Cien días de confinamiento, cien preguntas
La pandemia, como cualquier situación límite, nos obliga a pensar no solo en el virus, sino también en el contexto, que en este caso es tanto local como global. Y la situación puede tomar muchas direcciones: numerosas reflexiones sobre la cotidianidad, el establecimiento de relaciones difíciles o hasta absurdas para interpretar lo que sucede, una búsqueda de cambio interior o cuestionamientos sobre los valores de la civilización humana.
Quizá sea un buen momento para la filosofía, o hasta para la futurología, así los diagnósticos sean errados. Y ha sucedido...
Un ejemplo es el libro “Sopa de Wuhan”, editado en Buenos Aires por la editorial ASPO y distribuido de forma gratuita por redes sociales. Este texto recopila las reflexiones de varios pensadores y pensadoras que se plantean algunas preguntas e intentan dar otras tantas respuestas.
Giorgio Agamben, filósofo italiano, tituló su artículo “La Invención de una epidemia”, cuando ésta recién llegaba a su país. Para él, el COVID-19 era una gripe más y los medios solo estaban llevando al pánico generalizado. El francés Jean-Luc Nancy reflexionó sobre la interconexión técnica que se ha alcanzado en el mundo contemporáneo: la hiperconectividad en estos tiempos e insinuó que de esta crisis solo quedarán algunas convicciones alrededor de la salud pública, la educación y el cuidado de los ancianos.
Más sugestivo fue el filósofo pop Slavoj Žižek, quien se refirió a la pandemia como un golpe contundente al capitalismo, incluso lo compara con la técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos con la que Beatrix acaba con Bill en “Kill Bill 2”. “No podemos seguir el camino hasta ahora, que un cambio radical es necesario”, sentencia el esloveno.
Judith Butler, socióloga de la Teoría Queer, se enfoca en los sistemas de salud capitalistas, para argumentar que estos definen a algunos cuerpos como merecedores de cuidados y a otros como menos valiosos. O Byung-Chul Han, filósofo coreano, que argumenta que desde la política autoritaria de oriente se logró contener el contagio, mientras que en Europa, una sociedad mucho más desobediente, todo se salió de las manos.
La futurología es un ejercicio muy incierto y los mismos diagnósticos pueden quedarse cortos o incluso irse de largo. Pero es difícil no hacerse preguntas de cara a la coyuntura. Además no hay por qué negarlas. Pueden ser de cualquier cosa y sobre cualquier otra. Como decía el poeta Charles Baudelaire, es momento de embriagarse:
Hay que estar siempre borracho.
Todo está ahí: es la única cuestión.
Para no sentir el horrible fardo del Tiempo que te rompe los hombros y te inclina hacia la tierra, hace falta emborracharse sin parar.
Pero, ¿de qué?
De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieran.
Y si alguna vez sobre las gradas de un palacio, sobre el pasto verde de un foso, o en la soledad melancólica de sus cuartos se despiertan, la borrachera ya atenuada o desaparecida, pregúntenle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que se escapa, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle la hora.
Y el viento, y la ola, y la estrella, y el pájaro, y el reloj les van a contestar: ¡Es la hora de emborracharse!
¡Para no ser los esclavos mártires del Tiempo, emborráchense sin parar!
De vino, de poesía, de amor, o de virtud, de lo que quieran.
En Radiónica quisimos hacer eco a las preguntas. Son 100 días de confinamiento. No es fácil, pero nos da tiempo para pensar.