Las iniciativas que cuidan el manglar en el archipiélago de San Andrés
El cielo oscuro y los fuertes vientos lo anunciaban. Ese 16 de noviembre de 2020 pasaría el huracán Iota por el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, uno de los 32 departamentos que, junto con Bogotá D.C, hacen parte de Colombia. Su capital es San Andrés.
Shaira Montenegro, guía y taquillera del Parque Nacional Old Point, la zona más grande del departamento que protege el manglar con una cobertura de 247.56 hectáreas, recuerda que con su pareja subió al tercer piso de su casa para esperar su llegada. Era medianoche cuando las gotas dejaban de ser gotas para convertirse en lanzas que golpeaban las ventanas, amenazando con destruirlo todo. La casa, cual recipiente se llenaba de agua. Desde toallas hasta unas estructuras de cemento que tenían cerca les servían para frenar el ímpetu del viento que revolcó todo en el archipiélago.
“Horrible”, dice la joven de 21 años al recordarlo. Ella explica que el ciclón de categoría 5 no solo fue devastador para la infraestructura de la isla, sino para el manglar, un ecosistema que actúa como barrera contra eventos climáticos extremos de esta porción de tierra situada dentro del cinturón de huracanes del Caribe.
Esa ubicación la hace vulnerable al impacto de eventos hidrometeorológicos extremos, tal como ocurrió de nuevo el 8 de octubre de 2022. En esa fecha, otro ciclón llamado Julia, clasificado como categoría 1, procedente de Centroamérica pasó por la isla. Este dejó, según la Procuraduría de la Nación, cinco casas completamente destruidas y otras 150 con “daños en sus estructuras”. También aumentó los impactos ambientales provocados por el Iota, convirtiendo la situación en un nuevo reto para el Gobierno del Presidente Gustavo Petro que inició en agosto de 2022.
Recorrimos la isla con el presidente @petrogustavo y la comitiva de Gobierno en #ColombiaConSanAndrés. El sector de ambiente y desarrollo sostenible trabajará en conjunto para entregar soluciones que aporten a la rehabilitación de los ecosistemas pic.twitter.com/B3GrPmv6Ib
— Susana Muhamad (@susanamuhamad) October 9, 2022
Los daños del Iota en una isla olvidada
Aunque por fortuna, después del Iota, tanto Shaira como los suyos, residentes de San Andrés (de 26 km2) salieron ilesos, no ocurrió lo mismo en las otras dos islas del único departamento insular colombiano: Providencia (de 17 km2) y Santa Catalina (de 1 km2). Según El Espectador, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo y Desastres dio a conocer que el huracán llegó allí con una velocidad de 250 km/h, dejó más de 6 mil habitantes damnificados, 4 muertos y el 98% de la infraestructura destruida.
La gravedad del suceso es más fácil de dimensionar si se tiene en cuenta que de acuerdo al Departamento Nacional de Estadística (DANE) en 2018, el 43% de la población isleña tenía pobreza multidimensional, posicionándose en un 41% por encima del promedio nacional. Por ejemplo, sólo el 28.8% de la población pertenece a un hogar donde la educación promedio de sus miembros mayores de 15 años es superior a 9 años de escolaridad, frente a un 44,0% del total nacional. En cuanto a las condiciones de vivienda, el 8.3% de la población presenta problemas de hacinamiento crítico, es decir, viven más de tres personas por cuarto en una vivienda. Asimismo, el 65% de la población carece de acceso a agua potable.
Por su lado, de acuerdo a la Defensoría del Pueblo que emitió una alerta temprana relacionada a la seguridad en 2018, existe un gran riesgo para los sanandresanos por la presencia de grupos armados ilegales que buscan ejercer control territorial para usar el área fluvial para el tráfico de armas, contrabando y drogas.
¿Cómo salvar al manglar?
Las difíciles situaciones sociales descritas se agudizaron con el paso del huracán Iota en 2020, pero una afectación que no llamó mucho la atención de los medios de comunicación fue la medioambiental y un ejemplo de ello es el estado en que quedó el ecosistema manglar. Los mangles degradados dejan en indefensión a las personas y a los ecosistemas asociados, pues estos protegen a las comunidades costeras de tormentas y huracanes y a la vez mantienen un equilibrio ecológico en la zona donde crecen.
Según María Fernanda Maya, fundadora de Blue Indigo, una organización no gubernamental dedicada al desarrollo sostenible de la isla, todos los ecosistemas del archipiélago, como los de agua dulce, arrecifes coralinos, pastos marinos, manglares, playas, acantilados, el bosque seco tropical y los humedales, funcionan articuladamente. El manglar en específico, dice, se encarga de filtrar y retener todo el aporte de materia orgánica que desde la costa llega hacia el mar. “Los manglares sirven como un filtro para que toda la materia orgánica y la escorrentía que viene de la isla no llegue a los arrecifes”, detalla.
