Estéreo Picnic 2022: la política también sonó en el festival
Han pasado varios días desde el final del Estéreo Picnic y todavía se sienten muchas cosas tras ese fin de semana de música. Definitivamente esta edición fue muy especial ya que muchos elementos se conjugaron durante todo el evento. La alegría de poder regresar a un encuentro tan masivo después del miedo y la incertidumbre de la pandemia; la dolorosa muerte de Taylor Hawkins; el buen momento por el que pasa la música colombiana e incluso el hecho de que no llovió son algunas de las cosas que recordaremos.
Pero dentro del glamour, el desenfreno, la diversión y los colores, este año, tal vez como no se había visto antes, Estéreo Picnic tuvo una fuerte y clara carga política que se vivió desde muchos lugares.
Un festival en su esencia es un encuentro pensado y estructurado para el puro entretenimiento. Todo esto de un “Mundo distinto”, está más direccionado a la creación de una burbuja de estímulos en la que podemos olvidar el caos del planeta por unas horas y entregarnos enteramente a la diversión, la banalidad y hedonismo. Lo cual no está mal en lo absoluto, sobre todo en un país donde reina la violencia, la precariedad y el abuso, esto es vital y muy importante. Pero cuando miles de personas se conjugan en un mismo espacio, las cosas no son simplemente diversión.
Y si bien un festival como este tiene múltiples contradicciones, como escenarios con nombres de bancos por ejemplo, también es importante recordar que es un gran espacio de expresión, principalmente para los jóvenes, y una buena forma de ver e intentar entender las preocupaciones de la gente.
Además, contrario al pensamiento de que hacer política es ir a votar en las elecciones, que por cierto son el 29 de mayo, el acto político es algo diario, que no solo pasa por desde donde nos enunciamos cómo personas, sino también desde cómo nos vestimos, cómo nos comportamos con las demás personas, cómo regulamos nuestros consumos, cómo nos expresamos en redes y otras acciones que conforman nuestro día a día.
Y en estos días esos elementos afloraron con fuerza. Tal vez la pandemia, la crisis social, económica y política, el tufo del totalitarismo y la guerra que recorre el planeta, la época electoral, el Paro Nacional o la suma de todo, fue lo que motivó al público y los artistas, a pensar que esto del “mundo distinto”, no solo sirve como un buen slogan comercial, sino que puede hacerse una realidad.
Este año hubo algo distinto, algo que pasó más por la necesidad de alzar la voz en un país en el que el silencio es la ley, y de hacer una catarsis colectiva unida a un pulso generacional que grita con fuerza: “estamos aquí, existimos, estamos cansados y no tenemos miedo”.
Cosas tan simples como una enorme bandera LGBTI+ que ondeaba en la mitad de Briceño 18 o un letrero que decía “Baños para todes”, fueron muy dicientes, sobre todo teniendo en cuenta que hace pocos años una bandera similar izada en Medellín fue descolgada y destrozada a punta de cuchillo, o que en los últimos días el debate entorno al lenguaje incluyente una vez más ha llamado la atención. Estos mensajes, más allá de responder a un debate global y una estrategia de marketing, se unen con la búsqueda del respeto y el reconocimiento de la diversidad.
La Constitución de Colombia dice que este es un Estado pluriétnico y multicultural y de alguna manera esto se vio reflejado en estos tres días de música. Claramente esta no fue la intención de la organización del festival sino más bien fue algo que la gente apersonó. Una acción orgánica de un público que mostró un cambio muy significativo, que tal vez se dio porque el 47% de los asistentes fue por primera vez al festival o porque definitivamente hay una nueva mentalidad de los jóvenes, reflejada en una audiencia que ahora es más crítica y responsable. Que madruga a ver a los artistas locales, que se cuida en los espacios, que evita la violencia, que se expresa sin temor, que respeta y se une en la diferencia y por la paz, que como dijo Nidia Góngora cuando se presentó con la Pacifican Power, quiere vivir sabroso, con las responsabilidades que esto implica.
Y no solo fue la gente, también fueron los artistas quienes alzaron la voz. Armenia a parte de tocar la canción de Frilejon Ernesto Pérez, que más que un personaje viral es una reflexión que gira en torno a preservar el páramo y el agua, hizo un llamado a cambiar el país en las urnas; antes del inicio de su set, la artista y Dj Selva, colocó un audio en el que recuerda varias fechas que marcaron la historia de violencia del país, como el asesinato de Galán y la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), la cual que concluyó con la infame cifra de los 6402 falsos postivos y la frase: “un recordatorio para un país sin memoria”.
Edson Velandia, acompañado solo de su guitarra cantó los temas que compuso para apoyar el Paro Nacional y proyectó una imagen de Francia Márquez en la pantalla del escenario. Briela Ojeda enfatizó en la importancia de la construcción colectiva y tejer redes de apoyo y creación con las amistades; Lucille Dupin clamó por un mundo sin complicidad para los abusadores; Bejuco y Los Gaiteros de San Jacinto, testigos de una guerra infame en sus regiones, nos recordaron que el tesoro más importante es la paz y que es nuestro deber buscarla, atesorarla y cuidarla.
Este mensaje también se sintió con fuerza desde los grupos extranjeros, como Idles que sobre el escenario dio un discurso antifascista que respalda la clase obrera, los migrantes y cuestiona el machismo. O Marina con sus canciones feministas que defienden los derechos LGBTIQ+; o Fatboy Slim que proyectó un discurso de Greta Thunberg que habla acerca de la importancia de tomar consciencia sobre el cambio climático.
Igual hay que recordar que Estéreo Picnic no es un espacio politizado en sí mismo. Es la gente la que está usando esta plataforma para encontrarse en las diferencias, expresar sus sentimientos, conocerse, crear, conspirar, sentirse apoyados y sentirse menos solos. Y el hecho de que gente tan diversa de todo el país, de que incluso personas que no pertenecen a las mismas escenas musicales y que es muy raro que estén juntas en un concierto, se unan en un mismo lugar y vivan las fiesta en paz, es algo poderoso y sin duda muy político. Queda un dejo de esperanza a pesar de que claramente todavía hay mucho por recorrer, y los problemas del planeta no se solucionan con alzar la voz en un festival, pero poco a poco se va viendo que el compromiso por un cambio es palpable y ahora solo falta que se dé el salto del “mundo distinto” al mundo real.