Un viaje al interior de su majestad, la cumbia
Cuando preguntan por qué los caribeños solemos ser tan pasionales y entusiastas en la realización de actividades en la vida diaria, creo que la cumbia tiene una respuesta para ello, pues es la representación misma de la entrega y conexión entre la naturaleza humana y la ruralidad donde ha nacido. Con ella, el cuerpo siente correr por el torrente sanguíneo el ritmo que nos hace sentir la identidad, aunque estemos lejos.
Y es que la cumbia nos atraviesa el cuerpo entero, nos une como un lazo cultural que envuelve a toda la región, que en su diversidad se ha inventado diversos matices para su interpretación, baile y representación.
Al sumergirnos en la cuna de este género musical, la región Caribe colombiana, nos encontramos con una suerte de madre en la que se congrega la instrumentación de la cual surgen otros géneros musicales que hacen parte de la herencia cultural caribeña.
Taxonomía de la cumbia
Como bien ha dicho el investigador Juan Sebastián Ochoa, “la cumbia lejos de ser una música que ha sido descubierta de una vez y para siempre, es más bien una categoría mutante que se hace y rehace permanentemente a través de distintas prácticas y discursos”.
Pero también influye el hecho de haber sido gestada como una práctica rural, eso la hace más cercana, maleable y puede fácilmente ser adoptada y apropiada en diversos territorios de nuestra América Latina.
Por eso, ahondaremos en ella un poco, pues la cumbia no es sólo una. A través de los territorios, puede variar su instrumentación. El recorrido empieza en la cumbia de flauta o caña’e millo que interpreta tres ritmos principales: cumbia, puya y porro (también llamado jalaíto o son corrido). Su práctica se encuentra arraigada principalmente en el Departamento del Atlántico –en Barranquilla y sus municipios cercanos.
Seguimos con la Cumbia de gaitas que es una de las que tiene mayor poder simbólico dentro de los discursos sobre la ancestralidad de las músicas tradicionales del Caribe colombiano. Su epicentro se encuentra en la subregión de los Montes de María (también conocida como Serranía de San Jacinto), una región montañosa, alejada del litoral Caribe, que atraviesa los departamentos de Bolívar y Sucre.
Tenemos también las cumbias de acordeón, que, aunque estas interpretaciones no suelen mencionarse en los recuentos míticos sobre el origen del género, sí presentan un repertorio numeroso, tienen características musicales específicas, y fue una de las formas de cumbia que más contribuyó a la internacionalización del género en América Latina.
Y que no se nos escape la Cumbia de orquestas y conjuntos, cuya sonoridad estaba fuertemente influenciada por el sonido de las bandas pelayeras, aunque su formato cambiaba la percusión típica de bombo, redoblante y platillo, por congas, batería y maracas.
Lo que sí tienen en común todas estas vertientes de la cumbia es que en su musicalidad mantienen la métrica, el tempo moderado y la rítmica es poco sincopada y suele enfatizar principalmente los tiempos fuertes y los contratiempos, marcando un ritmo tranquilo, cadencioso y controlado.
En todas ellas, han surgido innumerables himnos , hasta el punto en que no es solo el sujeto identitario de una región, sino en una representación nacional. A partir de allí, emprende su cruzada por toda Latinoamérica, donde encuentra hogar en países como México, Perú y hasta Argentina, territorios en los que es, cariñosamente, recibida y adaptada.
El corazón de la cumbia
Por eso, este año, cuando en pleno Festival Nacional de cumbia José Barros Palomino en El Banco Magdalena, la ministra de cultura, Patricia Ariza, proclamaba que la Cumbia tradicional del Caribe colombiano se reconoce como Patrimonio Cultural inmaterial de la Nación, los asistentes, músicos, bailadores y por extensión todo nuestro territorio, asumimos este reconocimiento como una exaltación más al género que hemos vivido desde la cuna.
Y en todo ese trasegar de la cumbia, la historia reciente nos demuestra que quienes sienten la cumbia son verdaderos héroes del folclore.
Uno de los representantes más icónicos en las últimas décadas del Carnaval de Barranquilla es Lisandro Polo quien lleva más años dedicados a la cumbia de los que recuerda. De hecho, en el mes de noviembre celebró el aniversario número 35 de la creación del grupo Tambó, toda una institución para los músicos que sienten la cumbia.
El parque artesanal Bellavista de Barranquilla, fue el lugar que vio nacer al grupo Tambó. El sitio era un epicentro de la cultura por aquellos años. Colectivos teatrales establecieron como sede el parque, entre ellos La carreta que hoy tiene su base en Medellín, La papaya partía (hoy conocidos como Ay Macondo), el grupo arroz con Mango que se dividió y del cual nace Luneta 50 tuvieron como punto de encuentro el parque bellavista. Ese movimiento alimentó la creación de Tambó.
Liderados por Lisandro Polo, el grupo Tambó fue fundado en el año 1987 y constituido como Fundación Tambó desde 1999 en la capital del departamento del Atlántico. Él, que también ha sido Rey Momo en 2016, es un destacado músico, decimero, gestor, asesor cultural y miembro del Comité de Patrimonio de Carnaval de Barranquilla SAS, organizador de la Noche de Tambó y Festivales de Música Tradicional del Caribe colombiano.
Su lucha incansable rescata y promueve la música tradicional, se ve fácilmente reflejada en el compromiso y sentido de pertenencia que ha asumido con esta fiesta y con la cultura caribeña en general.
La noche de Tambó, el escenario donde nos encontramos más de 15 mil personas, el viernes de carnaval, para celebrar la cumbia, nace de esos esfuerzos de quien vive la cumbia a través de la música, para rescatar un espacio que se había perdido en el marco del carnaval y se había quedado habitando en los pueblos de la región, pero que vuelve a hacer parte de las carnestolendas, magnificando a la más grande: la cumbia.
La vanguardia de la tradición
En este contexto festivo donde nace y habita la cumbia cada día, continúan surgiendo propuestas que reinterpretan estos sonidos con vivencias diversas.
Marlon Peroza, un joven músico de Montelíbano, Córdoba nos recuerda la frescura de la cumbia. Gaiteros de PuebloSanto, bajo su batuta y fundada por él mismo, fue nominada al Grammy Latino en la categoría mejor álbum folclórico 2020, con Historias Cantadas, un álbum que celebra la música y la imaginación, pues PuebloSanto es el lugar donde vivos y muertos coexisten para bailar y cantar al ritmo de las gaitas.
Su visión vanguardista del género musical como un acto transformador de comunidades y sus aportes tanto en la academia como en la puesta escénica han sido un gran aporte dentro de la celebración de reconocimiento de la cumbia tradicional del Caribe colombiano como Patrimonio Cultural de la Nación.
El patrimonio se refiere al legado cultural, tradiciones, creencias y expresiones que adquirimos del pasado por nuestros ancestros, celebramos en el presente y transmitimos a las generaciones futuras.
Celebrando las diferencias, las expresiones afrodescendientes cobran vigencia, igual que las indígenas. Por ello, la cumbia representa en su sonoridad y representación danzaria, una tradición autóctona con elementos multiculturales.
En Chévere pensar en voz alta exploramos las visiones de la cumbia, desde la tradición musical hasta su representación en la danza; sus aportes a la transformación de una región, la identificación de un país y la difusión internacional.