Teusaquillo: pasión sobre ruedas
En una ciudad imparable y contradictoria, donde conviven el empuje, la resiliencia y la dureza de las metrópolis, hay lugares que ruedan a otro ritmo: Teusaquillo es uno de ellos.
Una localidad construida sobre un rico pasado indígena muisca que combinó la historia, las tradiciones y lo contemporáneo, para dialogar entre sí y permitir a las generaciones que han habitado sus casonas echar raíces, y a los nuevos residentes sorprenderse por los amplios espacios y zonas verdes que aún subsisten en la jungla de cemento.
Posee un ecosistema propio y una marcada identidad cultural que mezcla la arquitectura, el arte, la educación y el turismo de una forma única y que sorprende al mostrar una parte de la ciudad que vive con una pasión diferente, una sobre ruedas al comando de las mujeres.
Teusaquillo limita al norte con la calle 63, donde comienza la localidad de Barrios Unidos; al sur, con la diagonal 22 y la avenida de Las Américas, además de las localidades de Los Mártires y Puente Aranda; al Oriente, con la Avenida Caracas que es frontera con Chapinero y Santa Fe; y al Occidente con la Avenida 68, separándola de Engativá y Fontibón.
Escuchar su nombre inevitablemente hace retroceder en el tiempo, a la historia indígena de la sabana, por cuanto "Teusaca" o "Teusacá", era el lugar de vacaciones del zipa Bacatá, quien aprovechaba el viaje y los ratos libres en su descanso para bañarse en la laguna del mismo nombre, que estaba ubicada en los actuales barrios Nicolás de Federman, El Campín, las dos primeras etapas de Pablo VI y La Esmeralda.
Los españoles decidieron transformar la palabra "Teusacá" a diminutivo y crearon "Teusaquillo", como se ha conocido desde entonces. De acuerdo con el estudioso Joaquín Acosta Ortegón, la palabra chibcha significa “cercado prestado”.
Para los bogotanos de las primeras dos décadas del siglo XX, esta zona era perfecta para el “paseo con olla” y para el descanso de los capitalinos, gracias a sus extensos y tranquilos potreros y el paisaje de los cerros orientales, sino además, por las aguas de las quebradas que aún no eran escondidas bajo tierra, como Pardo Rubio, Tequenusa y Choachí y que depositaban sus aguas en el río Arzobispo, el único que aún se puede apreciar.
El crecimiento de la ciudad fue bastante lento durante toda la colonia y solo hasta la década de 1920, un vigoroso desarrollo motivó la expansión hacia el norte. El objetivo era buscar nuevos espacios que permitieran la higiene, con avenidas más amplias, ventiladas y arborizadas, parques, zonas verdes y plazoletas abiertas. La ciudad estaba superando la epidemia de “gripe española”.
Y fue entonces que se vivió toda una revolución arquitectónica: Teusaquillo comenzó a ser edificado en 1927 como el núcleo de vivienda de las clases altas de la ciudad, con bulevares románticos y construcciones de corte inglés, diseñadas por afamados arquitectos como Karl Brunner y Galindo Guerra, y que todavía subsisten al paso del tiempo, marcando toda una pauta para el urbanismo.
En Teusaquillo vivieron Jorge Eliécer Gaitán; el poeta León de Greiff; el periodista Enrique Santos Montejo y los expresidentes Darío Echandía, Laureano Gómez, Gustavo Rojas Pinilla y Mariano Ospina Pérez, entre otros personajes.
Con esta concepción de exclusividad era cuestión de tiempo para que llegara un deporte para las élites, como el de las carreras de caballos. Por ello, en 1934 se inauguró el Hipódromo de la 53, ubicado donde se edificó el barrio Sears y donde hoy queda el centro comercial Galerías.
No obstante, la localidad también tenía los terrenos suficientes para el desarrollo de otras actividades deportivas que iban a marcar un antes y un después para la ciudad, como la Ciudad Universitaria, de la Universidad Nacional de Colombia, cuya construcción inició en 1937, para estar a tiempo cuando iniciaran los primeros Juegos Bolivarianos de la historia, en 1938.
En 1961 se inició la construcción del Parque Simón Bolívar en cercanías de la Ciudad Universitaria y siete años más tarde se edificó el Templete conmemorativo para el Congreso Eucarístico de la visita del papa Pablo VI a Bogotá. También se trazó y desarrolló la Avenida del Congreso Eucarístico, hoy conocida como la Avenida Carrera 68.
Con motivo de este Congreso también se inauguró el Coliseo Cubierto, el Centro de Tenis y el Estadio Campincito, en 1968, cumpliendo la voluntad del mecenas Nemesio Camacho, quien donó los terrenos para este complejo. Desde entonces, la vocación deportiva de Teusaquillo vive en sus numerosos parques y escenarios para su práctica, pero también en sus calles y con las rampas construidas para los deportes extremos, donde Valentina Díaz (Foto 1) vibra al comando de una tabla.
Comunicadora social y periodista, de 24 años, practica el skateboarding desde hace 10 años y considera que Teusaquillo tiene un potencial enorme para convertirse en la localidad insignia de los deportes extremos de Bogotá.
Es tal su pasión por el “skate” que desde hace tres años creó un colectivo de la localidad llamado Sobre Ruedas Girls, enfocado en apoyar a las chicas en su desarrollo deportivo.
Por ejemplo, Carolina Ortiz (Foto 2) asegura que rodar con una tabla es sinónimo de libertad. Así al comienzo el temor a las caídas domine, cuando se logra superar y se avanza por las calles o se completa una rutina en la rampa, “es todo un parche”.
Valentina confirma que el skateboarding le ha dado unas cuantas lecciones de vida, en esencia, a perseverar y a ser ella misma. Por ello, enfatiza que quiere devolverle al deporte lo mucho que le ha brindado y declara su vocación de enseñar. A fin de cuentas, los practicantes del “skate” son una familia y su práctica también significa inclusión.
Con el paso de los años, Teusaquillo pasó de ser un lugar exclusivo a uno donde todos los días hay encuentros con el arte, la educación, el turismo y el deporte extremo; es un punto de la ciudad que hoy cuenta con 31 barrios y unos 140.000 habitantes.
Hoy confluyen profesionales y artistas de diferentes estratos sociales. Algunos de los lugares más representativos de esta zona son los barrios de La Soledad, Palermo, La Esmeralda y el Park Way, un amplio espacio verde, lleno de vida y de naturaleza, donde Valentina y su amigas ruedan.
Así que en medio de esa gran variedad cultural y deportiva, un grupo de mujeres poderosas se convierte en motor de cambio, aprovechando espacios como el Park Way para demostrar cómo con una tabla le dan la vuelta a su localidad y a sus vidas mostrando que el poder femenino hace mucho tiempo dejó de ser una frase y a través del skateboarding y el patinaje, demuestran que no hay nada que no puedan superar como mujeres, y unidas como localidad.