Por su parte, explica Gloria Murcia, bióloga con 15 años de trayectoria en la Corporación Ambiental Coralina, entidad pública que administra entre otras cosas, el Old Point, los manglares son las “sala-cunas” de los peces, porque en etapas juveniles llegan allí a alimentarse y resguardarse para no ser devorados por otros de su especie. “Estos animales son de valor ecológico y comercial, por lo que la pesca también se ve afectada si se ve afectado el manglar”, agrega.
Además, en la regulación climática, estos ecosistemas almacenan el dióxido de carbono, añade la misma bióloga. “Ellos captan más carbono que los bosques. Esto no solo con sus hojas, sino ramas, troncos y desde el suelo, lo cual ayuda a reducir el impacto del cambio climático”, explicando que por este motivo entrar a un manglar es experimentar un clima más frío, aún cuando afuera, como ocurre en toda la isla, está muy caliente.
Según ella, el mangle rojo (Rhizophora mangle) fue la especie más afectada, a diferencia de otras presentes en la isla como el mangle negro (Avicennia germinans), el blanco (Laguncularia racemosa) y el botón (Conocarpus erectus).
Afortunadamente, en este departamento insular surgieron dos proyectos enfocados en restaurar varias áreas de mangle rojo afectadas tras el paso del huracán Iota. Estos tuvieron como objetivo marcar la diferencia, a pesar de la lenta recuperación del ecosistema.
La primera fue regional y se financió gracias al convenio 004 de 2021 suscrito entre la Corporación Regional Coralina que contrató a Más Bosques, una organización sin ánimo de lucro, para ejecutarla con un presupuesto de 4 mil millones de pesos, aproximadamente 823 mil dólares. Como todos los proyectos en Coralina, este se financió, planteando un proyecto al Ministerio de Ambiente, entidad encargada de aprobarlo y luego dar la orden a otra corporación para dar los recursos. En este caso, el Fondo de Compensación Ambiental, perteneciente al sector público, otorgó dicho presupuesto. Así, la iniciativa se implementó en Providencia en un área aproximada de 65 hectáreas distribuídas en distintas zonas como Manzanillo, Old Jan Bay y Old Town.
Por su parte, la segunda iniciativa se dio en el colegio con enfoque ambiental, Luis Amigo y se financió de manera independiente por los jóvenes que la propusieron: Jacobo Howard y Giuseppe Barraza, ambos de 16 años. Con un presupuesto aproximado de 100 mil pesos, unos 20 dólares, los jóvenes construyeron un vivero con agua salobre en la casa de Jacobo, ubicada en la zona de Four Corner, entre la vía Pepper Hill y Tom Bunker, al sur de San Andrés. Ya llevan 298 propágulos sembrados y planean sembrarlos en un área de 10 metros cuadrados el próximo año.
La construcción del vivero de mangle rojo lo han realizado los jóvenes con el acompañamiento de sus docentes del área ambiental y ciencias del colegio donde estudian: David Figueroa, Teodolito Castaño, Lina Erazo y Luz Angélica Malagón. Imagen cortesía de Jacobo Howards.
Antes de adentrarnos en estas iniciativas, es necesario entender qué significa restaurar. Según Gloria, existen muchas definiciones al respecto, pero la más pertinente, dice, es que “el ecosistema regrese a su condición ecológica original o a una similar después de un disturbio y que pueda contar con las mismas especies que habían antes y que estas puedan cumplir con las mismas funciones”.
La bióloga también explica que la restauración puede realizarse de manera pasiva o activa. En su forma pasiva, añade, lo que debe controlarse y eliminarse es el factor de disturbio. Por ejemplo, si hay ganado que habitualmente pasa por un manglar, debería evitarse que lo haga, porque al no ser pisado por los animales se produciría una regeneración natural. Este tipo de restauración puede aplicarse cuando solo hay un factor de disturbio, puntualiza.
Por su parte, la restauración activa, agrega, se efectúa cuando la regeneración natural no ocurre después de quitar los diversos tensores. Este proceso se determina a través de una serie de 13 rigurosos pasos propuestos por el profesor del Departamento de Biología de la Universidad Nacional, Orlando Vargas, quien de acuerdo a la experta, es una de las personas más respetadas en la restauración de manglares en Colombia.
