acción, porque si bien no podemos decir que el tono del cómic o de las películas fuese suave, aquí la violencia termina yéndose hacia el otro extremo del caso convirtiéndose en una extraña sevicia, simplemente por igualar el efecto generado con cintas de acción recientes como John Wick —curiosamente Chad Stahelski fue el doble de Brandon Lee para la cinta de 1994—.
Así mismo, su banda sonora, compuesta por artistas como The Veils, Foals y Debussy, cumple como música incidental entre sucesos, pero no se convierte en un elemento complementario de peso para la historia, tal como ocurrió en las tres primeras cintas; ya que esto fue un valor distintivo que marcó la recordación de escenas al ritmo de The Cure, Hole o Filter.
El veredicto
La película no es carente, ni tampoco ajena, en lo absoluto, de los elementos de la obra original, porque los muestra de formas actualizadas y fieles, entendiendo que sus guionistas y la dirección estudiaron a O’Barr con toda la mitología propia de su universo.
El asunto es que le hace falta ese corazón y esa garra dentro de su desarrollo, por lo cual se empantana para intentar ser verosímil y emocional, sin lograr narrar esta historia fallida entre dos personas que encontraron algo por lo cual seguir adelante, pero que la humanidad injustamente les arrebató y la vida misma, al final, le quiere enseñar algo profundo al héroe para completar su viaje.
El Cuervo (2024) no tenía por qué ser exactamente igual o superior a la versión de Lee y Proyas, entendiendo que es completamente válida su propuesta como algo nuevo, pero no logra llegar a la meta del asunto como una producción que se cierra redonda en elementos.