Altavoz 2019 (Día 1): Una juventud de oídos abiertos
La historia del rock en Medellín es larga y son varios los hitos -bien conocidos por muchos- que lo pueden demostrar: la aparición en 1965 de los hoy abuelos del rock nacional, Los Yetis, catalogados en su momento por el poeta nadaísta Gonzalo Arango como una "revolución musical" hecha por unos “muchachos go-gos; frívolos, alegres, inteligentes, sentimentales”. O las alrededor de 200 mil personas que, entre el 18 y 20 de junio de 1971, dieron un piso local a una rebeldía generacional y transnacional para forjar la leyenda del Festival de Ancón; días de sol y LSD que se transformaron en uno de nuestros símbolos hippies por excelencia. O ya en los años 80 que, con ese pasar mano a mano de casetes de punk y metal, convirtieron a la capital antioqueña en pionera de los sonidos extremos del rock en Colombia.
La juventud de Medellín ha tenido un hambre insaciable, alimentada por fiestas caseras, antros y toques en parqueaderos, por luchas socio-políticas y espacios de resistencia, que ha mantenido el rock nacional con vida. Y si hoy en día el Valle de Aburrá se ha convertido en la capital mundial del reggaetón, un género que se metió entre las faldas del establishment del pop para convertirse en los mandamases de una industria, el Festival Altavoz demuestra que es una ciudad con un espíritu musical amplio, que incluso traspasa las falsas fronteras del rock. El sábado 9 de noviembre, en el Estadio Cincuentenario, se abrió el telón para dar continuidad a una historia de vieja data.
Hubo algo que caracterizó el día uno, los primeros en llegar a la cita musical fueron jóvenes, muy jóvenes -algunos que parecían haber superado recién el acné-, con pintas muy bien escogidas y la vitalidad propia de su edad. Una generación de oídos abiertos, alejados de uniformes y sin devoción a orillas sonoras, que saltaron, bailaron y poguearon sin prevenciones la variada curaduría del sábado: punk, post punk, fusiones de rock con cumbia, champeta, blues, shoegaze, beats electrónicos, mucho reggae, entre otros géneros.
En el escenario principal se presentaron Ra-La Culebra, Dead Country Brother, Danta, Neptuna (México), Margarita Siempre Viva, Belvedere (Canadá), Bajo Tierra, Providencia, Risen e Inner Circle (Jamaica). A esto hay que sumarle el homenaje al reggae de Medellín: un show especial que contó con la participación de integrantes de agrupaciones como Coffee Makers, De Bruces a Mí, La Tifa, Alkaman y Donkristobal que se reunieron como una gran banda que encarnó más de dos décadas de historia sonora de este género en la capital de la montaña.
Por su parte, en el escenario alterno, estuvo Momota, Estación Caribe, Feel No Way, Elis Paprika (México), No Señal, Johnie All Star, Felisa y Ana Gartner.
Además de la potencia del homenaje a la historia del reggae en Medellín o de lo placentero que es volver a escuchar en los escenarios una banda tan fundamental como Bajo Tierra, quiséramos hacer algunos apuntes sobre la jornada en texto e imagen:
- Danta, como lo presagió desde su primera placa discográfica, publicada bajo el sello Música Corriente, sigue entregando un post rock-shoegaze de muy buena calidad con el que ofrece un viaje introspectivo y placentero que ojalá siga conquistando cada vez más escenarios.
- En menos de dos años Margarita Siempre Viva parece encaminarse a ser una banda icónica de las nuevas generaciones. Con una estética muy bien cuidada -desde la gestualidad hasta la vestimenta-, puso a cantar cada una de sus canciones y dio el primer golpe musical contundente de la tarde. Nos vemos en el Estéreo Picnic 2020.
- El power trío Momota, con su mezcla de rock y sonidos Latinoamericanos como el bossa nova o salsa, mostró que hay un camino por recorrer. Y Estación Caribe dio una cuota de alegría y fiesta en el escenario que puso a bailar a un público que recién estaba calentando motores.
- Bien por Johnie All Star, una agrupación fundada en 1997 que, como dice uno de sus tema, puso a poguear y a divertir al público. De principio a fin mantuvieron a tope la energía.
- Ana Gartner, con beats crudos, abrió un espacio merecido para la electrónica. Es un proyecto contundente y con gran potencial.
- Lo de Inner Circle fue un gran cierre con poder y nostalgia. Con himnos guardados en el subconsciente y en el consciente que unieron a la gente en un gran baile.
*Fotos por: Jane Ochoa Ruiz