'Aghori Mhori Mei', lo nuevo de Smashing Pumpkins
Los diez sencillos del disco Aghori Mhori Mei anuncian el recorrido por las entrañas de los Smashing Pumpkins con el ancla en su presente. Los diez cortes del álbum, sin extravagancias, parecen haber sido diseñados para escucharse de seguido.
Sin anuncios previos y en medio de la extensa gira internacional, la banda formada en Chicago a finales de los años ochenta, lanza su décimo tercer álbum lleno de los riffs pesados de James Iha, la batería musculosa de Jimmy Chamberlin (que extrañamos desde hace mucho), las bases potentes en la línea de bajo y el protagonismo sutil de la voz conmovedora de Billy Corgan.
En una entrevista con Audacy, hace unas semanas, Corgan describió cómo la banda quería adoptar la ‘mentalidad’ de grabar canciones con el espíritu de Siamese Dream, pero sin replicar el sonido exacto. Indicaba que “vuelves a la vieja escuela, pero con una nueva versión de ti mismo”, explicó con más detalle el uso de los procesos antiguos. “Simplemente, avanzas hacia otros pastos, buenos y malos. Vas tomando tu equipaje sobre la marcha”.
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El álbum
El recorrido sonoro empieza en “Edin”, el sencillo que abre el de forma melódica, coherente y progresiva. Un gran comienzo que nos trae la nostalgia del Siamese Dream y preludia atractivamente lo que vendrá.
“Pentagrams” continúa abrazando al rock progresivo, con la potente instrumentación que juega con la voz de Corgan, fórmula de la banda que nos sacude como en sus viejos y oscuros tiempos. El espíritu de los riffs y las baterías herederas del metal alternativo nos permiten saborear el paso a “Sighommi”, en la que se siente confortablemente un guiño al thrash metal.
En una línea más delicada y protagonizada por la melancólica composición de Corgan llega “Pentecost”, quien en complicidad con el piano destaca su característica esencia sensible.
De un salto aterrizamos en “War Dreams of Itself” una canción directa que, en menos de tres minutos y medio de duración, nos presenta el carácter de los riffs pesados, con ideas persistentes a lo largo de su discografía, donde hay mitología y simbolismo.
Con la sutileza del viaje sonoro, las calabazas nos llevan al delicado “Who Goes There”, donde encontramos una lírica amorosa, con tintes de tristeza y momentos de alegría, que continúan en el poderoso “999”, cuya distorsión nos transporta al grunge de sus inicios con una producción romántico-melancólica, que hace justicia al nombre de una de las bandas más emblemáticas del rock de los noventa.
Bajo esta premisa llegamos a la octava canción “Goeth the fall”, un sencillo que realmente nos lleva a la nostalgia sonora de los noventa, con el espíritu celebrable de una banda que nos trae de regreso las sonoridades anheladas por toda una generación.
En la recta final del álbum continuamos con “Sicarus”, muestra de pesadez, que se pasea libremente con el trash y coquetea con el metal, un sencillo que nos planta en los power chords estridentes, lead guitars que juegan sobre bases sólidas y potentes en batería y bajo.
Para cerrar con broche introspectivo, “Murnau”, una conmovedora canción, que incluye cuerdas sinfónicas y percusiones épicas, para terminar la escucha del álbum en calma, un sencillo en el que la voz de Corgan, como estamos acostumbrados, toca el alma del oyente.
El viaje por estos diez temas es totalmente placentero para cualquier fan de la banda.