La playa como horizonte: el nacimiento de la música surf
Escena 1
El boleto costó 36 dólares. La aeronave era un Beechcraft 35 Bonanza de 1947. Sus tripulantes se habían presentado la noche anterior, un lunes 2 de febrero de 1959, en la histórica sala de conciertos Surf Ballroom, en la localidad de Clear Lake, Iowa, EEUU.
Buddy Holly, Ritchie Valens y J. P. "The Big Bopper" Richardson, tres leyendas del rock and roll que atornillaban y jugaban con ese ritmo nacido en manos de Chuck Berry, de Elvis Presley, de Jerry Lee Lewis o, por qué no, de Sister Rosetta Tharpe, buscaban acortar uno de los trayectos que la extensa gira había vuelto eternos y desgastantes.
La pequeña aeronave, piloteada por Roger Peterson, de 21 años, despegó en medio de una pequeña nevada hacia la 1 de la mañana. Dos horas después fue reportada como desaparecida y, alrededor de las 9:35, la encontraron accidentada en un campo de maíz a tan solo 6 millas del aeropuerto. Todos sus tripulantes habían muerto.
“El día que murió la música”: así tituló algún medio y así se le recuerda a esta fecha, una línea que además inmortalizó Don McLean en su canción “American Pie”, en la que le canta al suceso:
But February made me shiver
With every paper I'd deliver
Bad news on the doorstep
I couldn't take one more step
I can't remember if I cried
When I read about his widowed bride
Something touched me deep inside
The day the music died
Escena 2
A las 8 de la noche, en vivo desde la ciudad de Nueva York, la cadena CBS transmitía un programa de televisión que condensó todo tipo de espectáculos: rock, ópera, comediantes, bailarines y un largo etcétera. Entre 1948 y 1971 pasaron por el set de The Ed Sullivan Show desde Elvis Presley a Salvador Dalí, desde James Brown hasta la marioneta del Topo Gigio.
El 9 de febrero de 1964, como narra la revista Efe Eme, las calles de Nueva York y de EEUU eran fantasmales. Esa noche, alrededor de 73 millones de personas se sentaron frente a sus televisores para ver la actuación de unos Beatles encorbatados y cuidadosamente peluquiados.
La anécdota no es menor. Por un lado fue el aterrizaje de la beatlemanía en el país norteamericano y el inicio de un negocio que perdura hasta el día de hoy. Por el otro, fue abrir una puerta por la que se colaron The Kinks, Rolling Stones, The Who y muchas otras agrupaciones que dieron paso a lo que se conoce como la invasión Británica, cuando las bandas de esa parte del mundo dominaron las listas en EEUU.
Hiato:
Son varios los periodistas, documentales y académicos que han dicho que entre esa muerte de 1959 y la invasión de 1964, el rock and roll languideció. Que fue un corto hiato en el que, si bien se podían estar caldeando cosas, no brotó nada significativo que marcara algún tipo de mito importante dentro de la música occidental.
No fue así. Cuando la música murió, explotó una revolución en California que iba a tener consecuencias en el folk-rock, en el punk, el grunge, y hasta en el heavy metal. Entre el verano del 60 y el invierno del 61 nació una variante del rock and roll que se mezcló con la mitología de las tablas en el mar. A diferencia de otras músicas de EEUU como el blue grass, el country western, el cajun, el gospel, que tienen un origen en diversos territorios de ese país, este fenómeno se concentró en una geografía muy específica: las comunidades playeras del sur de California.
Como explica el periodista musical Kent Crowley, surfers locales, como Robert Simmons, Hobie Alter y Dave Sweet, construyeron tablas con madera ligera, espuma de poliuretano y las cubrieron con fibra de vidrio impermeable. Así transformaron el elegante ritual de reyes de Hawai en una expresión deportiva y popular californiana.
Los surfistas se convirtieron en artífices de una nueva cultura en la que los Baby Boomers, nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, se refugiaron para recibir el primer ataque de la revolución sexual. Todo con la banda sonora de nacientes agrupaciones de rock and roll local que buscaban divertir a sus amigos. La guitarra eléctrica se volvió la cantante principal en un gran número de éxitos locales y nacionales de artistas como Link Wray, Duane Eddy, The Ventures o The Fireballs.
Los padres y madres de la época, que vivieron décadas marcadas por privaciones, vieron a una nueva generación en vestidos de baño y con sus pieles quemadas por el sol mientras exploraban e inspiraban su música en las olas que rompen a lo largo de la costa de California.
Pronto surfistas y músicos de california se reunieron para celebrar este estilo de vida: pasó de ser música de surfers, a guitarra surf y, posteriormente, a música surf.
