‘Amén: Francisco responde’, ¿es propaganda religiosa?
Por: Michel Cárdenas
“Todos creo que en la vida nos hemos sentido solos alguna vez, yo me he sentido solo”, responde el papa cuando le preguntan si es feliz o si se ha sentido solo. Esta respuesta es un punto para recordar que aunque el pontífice es la máxima figura de poder dentro de la Iglesia católica, quien está sentado con esos jóvenes es Jorge Mario Bergoglio, un ser humano con sus propias posturas como católico.
Amén: Francisco responde, se estrenó durante la Semana Santa de este año, uno de los eventos más importantes para los católicos en el mundo. La cinta, que se grabó el año pasado, fue dirigida por Jordi Évole y Màrius Sánchez.
La reunión entre el pontífice y los jóvenes no se dio en el Vaticano, sino en un espacio artístico en las afueras de Roma. Tiene una duración de 82 minutos y lo pueden encontrar en Star+.
Jordi Évole sentó al papa Francisco con jóvenes, entre 20 a 25 años, que fueron seleccionados cuidadosamente. En el largometraje, nos presentan a dos españoles, uno es un joven víctima de abuso sexual por parte de un docente del Opus Dei, y el otro es un agnóstico cuya familia fue alguna vez creyente.
También tenemos migrantes que llegaron a España: un senegalés musulmán y una ecuatoriana que ha sufrido racismo.
Entre los demás participantes tenemos a una colombiana que trabaja haciendo contenido sexual para plataformas; una argentina católica, feminista y a favor del aborto; una peruana lesbiana que intentó ser monja; una joven proveniente de India que migró a Estados Unidos; una española cristiana; y, además, una persona no binaria, creyente, también de nacionalidad española.
Los primeros minutos de película van más allá de la simple grabación de una charla y nos dejan conocer la cotidianidad de los jóvenes que al igual que el papa, se preparan para un encuentro histórico. No es una simple conversación, es la reunión de distintas culturas e ideas. Los jóvenes son conscientes de que lo que suceda allí, puede ser el precedente para guiar a otros con las mismas dudas.
Inicialmente, las preguntas se limitan al estilo de vida del pontífice; con qué se sostiene económicamente o si tiene redes sociales, por ejemplo. A esto último responde que no, pues quienes manejan su Twitter son sus secretarios, aunque dice que su intención es mantenerse siempre comunicado y actualizado.
Entonces surge la pregunta de: ¿qué tan actualizado puede estar Francisco si no tiene un celular y redes sociales?, principales medios por los que se mueve la información ahora. ¿De qué tanto se entera por su cuenta y qué tanto le informan? Son el tipo de inquietudes que no tienen que ver con su labor o convicciones, pero que causan curiosidad.
Francisco es consciente de que hay corrupción y falencias en la iglesia, pero argumenta que muchas de estas radican en que son problemáticas de la humanidad en general, fenómenos humanos, como los llama.
Y puede que en eso tenga razón, pero eso no exime a la iglesia y su responsabilidad de solucionar algunos de estos conflictos desde adentro, como por ejemplo los casos de abuso sexual a menores por parte de miembros del clero.
De los abusos dice que es una situación que no se presenta solo en la Iglesia, sino que allí se hace más escandaloso, sin dar una respuesta convincente al respecto. Habla de la política de la cero tolerancia, que realmente es lo mínimo que se les podría exigir, lo cual deja entrever que faltan acciones contundentes y evidentes. No es suficiente sentirse acogido, ni respaldado como víctima, es necesario que ya no haya víctimas de abuso sexual dentro de la institución religiosa.
En cuanto a temas controversiales como el aborto, deja todavía mucho más qué desear, haciendo comparaciones exageradas como asemejar a la mujer que aborta con quien contrata a un sicario para matar. Primero es un poco absurdo que utilice un argumento científico como la formación del embrión para no estar de acuerdo con el aborto, cuando la pregunta se refería al qué hacer en la Iglesia con las mujeres que abortan, la pregunta no fue qué considera una vida. Con su respuesta solo le dio vueltas al asunto, además de lanzar un juicio incriminatorio hacia quienes deciden sobre sus cuerpos.
Luego dice que no hay que justificar a estas mujeres, pero sí acogerlas, acompañarlas y no juzgarlas. Pero lo contrario de justificar es culpar, y en su argumento culpa a las mujeres que interrumpen sus embarazos, indicando que “no es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema”, por lo tanto es ambiguo y deja la puerta abierta a la interpretación, como en muchos temas más que toca. Lo cual, aunque es una postura más empática, no deja de tener el sesgo religioso que se sobrepone a los derechos de las mujeres.
