Árbol Naranja se despide de sus salas de ensayo de la 87
En el engranaje de una industria musical, los espacios son una parte vital para el fortalecimiento de la misma. En este caso hablamos de las salas de ensayo, esos lugares que no solamente prestan un servicio para que artistas y agrupaciones repasen sus canciones o monten un show en vías a profesionalizar su sonido, sino que han funcionado como lugares de reunión donde se gestan proyectos paralelos que terminan siendo necesarios para el robustecimiento del sector.
Hace siete años, en Bogotá, empezaron a funcionar la salas de ensayo de Árbol Naranja de la 87; en pocos meses “Las salas naranja” lograron congregar a cientos de agrupaciones de diferentes géneros, convirtiéndose precisamente en eso: en un lugar de encuentro, de gestión, de colaboración y de reunión; la materialización de eso que llaman “escena” en los pasillos y en la puerta de esa casona ubicada en la Carrera 14 con calle 87.
Para Juan Manuel Quiroz, socio de Árbol Naranja, los recuerdos y las bandas que han pasado por ahí son muchos: Esteman, Diamante Eléctrico, Martina la Peligrosa, Oh’LaVille, Santiago Cruz, Ali Aka Mind, Juan Pablo Vega, por nombrar solo algunos.
“Recuerdo ver bandas uniéndose en la sala de espera a cranear conciertos y giras y apoyarse los unos a los otros: lo más bonito era ese compañerismo y hermandad entre las bandas que se daba ahí”, dice Juan Manuel.
Desde su creación, la casa tuvo muchos procesos: tuvieron que adaptarla tres veces para el sonido no llegara a los vecinos, pusieron aire acondicionado, ductos y, en general, tuvo varios procesos de construcción. No fue un proceso fácil, pero muchos de los clientes de las salas de ensayo de la calle 60 migraron hacia la 87 por la ubicación y porque los jueves, viernes y sábado, muchas de las bandas ensayaban de noche y dejaban sus instrumentos para departir en lugares aledaños a la zona. Según Juan Manuel Quiroz, antes de que empezara la pandemia, estaban teniendo el mejor flujo hasta la fecha.
“Cuando empezó la crisis no fueron muchas las medidas que pudimos tomar, más allá de mandar a nuestros colaboradores a sus casas para cuidar de su salud y la de nuestros clientes, cerrar las salas y esperar algún tipo de rescate económico para el sector cultura, pero eso nunca pasó. A nivel Gobierno no hubo ningún decreto, nunca hubo ningún rescate; salieron avisos pero cuando íbamos a aplicar había algo en las letras chiquitas que no nos permitían participar en nada”, agrega Quiroz.
El análisis en números de la situación no arrojaba buenas pronósticos: así abrieran hoy, de aquí a diciembre no iban a lograr un equilibrio, era insostenible; por eso la decisión de cerrar fue inminente. Para ellos no era viable seguir pagando renta y los equipos empezaban a presentar deterioros por la falta de mantenimiento.
“Creemos que se pierde un lugar donde había magia, donde se gestaron featurings, giras, conciertos, amistades; se pierde un lugar de construcción muy importante. Por otro lado, también se pierde un espacio adecuado profesionalmente para que los artistas se pudieran preparar de manera adecuada para sus shows. No solamente somos las salas, sino los artistas, roadies, ingenieros y desde que empezó la pandemia todos estamos perdiendo; al final de esto, esperamos que quedemos avantes muchos, ojalá la mayoría y podamos empezar a reconstruir. Para nosotros el cierre de la salas de la 87 es un retroceso de siete años”, Concluye.