ABC de los perros ferales en Colombia: una problemática que nace del abandono de animales de compañía
Hace aproximadamente dos años, “los habitantes de la zona rural de Guarne pasaron días angustiosos al notar como animales de compañía y de corral desaparecían dejando huellas de sangre. La Gobernación de Antioquia, la Administración Municipal y la Universidad CES, se dieron a la tarea de averiguar lo que pasaba, el resultado es que eran perros ferales”.
¿Perros… ferales?
Sí, perros que son abandonados por sus dueños en bosques o en ambientes naturales y que desarrollan cierto tipo de habilidades para poder sobrevivir. Andrés Felipe García Londoño, biólogo egresado de la Universidad Nacional con maestría en Etología, ha estudiado desde el año 2008 el comportamiento y la vida de estos perros en el país.
“Los perros ferales o semiferales, son una especie de cánido que ha sido introducida en los ecosistemas por la acción humana. Su nivel de feralidad se determina según su grado de dependencia de las personas, entre más independente sea un perro más feral es. Si un perro puede cazar por su cuenta, vivir en ambientes donde no exista la presencia de personas, y sobrevivir de la basura, de carcazas de animales muertos y demás, sin el contacto humano, es considerado un perro feral”.
Existen diversas categorías y generaciones de perros ferales, que van desde aquellos que son semi hasta los que nacen de distintas camadas y son completamente silvestres, no obstante, el proceso de reproducción de estos animales en la naturaleza presenta múltiples desafíos con altas tasas de mortalidad en camadas tempranas. De acuerdo a Andrés, “hemos calculado una mortalidad bastante alta, casi del 80% – 85%, mejor dicho, de una camada de 6 cachorros cuatro mueren. Esto, debido al proceso de domesticación que para los procesos iniciales de la vida del animal dependen del humano… vacunas, tratamientos, etc”.
Sin embargo, aquellos que sobreviven y se reproducen en generaciones sucesivas, desarrollan una notable resistencia y adaptación a su entorno. “Los perros de primera generación o semiferales son perros que normalmente la gente abandona en ambientes naturales. Muchos mueren, claramente, a otros les da alguna enfermedad, otros no pueden aguantar el frio o el calor extremo. No obstante, hay un pequeño porcentaje que sobrevive y se vuelven realmente fuertes y conocen muy bien qué tienen que hacer. Comienzan comiendo huevos de aves, de tortugas, algo que no se mueva tanto, y con el paso del tiempo comienzan a ser perros mucho más resistentes y adaptados a los lugares en los que están”, afirma Andrés.
* La definición de la palabra feral proviene de las palabras ‘feroz’ y ‘letal’.
Retornando a sus raíces
Los perros ferales, descendientes de animales domésticos abandonados, han desarrollado habilidades de supervivencia en ambientes naturales para poder sobrevivir. Según Andrés, estos caninos se comportan más como carnívoros silvestres, escondiéndose y cazando en grupos.
“El perro viene del lobo gris y a partir de un proceso de domesticación de miles de años y de una cría selectiva que nosotros como humanos hicimos, salieron las razas seleccionadas, pero al final su genética es exacta a la de un lobo gris”.
Los perros ferales son animales que no se dejan ver, se comportan como carnívoros silvestres y tienden a esconderse. No ladran ni hacen ruidos porque pierden sus presas. Pueden cazar tanto de día como de noche gracias a su agudo sentido del olfato y a su visión nictálope. Además, crean sus jaurías partiendo de un macho y hembra alfa, quienes, a su vez, se reproducen y van formando su propia manada especializada en sobrevivir. De hecho, reemplazan el papel del humano, al destacar roles como criadores, cazadores, exploradores, y transeúntes.
“De vez en cuando los perros ferales se van a buscar perritos callejeros, literal, no sabemos que características ven en ellos, pero a algunos los matan – hemos visto casos de perro come perro – y a otros los reciben en la manada. Los meten en el grupo, cazan y sobreviven juntos. Obviamente, este proceso de reclutamiento debe estar relacionado con características o habilidades de cacería de aquellos perros deambulantes que suman al proceso de supervivencia del grupo”, afirma Andrés.
La cantidad de integrantes que puede llegar a tener una manada depende del tamaño del área que habitan y de las estrategias de caza y defensa que optan por desarrollar. “Por ejemplo, en el caso del humedal La Conejera en Bogotá, llegamos a ver nueve perros en una manada, que con el paso de tiempo fue disminuyendo. Normalmente los perros ferales no tienen longevidad alta, por el estrés, por los desafíos y mueren jóvenes entre los 6 y 7 años”.
