Knotfest 2022, un cierre perfecto para un año muy metalero
Hace 30 años cuando los primeros metaleros de Bogotá caminaban las calles de esta hostil ciudad siendo juzgados, perseguidos y criminalizados, jamás a nadie se le pasaría la idea que el metal un día se iba a tomar la ciudad. El 9 de diciembre esto se hizo realidad con el Knotfest que por primera vez se celebró en uno de los puntos más emblemáticos de la capital, el complejo del Estadio El Campín.
Durante décadas el metal fue algo oculto, algo prohibido, algo que solo algunas personas conocían los cuales con su estética rompían las dinámicas del paisaje urbano. Pero poco a poco, esta cultura se fue colando en el ADN del país y la mancha negra fue creciendo pero sin dejar de ser algo muy extraño, a veces atemorizante e incluso indignante. Si bien Rock al Parque siempre ha sido un punto de encuentro y visibilización, este ha estado permeado por el secreto, como protegido entre el parque y pocas eran las personas ajenas a esta cultura que se animaban a adentrarse en esas tierras extrañas.
Pero este año la carrera 30, una de las vías principales de la capital, retumbó a punta de metal. Por un día este punto central se convirtió en un descomunal templo dedicado a la distorsión al que 18 mil peregrinos llegaron para darlo todo durante horas.
Knotfest es la muestra de la fuerza que el metal tiene en Colombia a nivel cultural, social y económico. Tan solo entres semana se realizaron tres festivales en la capital, a lo largo de este año prácticamente hubo una banda internacional tocando por semana y ya hay varias fechas importantes listas para el 2023. Todo esto sin contar los conciertos de bandas locales que se realizan a lo largo de todo el año.
Por eso esto era como la cereza del pastel para culminar un 2022 muy movido y una apuesta muy arriesgada que en general salió muy bien pero tuvo algunas fallas que deben ser consideradas y mejoradas de cara al futuro, ya que el potencial de este festival es enorme y sin duda se puede decir que ya es hora de que una producción como esta dure varios días.
Fue buena idea la distribución del espacio, dos escenarios al aire libre continuos y uno dentro del Movistar Arena, las distancias eran cortas y en general fue cómodo el desplazamiento y la movilidad dentro del complejo.
Pero hubo serios problemas de sonido en ambos espacios. Este fluctúa y dependiendo de dónde estuvieras parado sonaba mejor o peor, bandas como Ratos De Porao, Hypocrisy y Bring Me The Horizon se les perdió la voz en las primeras canciones, a veces todo sonaba como un desorden mal ecualizado y en ocasiones no se escuchaba el bajo o la guitarra. Pero después de unos temas se lograba ecualizar bien. También las pantallas estuvieron un poco bajas y a veces era difícil ver las presentaciones.
Si bien este fue incómodo, no empañó del todo las presentaciones y más que quejas son observaciones porque entendemos que esta es la primera vez que se organiza un evento en este espacio y estos son temas técnicos de los que se puede tomar nota para buscar soluciones a futuro.
El cartel fue muy interesante porque reunió grandes exponentes de varios de los subgéneros que conforman el amplio abanico del metal. Bandas que forjaron el sonido y la estética como Judas Priest y Venom, representes del sonido ochentero y noventero que marcó tanto al mundo como Sepultura, Samel e Hypocrisy, algo de los sonidos más contemporáneos y experimentales como Suicide Silence, Trivium y Bring Me The Horizon, algo de punk hardcore a cargo de Ratos De Porao, tocó Pantera la banda más importante del mundo en este momento e incluso una banda joven como Vended.
Pero donde se quedó corto el cartel fue con bandas colombianas. Solo tres: Templa In Cenere y Ceguera, dos propuestas muy interesantes a la altura de este y cualquier otro escenario del mundo y Acutor, una banda que no toca seguido, que solo tiene un disco, envuelta en polémicas y críticas y que para muchas personas no dio la talla del festival, pero que igual tuvo el apoyo de sus seguidores. Si bien es una banda que entra en los clásicos del metal colombiano no es que esté del todo activa lo cual sí genera la pregunta de si ese espacio pudo estar mejor utilizado.