De esta manera, en la primera iniciativa mencionada, la regional, Más Bosques transportó alrededor de 7.000 propágulos de esta especie de mangle, desde el Parque Old Point en San Andrés a Providencia para ser sembrados con ayuda de varios residentes.
El propósito del acuerdo 004 de 2021 también se centró en que los residentes de varios barrios de Providencia ejercieran un papel activo en el cuidado del mangle rojo. Imagen cortesía de Coralina.
El convenio tuvo como fin ejecutar acciones de adaptación frente a eventos climáticos extremos en ecosistemas de áreas de importancia ecológica y realizar la adecuación de áreas de siembra para restablecer los flujos hídricos en las zonas de manglar priorizadas, entre otras cosas. Esta última acción es clave porque los manglares necesitan de agua dulce y salada para sobrevivir y como el Iota hizo que muchos árboles se cayeran, estos obstruyeron los arroyos que llegaban al mismo dificultando su restauración.
La bióloga explica que este proyecto también se creó para ayudar al manglar a ser más resiliente. De acuerdo con la experta, la resiliencia es “la capacidad que tienen los ecosistemas de amortiguar y resistir a los cambios de las especies, del agua, los flujos hídricos que ocurren después de las perturbaciones que pueden ser de origen natural como el huracán, una marejada o hasta un maremoto; o antropogénicos, como la quema o la tala”.
“Después del paso del huracán Iota en Providencia, los manglares recibieron más impacto que el mismo bosque seco tropical. Como el bosque es más diverso que el manglar, es más resiliente a las afectaciones”, explica Gloria. Según ella, en este bosque, después del huracán, se han registrado 107 especies leñosas por el Insituto Humboldt entre árboles y algunas lianas, mientras que de manglar solo las cuatro especies antes mencionadas. Antes del Iota, dice la experta, el estudio más reciente (2009) de los investigadores Jorge Ruiz Linares y María Claudia Fandiño Orozco deja ver que habían 113 especies leñosas.
Sin embargo, la bióloga es clara cuando dice que el proceso de restauración del manglar ha sido muy lento. El manglar no se ha logrado restaurar en Providencia, explica, pues no se han recuperado los arroyos por demoras en asuntos administrativos de Más Bosques, que no ha entregado documentos importantes para el proyecto. Este hecho es realmente preocupante para todos, pero especialmente para las personas que habitan allí y están desprotegidas de otro evento climático extremo, como el huracán Julia que llegó a la isla en octubre de 2002.
Así se ve el estado del ecosistema del manglar de Providencia ubicado en el Old Providence McBean Lagoon antes y después del Iota. De acuerdo a la organización Mangroves for the future, un proceso de restauración es óptimo cuando el resultado es una mayor supervivencia, un crecimiento más rápido y un bosque de mangle más diverso y resiliente. Primera imagen: Parques Naturales. Segunda: Gloria Murcia.
Una segunda iniciativa, liderada por Jacobo Howard y Giuseppe Barraza, aún en planificación, fue planteada inicialmente como un proyecto social para graduarse como bachilleres. Este pretendía restaurar el ecosistema manglar en Santa Catalina.
Sin embargo, como el huracán Julia llegó al archipiélago en octubre de 2022, sus planes cambiaron y el proyecto lo ejecutarán en San Andrés. El interés de ambos jóvenes por la restauración surgió gracias a la madre de Jacobo, María Fernanda Maya, fundadora de Blue Indigo: ella ha visto de cerca la lenta recuperación del ecosistema y al conversar con su hijo sobre esta situación, le transmitió sus deseos de contribuir a su recuperación.
“Para hacer un vivero de manglar debes ir a los árboles con semillas germinadas, recolectar las que están listas para sembrar, que son las que caen del árbol. Luego, conseguir las bolsas donde se efectuará la germinación, sustrato de coco y tierra, hacer una mezcla entre ambos y poner dos propágulos por bolsa. Después, regarlos con agua dulce cada dos días y agua salada como mínimo una vez por semana y vigilar que no lleguen caracoles a comerse sus tallos”, explica Jacobo.
Jacobo y Giussepe son estudiantes del Colegio Luis Amigo de San Andrés, una institución con enfoque en educación ambiental.
Su idea es trasplantar los propágulos con un presupuesto de 50.000 mil pesos, 10 dólares aproximadamente, muy cerca a su casa, ubicada al sur de San Andrés. Esto lo harán trabajando de la mano de las personas que viven cerca al área para que sean ellas quienes continúen cuidándolos. “Es clave que la gente entienda la importancia de este ecosistema. Esperamos que lo puedan mantener, porque al fin y al cabo es un valor para ellos, para la isla y todo el planeta”, dice el estudiante.
