¿Se puede ser hombre sin ser macho? Claro que sí
Es difícil ser hombre. Desde que nacemos nos hacen creer que es fácil. Pero no, es jodido, tan jodido que pocos realmente se atreven a enfrentar su masculinidad ¿No me cree? Ponganse a pensar en lo que le enseñaron de chiquito. A ser el más fuerte, a ganar todas las peleas, a poseer a todas las mujeres, a proveer, a mantener, a siempre tener valor, a verse como hombre, a hacer cosas de hombre, a no necesitar ayuda. Pero cuando no pudo cumplir con esto ¿qué sintió?, tal vez miedo o confusión, o más bien debilidad.
A los hombres nos han enseñado que la debilidad está prohibida, por eso cuando nos topamos con ella no sabemos qué hacer. Muchas veces, esa incapacidad de lidiar con nuestros sentimientos se traduce en frustración, en rabia y sobre todo en violencia. Piénselo, recuerde: ¿Cuándo no pudo cumplir con su rol de macho alfa que hizo? ¿Cuándo la presión pudo más que su voluntad, cómo actuó? ¿Cuándo fue la última vez que pudo llorar?
No es fácil ser hombre porque siempre estamos en una competencia, siempre tenemos que vencer o conquistar y cuando no podemos se nos enseña que está bien tomar, poseer, arrebatar, imponer. Abusar.
José Manuel Hernández es psicólogo, trabaja con hombres abusadores y explica que, cuando nacemos, a los hombres se nos inculca una serie de comportamientos y reglas que se definen como equipaje de género o estereotipos de género.
Estos estereotipos son una especie de guiones que tenemos que cumplir a lo largo de nuestras vidas para ser validados ante la sociedad como hombres y suelen ser unas imposiciones creadas por el sistema patriarcal. Así es amigos, el patriarcado es real, pero antes de que se abalancen como primates sobre el teclado a lanzar argumentos sacados de cadenas de Whatsapp y memes, déjenme decirles que el patriarcado básicamente es el sistema hegemónico que nos rige. Es otra forma de nombrar al status quo o la manera en la que se supone que deben ser las cosas.
Y muchos seguro pensaran que las cosas están bien así. De hecho, a los hombres muchas veces nos conviene que se queden así, pero, cuando cuando el sistema le dice que porque usted es más fuerte, más rápido y más grande, tiene el derecho, incluso el deber, de usar la fuerza sin ser cuestionado, bien sea en forma de gritos, golpes o empuñando un arma, hay un claro problema con ese sistema.
El patriarcado, o como reza su definición literal: “el gobierno de los padres”, no es un sistema que oprime exclusivamente a las mujeres, también lo hace con los hombres. Por ejemplo, en el mundo se suicidan más hombres que mujeres. Según la Organización Mundial de la Salud, 12.6 por cada 100.000 hombres se quitan la vida en comparación a 5.4 por cada 100.000 mujeres, o sea el doble.
Esto sucede principalmente por dos razones: el hecho de que la mayoría de los hombres no expresan o no sepan cómo manejar sus sentimientos sumado a la presión social de ser los proveedores y las únicas cabezas del hogar, genera un cúmulo de frustración que explota de alguna manera. Algunos no aguantan y deciden quitarse su propia vida y otros descargan su desconsuelo contra las personas que creen más “débiles”, son de “confianza” o creen que dominan, como sus familias.
Y en épocas de crisis esto se agrava. Según cifras de Medicina Legal, durante la cuarentena estricta se registró un incremento del 142% respecto al 2020 en las llamadas a la línea de atención de violencia, y de estas, el 90% fueron hechas por mujeres.
Datos de la Subsecretaría de Cultura Ciudadana de Bogotá, revelan que en la capital, el 65% de las situaciones de violencia intrafamiliar es contra la pareja y el 58% de las situaciones suceden por temas de celos o infidelidad. Pero lo más preocupante de los estudios de la Subsecretaría es que el 72% de los hombres que ejercieron violencia contras sus parejas o familias, afirman que cuando crecían en sus hogares fueron violentados por sus padres.
Es como si existiera una escuela de violencia heredada que se reitera generación tras generación. Pero no estamos condenados a repetir los patrones de abuso, negligencia y abandono. Ese ciclo se puede romper y el primer paso para esto es preguntarse ¿cómo me afecta a mi el machismo? ¿Qué patrones de violencia y control repito en mis conductas diarias? ¿Cómo evito seguir repitiendo este ciclo? y lo más importante, ¿cómo enmiendo los errores que cometí?
Javier Omar Ruíz, cofundador del Colectivo Hombres y Masculinidades, dice que los hombres empezaron a cuestionar sus papeles impuestos, a pensar en formas de romper estos ciclos y a crear “masculinidades no hegemónicas” que se salgan de los mandatos de género, hasta hace apenas unos 30 años. Muy poco tiempo comparado con las luchas feministas que llevan más de un siglo. Esto sucedió porque a diferencia de la mayoría de hombres, históricamente las mujeres han “sentido lo que significa estar en condiciones de subordinación y opresión y desde ahí empezaron a reaccionar. Los hombres nos demoramos porque estamos un poco en el ámbito de los privilegios del poder, pues estamos cómodos”, comenta.
La comodidad puede ser peligrosa porque nos empuja a un vórtice del que no podemos escapar, nos hace quedarnos quietos, congelados y lo que no se mueve tiende a pudrirse. Por eso, la invitación que hacen grupos como Colectivo Hombres y Masculinidades es cuestionar y cuestionarse, para reaprender a ser hombres.