Además, estas tres bandas abrieron, lo cual siempre es muy difícil y en Colombia el talento da para intercambiar los grupos nacionales con los extranjeros. Una industria sólida también se construye mirando para adentro y si en festivales como Estéreo Picnic hay bandas locales llenando escenarios en horarios estelares, lo cual se consiguió gracias a un trabajo arduo, ¿por qué no arriesgarse a lo mismo en el Knotfest? Entendemos que es una franquicia y seguro hay algunas condiciones propias de la marca pero tal vez se puede soñar con un festival de más días, con más bandas y más espacios para lo nacional.
Lo otro que faltó fueron bandas más contemporáneas, la única agrupación jóven fue Vended que llegó más por ser los hijos de varios integrantes de Slipknot, dueños de la marca y productores generales del festival, que por mérito propio y que es una imitación de la banda de sus padres. Pero actualmente hay muchas cosas interesantes y muy pesadas sucediendo en el metal y si bien siempre es bueno ver a los clásicos, el cartel fue muy añejo y claramente respondió a lo que pide la gente, pero la formación de públicos pasa por arriesgarse a mostrar propuestas distintas y Bring Me The Horizon fue la muestra de eso, ya que esta banda inglesa dio uno de los mejores shows la noche. Atrevido, disruptor, muy propositivo y la gente respondió muy bien, faltó pogo, pero en general entre curiosos y fanáticos se llenó el escenario y tembló el Campín.
Algo muy positivo fue que la entrada fluyó y las requisas no fueron agresivas ni invasoras, lo que muestra que al fin se está respetando al metal y se está tratando a los metaleros como ciudadanos y no como seres malignos se van a matar entre ellos. Pero sí el público de esta cultura, y en general de todas, debe reflexionar acerca de su consumo y no nos vamos a cansar de hacer un llamado a la responsabilidad individual y colectiva.
Cada uno verá lo que hace con su cuerpo y su plata, pero pagar una boleta tan costosa para pasar la mitad del festival tirado en el piso es absurdo y no se trata de dejar de consumir, sino aprender a consumir mejor.
Y en eso también hay algo de responsabilidad del festival porque la gran crítica que se le puede hacer al Knotfest son los excesivos precios de las cosas. Es absurdo que el agua cuesta 10 mil pesos y una cerveza 16 mil. Entendemos la inflación y la crisis económica global, pero ni este, ni ningún otro evento puede seguir cobrando tan fuerte, sobre todo el agua. Si en festivales como el Baum Fest se ha garantizado el mínimo vital de agua, en este por qué no. Es hora de que todos los organizadores de eventos, el público y las autoridades pertinentes reflexionen acerca de los precios en los eventos y cómo regularlos de forma justa.
Pero lo más importante de esta jornada es que fue un gran festival. El público metalero colombiano se merecía un día como este; está sin duda fue la mejor edición y esperamos que sea una semilla para algo más grande.
Fue muy emotivo ver a Phil Anselmo luchar para no quebrarse en el escenario cuando le dedicó la presentación a Dimebag Darrell y Vinnie Paul; o ver a João Gordo cantar con toda la fuerza de siempre pero sostenido por un bastón; o ver el que tal vez fue el último show de Judas Priest en Colombia con un Rob Halford de 71 años tragándose el escenario. Da gusto ver a Templa In Cenere y Ceguera dando pasos de gigantes, a un público conmovido con Hypocrisy y una apuesta tan arriesgada como Bring Me The Horizon brillar en el corazón de la capital.
El metal sigue creciendo y esperamos que esto marque un antes y un después en los mega eventos metaleros porque francamente, nos lo merecemos.
Gracias Knotfest.