Al referirse a “todo el planeta”, Jacobo nos recuerda que los manglares además de ser la barrera contra eventos climáticos extremos, también lo son para el equilibrio ambiental del mundo entero. Según las Naciones Unidas, existe un 50% de probabilidad de que el calentamiento global supere los 1.5ºC en los próximos cinco años, por lo cual es indispensable seguir apostándole al cuidado de este ecosistema, para revertir los efectos negativos del cambio climático, ya que los manglares están entre los bosques más ricos en carbono de los trópicos.
Esto además es clave porque la desigualdad climática es una realidad en Colombia y los que sufren la pobreza en múltiples dimensiones, tal como ocurre en el archipiélago, son quienes padecen en mayor medida sus efectos.
La historia del Old Point
El área más grande de manglar de las tres islas es lo que hoy se conoce como el Parque Nacional Old Point, una zona que se declaró como protegida después de 1988, dice Gloria. Ese año, recuerda, hubo un proceso de restauración exitoso después del incendio de una planta eléctrica al norte de San Andrés, suceso que acabó con gran parte del ecosistema. Esta acción fue clave para que el ecosistema manglar resistiera años más tarde, un embate como del Iota, explica la experta.
Así, con un sendero de 1.42 kilómetros, el Parque Nacional Old Point, según infografías hechas entre Coralina y la Universidad Jorge Tadeo Lozano, es hábitat de crustáceos que habitan el bosque como el cangrejo violinista (Uca major) y el cangrejo negro (Gecarcinus lateralis); de moluscos como las ostras comunes (Isogomon alatus) y litorinas (Littorina aguifera); y de reptiles como iguanas (Iguana iguana rhinolopha) y largatijas azules (Cnemidophorus lemniscatus).
Mientras Shaira camina por el parque a pleno sol del día, a mediados de julio de 2022, comenta: “muchos árboles quedaron pelados en todo el sendero luego del Iota, pero nos protegieron a las personas y han ido recuperándose, especialmente en esta zona protegida”.
Luego del paso del huracán Iota, el manglar del Parque Nacional Old Point se ha ido recuperando poco a poco.
De acuerdo con el Instituto Humboldt, que estudió con imágenes satelitales las áreas más afectadas después del Iota, las zonas de manglares redujeron el impacto del ciclón sobre las viviendas de Providencia. Según José Manuel Ochoa, coordinador del programa de evaluación de la biodiversidad del Humboldt, esto demostró que los manglares afectados debían ser priorizados para su recuperación, “ya que prestan una mayor provisión en términos ecosistémicos a la población”, dijo.
Johana Aguado, fundadora de Ecoculture, una ONG que ofrece experiencias turísticas sostenibles como el avistamiento de aves, afirma que a este parque llegan varios visitantes a hacer avistamiento de especies residentes como el Oldman bird (Coccyzus minor abbotti) o el Sinsonte de San Andrés (Mimus gilvus magnirostris). También, de aves migratorias como el Azulillo norteño (Passerina cyanea) o la Reinita Dorada (Dendroica petechia) y del ave endémica de la isla: el chincherry (Vireo caribaeus).
El parque cuenta con 20 salvaguardas y cobra 12.000 pesos (3 dólares estadounidenses) la entrada por persona, dinero que se utiliza en su preservación. “Los sábados pueden llegar 25 visitantes. Cuando se venden muchas entradas, pueden ser hasta 40”, detalla Shaira.
Mangle blanco (Laguncularia racemosa) en el Parque Nacional Old Point.
El horario de apertura al público, puntualiza, es de 8:30 a. m. a 4:30 p. m, aunque a las 3:00 p. m. ya no dejan entrar gente, “porque se pone peligroso y llegan personas por atrás a asaltar”, cuenta la joven, puntualizando que ya se han presentado robos de trozos de madera de los senderos, pancartas y atracos a visitantes.
De acuerdo a Nacor Bolaños, biólogo marino y coordinador de Áreas Protegidas de Coralina, los robos ya están siendo investigados por la Fiscalía y aunque ya se planteó un proyecto desde esa entidad para poner cámaras de vigilancia en el interior, siguen en la búsqueda de financiación. Esto ocurre ya que al ser liderado por Coralina, una corporación de desarrollo sostenible, el parque no puede recibir dinero del gobierno, ni de ninguna otra entidad, solo pueden aplicar a convocatorias puntuales.
“También se ha solicitado mucho apoyo de la Policía Nacional y ellos constantemente vienen a hacer recorridos con un puesto móvil, pero lamentablemente no tenemos presencia permanente dentro del mismo. Estamos mirando qué otras gestiones podemos hacer, pero es complejo sin financiación”, agrega Bolaños.