El músico y guitarrista Richard Anthony Monsour, más conocido como Dick Dale, así lo expresaba: “La música de surf es un estilo definido de punteo en staccato pesado con el sonido fluido de una unidad de reverberación para eliminar los tonos planos de la guitarra y hacer que las notas parezcan infinitas. Se utilizan cuerdas de guitarra muy pesadas para alargar el sonido de la vibración de las cuerdas, no las cualidades de retroalimentación de un amplificador. Se convierte en una combinación muy profunda de cosas que, cuando se juntan, deletrea la verdadera música de surf”.
Las decisiones de Dale a la hora de expresar este sonido, también muy influenciado por bateristas de big bands como Gene Krupa y Buddy Rich, marcaron ese impulso por la velocidad y el baile característicos de esta nueva música. Dick Dale, con su banda The Del-tones, se volvió sinónimo de música surf.
La unión del guitarrista con Leo Fender, de Fender Musical Instruments, le dio además esa pincelada para terminar de definir su sonoridad. Juntos trabajaron muy de cerca por varios años experimentando hasta desarrollar la Fender Reverb Unit, un aparato que le daba a la guitarra un sonido mojado. El amplificador de guitarra, bautizado como Fender Showman, se introdujo en 1960 y su producción se mantuvo hasta 1993, marcando un hito en la historia de la música. Fueron además aparatos que dieron mayor accesibilidad, portabilidad y flexibilidad, permitiendo que los jóvenes eludieran el costoso y complejo sistema de megafonía de la época.
Todos estos cambios tenían como lugar de prueba el Rendezvous Ballroom, un gran salón de baile construido en 1928, ubicado en la playa de la península de Balboa en el condado de Orange. Ahí llegaron cientos de jóvenes cada fin de semana del otoño y el invierno de 1961. Ahí bailaron hasta apuntalarse en la historia.
Las discotecas en Hollywood, y en el mismo condado de Orange, aún no existían, pues no fue sino hasta 1964 que empezaron a proliferar, sobre todo por la explosión musical que trajo la invasión Británica. Siendo así, las bandas de surf tocaban en colegios, auditorios civiles, armerías de la Guardia Nacional, centros de convenciones y algunos salones de baile. Lugares como el Auditorio Retail Clerks Union Hall en Buena Park, el Pavalon Ballroom en Huntington Beach, el Harmony Park Ballroom en Anaheim y el Marina Palace en Seal Beach, el Lido Ballroom en Long Beach y el Palladium en Hollywood fueron epicentros de la música surf.
Pero si en un primer momento la guitarra fue la guía de miles de bandas de garaje de jóvenes, fue cuestión de tiempo para que llegara una agrupación a ponerle voz. A finales de 1961, los Beach Boys sacaron su primer sencillo Surfin', en el que le dieron palabras al estilo de vida del sur de California -aunque esa primera pieza agarrara otros elementos sonoros. Dale quedó relegado a un segundo plano y ese molde vocal, lleno de armonías, terminó por capturar la esencia de la adolescencia en esta parte del mundo. Un molde que llegó a otras áreas del país y atravesó el océano. Ahí aparecieron otros grupos como Dan & Dean y Bruce & Terry.
A pesar de todo fue difícil la aceptación nacional de la surf. También, entre el pico de su popularidad en el verano de 1963 y su desaparición algunos años después, la música fue golpeada por eventos políticos, culturales y musicales que contribuyeron a su declive: el asesinato de John F. Kennedy tendió una oscura nube sobre la diversión; la guerra de Vietnam acrecentó una reacción más política y social; los disturbios de Watts, entre el día 11 y el 17 de agosto de 1965 en Los Ángeles, pusieron de manifiesto la persistente inequidad entre la población negra y la blanca y las tensiones que había. El idealismo del que se alimentaba la imagen que proyectaba la música surf se erosionó.
Además, la llegada de los Beatles y el auge de Motown, la discográfica estadounidense especializada en música afroamericana, cambiaron el gusto musical radicalmente en 1965. Las bandas en california reaccionaron a la nueva oferta y el sonido se alejó del sueño playero. Incluso a finales de los 60 y principios de los 70, los artistas forjados en el crisol del surf retrocedían ante la acusación de que estaban haciendo música surf.
Este sonido resurgió dos veces, a finales de los 70 y principios de los 90, quizás la banda sonora de Pulp fiction (1994), de Quentin Tarantino, tuvo algo que ver en ese auge. Quedaron para el catálogo artistas como Dick Dale, Beach Boys, Jan & Dean, Lively Ones, Chantays, Eddie & the Showmen, Blazers, Dave Myers & the Surftones, Adrian & the Sunsets.
Hoy ese sonido primitivo y sensual, el primer género alrededor de un deporte que engendró la una lista de guitarristas que llevaron a este instrumento a ser el protagonista del rock and roll, es revisitado por melómanos de todo el mundo. Su sonoridad sigue persiguiendo oídos y llevando al baile en la cresta de la noche. La playa renace como horizonte cada vez que suena.