Aunque acepta que el rol de la mujer es fundamental en la humanidad y en la iglesia, al decir que en su equipo cuenta con mujeres, no deja de reducirlas al papel de acompañantes, e incluso dice que el desear que una mujer sea sacerdote es un comportamiento machista.
Machista es decir que las mujeres se acomplejan por no poder ser sacerdotes, es reproducir un male gaze o una mirada masculina en la cual las mujeres simplemente deben seguir el “orden” dictado por los hombres para no alterar la base “original” de la fe de la iglesia dictada por ellos mismos… Imponiendo así su verdad arbitraria como única.
Aparte del feminismo, el aborto, los abuso a menores y su vida personal, también se discuten temas como la migración, el distanciamiento de los creyentes a la iglesia, la sexualidad, la pornografía, la tecnología y los sectores sociales LGBTIQ+.
Sobre este último tópico, su respuesta sorprende en cuanto a su postura, deja claro que Dios es padre, por lo que no se puede rechazar a nadie por ser diferente, y aunque es una buena respuesta, no es cercana a lo que experimentan aún hoy en día algunas personas con orientaciones sexuales o identidades de género diversas dentro de espacios religiosos; por ejemplo, la persona no binaria que cuenta su experiencia.
Por lo que de nada sirve que la máxima autoridad de los católicos en el mundo opine algo así, si no se ve reflejado en las acciones de los feligreses y del sacerdocio.
Aunque en sus respuestas, Francisco hace ver que es un hombre comprensivo y abierto al diálogo, en una gran parte carece de contundencia y claridad. Francisco escucha, y responde, pero a medias, buscando incomodar lo menos posible.
Es entendible, teniendo en cuenta los problemas que esto le podría causar con la Iglesia y la capacidad que tienen sus palabras de generar controversia en los medios, pero si ya con filmar el documental está haciendo algo controversial, lo ideal sería que diera respuestas concretas.
Tal vez, en ese orden de ideas, este documental sea una estrategia para recuperar esos fieles perdidos. En el mismo documental se admite que la Iglesia se está quedando de lado, y con las respuestas tibias y a veces evasoras del papa, hay cabida para creer que busca agradar tanto a los más religiosos, como a quienes están dudando de su fe o a quienes ya se distanciaron por situaciones específicas, como los temas que se abordaron.
Aunque el documental no fue impulsado por el Vaticano, Francisco supo aprovechar la oportunidad para fomentar, bajo cuerda, la visión de que la Iglesia católica no es enteramente responsable de la discriminación, los abusos, la corrupción y demás, sino que estas situaciones se llevan a cabo por “infiltrados” quienes deciden, siendo miembros, hacer daño. Si bien quien responde es Jorge Bergoglio, no deja de ser el líder de la comunidad católica cuyo objetivo patente aquí es recuperar fieles.
El trabajo que realizó la producción en cuanto a cámara es un factor clave para poder ver, más allá de la conversación, lo tensionado que está el papa cuando un tema no es de su agrado. Además, detallan las caras de los jóvenes frente a las respuestas que da Francisco; y también las reacciones espontáneas que tienen a lo que sus compañeros enuncian. Esto ayuda a nutrir la experiencia de nosotros como espectadores, y a su vez nos recuerda que las imágenes a veces dicen más que las palabras.
El papa, sin duda, está buscando la forma de acercarse a una juventud que ya no le cree a la iglesia, y por lo visto, su estrategia es alejarse de los discursos tradicionales. A Francisco le interesan los jóvenes porque son una población que, según él, carece en ocasiones de fronteras y que quieren ver más allá.
Mostrar esto es algo que se le reconoce, ningún otro papa hubiera hecho algo así; una señal de que los tiempos están cambiando y de que la religión también se está transformando, pero va a su propio ritmo.
Finalmente, agradece el espacio y dice que ese es el verdadero camino de la iglesia: “todos hermanos, todos unidos, sus puntos de vista, su posición. Esta es la fraternidad que no debemos negociar nunca, las ideas podemos negociarlas, la fraternidad no”.
Vale la pena ver este documental, analizar las respuestas del pontífice, cuestionarnos nosotros mismos sobre cómo nos relacionamos con quien nos es diferente, no solo en el ámbito religioso sino en general. Es un espacio que nos permite escuchar opiniones diversas, que también le da cabida a la emotividad y a la empatía por quienes han tenido que atravesar situaciones difíciles. Estos jóvenes no son una historia, son la representación de muchos otros que buscan respuestas, y que necesitan que alguien los escuche.
Mire aquí su tráiler.