El docente explica que el Old Point se financia con la tarifa de ingreso, con fondos de subvenciones por proyectos específicos y con recursos de otro parque natural regional: el islote de Johnny Cay. Este también es administrado por Coralina y allí llegan cientos de turistas al año, a quienes se les cobra una tarifa de ingreso de 8.000 pesos por persona (1.63 dólares).
El parque requiere de un billón de pesos (200 millones de dólares) aproximadamente para su mantenimiento, pero esta cifra no está ni cerca a lo que reciben, dice Bolaños quien no tiene clara una cifra exacta del recaudo. Sin embargo, recalca que actualmente los ingresos que reciben no alcanzan ni siquiera para mantener a todo el personal y mucho menos, para el mantenimiento del sendero o para adelantar obras que mejoren el servicio como los baños, las torres de avistamiento de aves y los temas de control y vigilancia.
Esto es distinto, por ejemplo, al presupuesto que sí se aprobó en el caso del proyecto Coralina-Más Bosques, debido a que el Ministerio de Ambiente consideró la restauración del manglar de Providencia como un tema urgente a resolver. Mientras tanto, ninguno de estos proyectos que se han planteado para el mejoramiento del Old Point han sido contemplados por dicha entidad como prioritarios, así lo explica Bolaños.
“Para el Old Point se destinan unos recursos importantes relacionados a la infraestructura y al mantenimiento del sendero y de manera general, se destina dinero a temas de control y vigilancia, de personal para las taquillas, de los guías turísticos que hacen los recorridos con los visitantes, pero hay varias cosas que están por hacer y a decir verdad, estamos cojos. Por ejemplo, faltan tener baños para los visitantes y el personal, además, atender los temas de seguridad, pero no hemos conseguido recursos”, sentencia el biólogo.
El destino incierto del manglar en el archipiélago
Después del paso del ciclón Julia por el archipiélago, quedan muchas preguntas sobre el futuro del manglar, sobre todo durante la gestión de un gobierno que promete cambio y reformas sociales y económicas ligadas a la descarbonización, la adecuación al cambio climático, la reforestación y la transición energética.
De acuerdo a Gloria, las principales amenazas que enfrenta el manglar no solo son los huracanes y las tormentas tropicales, sino las basuras que las personas arrojan al ecosistema y la tala, aunque esta ya ha sido controlada paulatinamente por Coralina.
Esto, tras este nuevo suceso climático abre nuevas preguntas. La Ministra de Ambiente, Susana Muhammad afirmó que había que actuar sobre los impactos ya existentes en los ecosistemas. “Una de las primeras acciones se centra en los institutos de investigación del sector ambiente que acompañarán el diagnóstico de afectación en los ecosistemas insulares (manglares, arrecifes de coral, pastos marinos, bosque seco tropical y cuerpos de agua de la isla)”, afirmó.
Luego mencionó que es clave revisar qué tan efectivas han sido las medidas que se tomaron con el Iota para avanzar en temas de resiliencia climática. Habría que ver a futuro además cuáles serán las medidas para controlar no solo los huracanes, sino también la basura y la tala.
Gloria explica que gracias a la Resolución 1263 de 2018 donde el Ministerio de Ambiente obliga a las corporaciones autónomas a realizar el ordenamiento de manglares, Coralina ya se encuentra haciendo esto en la isla. “En este momento estamos actualizando el ordenamiento de manglares. Esto quiere decir que estamos clasificando en qué areas hay manglares y dónde no se pueden realizar ciertas actividades”.
Además dice que específicamente bajo la Subdirección de Mares y Costas de la misma corporación, siguen realizando recorridos de control y vigilancia, limpiezas periódicas en zonas de manglar y administran zonas de manglar, como el Old Point. Allí, agrega, se realizan actividades de limpieza, estudios científicos y por este motivo, este ha sido un punto importante del ecosistema porque al estar tan bien conservado puede ayudar, como en el proyecto Coralina-Más Bosques, a restaraur otras zonas de manglar.
Es claro que en la actualidad el reto ambiental es más grande y que solo el tiempo dirá si las iniciativas de restauración del ecosistema manglar, cuyo proceso de recuperación ha sido lento, podría acelerarse con una apuesta de gobierno que promete priorizar el cuidado del planeta. Esto, no solo con una comunidad comprometida, sino con políticas públicas robustecidas que mitiguen los daños, le apuesten a la restauración y a que todas las personas, desde distintas orillas, aprendamos a valorar esa “casa grande” que nos acoge y cuida a todos, pidiendo a gritos auxilio.
Este reportaje se produjo con el apoyo de Internews’ Earth Journalism Network.