La Candelaria: hogar de leyendas
El abanico de recorridos turísticos en la localidad de La Candelaria es apmplio, se ajusta a todo tipo de gustos. Desde los recorridos artísticos, que incluyen escenarios culturales o circuitos de grafiti, tours históricos en los que se cuenta la historia de Policarpa Salavarrieta o José Rufino Cuervo, visitas al Teatro Colón o trayectos gastronómicos por restaurantes y panaderías icónicas del lugar. Sin embargo, hay un recorrido en particular que se roba la atención de los turistas: el tour fantasma.
La localidad en la que el 6 de agosto de 1538 Gonzalo Jiménez de Quesada fundó lo que llegaría a ser la ciudad de Bogotá, esconde entre sus calles empedradas y angostas más de un secreto e historia de terror.
No sólo es la manera en la que las cuadras custodiadas por tejas de barro y fachadas tradicionales, evidencian la historia de un pasado ya lejano, sino también la magia que le imprimen los guías turísticos a sus relatos, utilizando recursos performáticos y teatrales para recrear escenas, fantasmas y personajes que protagonizan la memoria narrativa de toda una ciudad.
La sombrerona, el virrey Sámano; famoso por su cojera, joroba y actitud déspota, la novia plantada, el espeluco de las aguas, Rafael Pombo, Miguel Antonio Caro y José Raimundo Russi, son algunas de las ánimas que se adentran en la noche bogotana con lamentos, risas y apariciones fugaces ante peatones solitarios.
Se podría decir que estas apariciones responden a los habitantes más antiguos de esta localidad. Algunos llevan más de cuatrocientos años alimentando las leyendas que se arrastran por las empinadas calles de La Candelaria, dejando a su paso una estela paranormal de la que muchos turistas dicen ser testigos.
Siguiendo la lógica de Charles Dickens cuando afirma que “toda familia de alguna antigüedad o importancia tiene derecho a un fantasma”, La Candelaria se ha ganado a pulso decenas de estos espectros que alimentan su mito fundacional. A través de estos relatos se rescata parte de la historia de la localidad; sus tradiciones, como el consumo de chicha, el compromiso con el saber y el conocimiento representado en los fantasmas de los escritores Rafael Pombo y Miguel Antonio Caro, los lamentos del bandolero y asesino conocido como Dr. Russi o los vestigios coloniales de una tierra en la que se gestó todo el resto de la ciudad.
El aura misteriosa que rodea las historias de estos personajes se derrama con el tiempo. Los habitantes del sector recuerdan a cada uno de los espectros y se encargan -al igual que los guías turísticos- de difundir sus historias. Muchos aseguran haber visto al niño rubio que cuida a las palomas, o escuchar los lamentos que congelan el alma en la Casa de Poesía José Asunción Silva.
Lo cierto es que, entre cada historia de fantasmas que se esconde en La Candelaria descansa parte de su memoria y del atractivo histórico y turístico de la localidad. Cada nuevo visitante se deleita con el recorrido nocturno en el que los balcones se llenan con miradas de otra época, en las esquinas las sombras saltan y las calles empedradas retumban al ritmo de las historias, todo para al final encontrarse con sorpresas preparadas por los guías.
La magia que habita las calles de La Candelaria es difícil de describir. No se trata de un fenómeno sobrenatural, es como un suspiro helado de las noches bogotanas cargado de historia. Una manera de regresar a ese impulso infantil de escuchar historias de fantasmas mientras la luna ilumina el camino y los tejados crujen bajo el andar de gatos y palomas.
Todas estas historias alimentan una tradición oral muchas veces rescatada en la literatura nacional. Pero, sin duda alguna, el formato que más beneficia y enriquece toda la experiencia es el relato hablado junto con la parafernalia propia del tour.
Virreyes, escritores, asesinos, espectros, poetas, niños y almas en pena son vecinos desde hace cientos de años de muchas personas que viven y disfrutan de su presencia en la localidad. Gracias a estas historias, y a otros elementos mas, las calles de La Candelaria pocas veces están solas. Cuando no es algún curioso buscando vestigios de fantasmas, puede ser un fantasma buscando el rastro de un curioso.