Esto no significa que quienes lo hacen tienen que dejar de ver fútbol, dejar de ir al gimnasio o empezar a usar maquillaje (a menos que quieran, lo cual no tiene nada de malo). Pero significa, sobre todo, reevaluar su crianza y aprender a expresar sus sentimientos de forma sana. Aprender a llorar, a dar cariño, a cuidar, a agradecer, a perdonar y a pedir ayuda, cosas que por años han sido erróneamente atribuidas exclusivamente a las mujeres.
También significa desaprender cosas como el amor romántico, por ejemplo, que ve a la pareja como la propiedad y no como una cómplice con la cual se puede construir. Es aprender a tener responsabilidad afectiva con las personas, bien sea la pareja, los hijos, los amigos, la familia. Es cuidar sin juzgar, apoyar y no imponer, dialogar y no castigar.
Y esto no es para nada fácil. Romper un paradigma da miedo, enfrentar la sombra es aterrador, admitir los errores requiere mucho valor. En verdad, para ponerlo en términos coloquiales: “hay que ser bien macho para dejar de serlo”. La cuestión es que muchos hombres no saben cómo empezar. La presión de los grupos de amigos y la familia es muy dura e intimidante, pero hay varios mecanismos que pueden brindar ayuda.
La terapia es una forma de lidiar con los sentimientos, encontrar un espacio de desahogo y aprender herramientas para generar cambios. Lastimosamente en Colombia es difícil acceder a este tipo de servicios médicos, pero existen alternativas como el Colectivo Hombres y Masculinidades o la Espiral de Iniciativas de Trabajo Crítico en Masculinidades, que son grupos que brindan apoyo y asesoría.
El 17 de septiembre de 2021 se relanzó la Línea Calma, una iniciativa de la Subsecretaría de Cultura Ciudadana de Bogotá, que busca crear un canal de escucha y acompañamiento psicoeducativo para hombres. El piloto se realizó en diciembre de 2020 y en cinco meses recibieron 1.909 llamadas. A parte se logró que 131 hombres recibieran diez sesiones de acompañamiento psicoeducativo y se creó una mini serie para YouTube de seis capítulos, construida a través de este proceso, en la que un grupo de amigos conversa y reflexiona acerca de su masculinidad.
Pero lo más importante de esta línea es que, como explica María Fernanda Cepeda Anaya, líder de género y diversidad de la Subsecretaría de Cultura Ciudadana de Bogotá, la línea trabaja desde la prevención. Por lo general, cuando un hombre recibe algún tipo de ayuda psicopedagógica, sucede después de que cometió un abuso. No hay una estrategia que corte el ciclo antes de que empiece o termine en violencia.
Para el psicólogo José Manuel Hernández, a esta prevención es importante agregar que el hombre también debe ser parte de la solución. “Lo primero es que no sigamos atacando a los hombres. Usted mira propagandas y todo el tiempo hay que cerrarle la puerta al agresor. Se dicen cosas como que el agresor es lo peor o que todos los hombres son cortados por la misma tijera. Yo creo que hay que poner a hombres a que le hablen a hombres”, opina y agrega que: “tenemos que empezar a intervenir a los agresores de una manera distinta”.
Esto último es muy complejo porque el agresor suele ser cancelado o protegido por sus pares. Es importante entender que este no solo debe ser sancionado, sino también rehabilitado. Y no solamente eso, este debe hacer un proceso de reparación con sus víctimas, pero eso es lo ideal porque la realidad es que no hay muchas rutas de acción para enfrentar estos casos y a pesar de que la violencia intrafamiliar es el tercer delito que más de denuncia en el país, la justicia suele ser lenta. En 2020 estuvieron en juicio 4.825 casos de este tipo, pero se emitieron 763 órdenes de captura.
Por eso es importante reiterar que los hombres deben hablar con los hombres. “Generalmente cuando se le habla a los hombres se le habla al individuo”, comenta María Fernanda. Ella hace énfasis en que hay que buscar un cambio cultural y estructural, porque la raíz del machismo está en el ADN de nuestra cultura y hay muchos espacios, como los grupos de amigos o familiares, que constantemente reafirman estos mandatos de género y dificultan que los hombres siquiera cuestionen sus masculinidades.
“Lo que necesitamos es que los hombres sean traidores del patriarcado”, opina María Fernanda. “Necesitamos que los hombres tengan una voz de cambio al interior de los hombres, porque sino, sigue siendo algo muy desde el individuo'', agrega. A eso José Manuel Hernández, adiciona que esto no debe hacerse desde la provocación, sino desde el diálogo y el trabajo colectivo.
Lamentablemente siempre existirán quienes opinen que la fuerza es el camino, que el hombre tiene el derecho a hacer lo que se le da la gana y que la mujer está obligada a ser sumisa. Que creen que estas voces de cambio son una conspiración que busca destruir la sociedad. Y la idea no es destruir la sociedad, sólo las partes que se basan en el odio, el abuso y la ignorancia.
Usted puede ser un hombre viril y heterosexual, pero no un macho. Usted puede usar su fuerza para defender, acompañar, construir y no para violentar. Usted puede formar un hogar con dos cabezas en igualdad de condiciones que trabajan y conspiran juntas. Usted puede expresar todo su amor a sus hijos sin que eso le quite su semblante duro y sobre todo usted, puede permitirse sentir sin que eso lo vuelva débil. La fuerza no tiene que ser bruta, ser vulnerable no solo lo hace más hombre, lo hace más humano.