Los perros ferales son animales que requieren condiciones específicas para sobrevivir: refugio, agua y alimento. Por lo general, se encuentran cerca de grandes núcleos urbanos, ya que su origen está vinculado a estos entornos. No suelen alejarse mucho, ya que dependen de la comida que encuentran cerca de los humanos, como basura y desechos. Sin embargo, también existen perros ferales que se alejan de los cascos urbanos, aunque son menos comunes.
En Colombia, se pueden encontrar en diversas zonas, como el Valle de Aburrá, los Farallones de Cali, Bucaramanga, el Eje Cafetero, el Amazonas, los Llanos Orientales y los Páramos, lo cual genera impactos significativos en los ecosistemas locales.
Ataque a diversas especies, incluyendo humanos
La mayoría de los perros ferales se alimentan de tingüas, zarigüeyas, conejos, aves, chigüiros y otras especies más pequeñas que se encuentran en nuestros ecosistemas. Sin embargo, también se han registrado casos en los que estas jaurías atacan a animales de mayor tamaño, como venados, vacas, ovejas y zorros. Incluso, en ciertos territorios, se han reportado ataques a personas.
Además de afectar directamente a las poblaciones de especies nativas al depredar sobre ellas e incluso llevar a la muerte a personas, estos animales actúan como transmisores de enfermedades infectocontagiosas tales como la rabia, el distemper, el parvovirus, entre otras, lo cual termina por acelerar los procesos de extinción local.
“En el Parque Nacional Natural Chingaza, así como en los más de 30 páramos que tiene el país, existe la presencia de perros ferales, los cuales han optado por desarrollar estrategias de supervivencia mucho más instintivas cazando venados, guaguas, dantas, y otras especies que habitan estos ecosistemas”.
Aunque algunos científicos argumentan que los perros ferales podrían cumplir una función de control biológico, su presencia plantea desafíos para la conservación de la fauna nativa. “Como ya no hay depredadores nativos en muchas zonas, los perros llegan a cumplir esa función de control biológico, lo cual es parcialmente cierto porque ejercen una función de depredadores, pero no quiere decir que por el hecho de que estén ahí, da igual que no estén los osos, los tigrillos y demás animales, ya que poseen estrategias diferentes de cacería, requerimientos nutricionales diferentes y le apuntan a diferentes presas”, expresa Andrés.
Posibles soluciones para reducir su proliferación
La principal razón de por qué existen perros ferales en el mundo es el abandono de mascotas, un problema complejo que puede surgir por múltiples razones como la falta de compromiso, expectativas irreales, cachorros no deseados, problemas de comportamiento y falta de adiestramiento o educación.
En Colombia, existen aproximadamente 3 millones de perros y gatos en situación de abandono, y según datos entregados por el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal, se estima que hay 66.467 perros deambulantes solo en la ciudad de Bogotá, cifras que preocupan debido al impacto que estos animales tienen en los ecosistemas locales, afectando las poblaciones de especies nativas y, por consiguiente, los ciclos naturales.
Ante esta problemática, se plantean diversas soluciones, como la extracción ética de individuos, la esterilización y la educación en tenencia responsable de mascotas. Sin embargo, la implementación de estas medidas enfrenta desafíos logísticos y políticos.
En palabras de Andrés, “lo primero que se debe hacer para reducir esta problemática que va en aumento, es retirar este tipo de individuos de los ecosistemas. La retirada o la extracción de estos animales puede ocurrir en tres vías: La eutanasia ética, la construcción de centros de recepción de fauna feral y la resocialización de individuos, con unos porcentajes de efectividad del 90%, 5% y 5% de cada estrategia”.
¿Los perros ferales están en el centro del debate?
“Sí. Hay muchas organizaciones involucradas que se pasan la pelota entre ellas y al final no toman decisiones. Entonces, los reportes se quedan entre Secretarías de Ambiente, Secretarías de Salud, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, CAR, etc. Palabras más, palabras menos, no se está haciendo nada por los animales. Hay que hacer mesas técnicas con varios representantes de distintas entidades para que se tomen decisiones conjuntas”, cuenta Andrés.
La falta de coordinación entre entidades gubernamentales y la necesidad de una mayor conciencia ambiental son obstáculos que deben superarse para abordar eficazmente la proliferación de perros ferales en Colombia.
“Como conclusión, creo que también tiene que ver con apropiarnos de nuestra biodiversidad. Y aunque contamos ya con un orgullo cultural, nos falta un orgullo natural. Y mientras eso no pase, va a ser muy difícil que la gente termine por votar por su ambiente y no por el carisma que le puedan despertar otros seres”.
En última instancia, la gestión de los perros ferales en Colombia requiere de un enfoque integral que combine medidas de control poblacional con programas de educación y concientización. Es fundamental involucrar a todas las partes interesadas que van, desde las autoridades gubernamentales hasta la sociedad civil, esto, con el objetivo de desarrollar estrategias efectivas y sostenibles en la conservación de la biodiversidad colombiana.
Aquí, nuestro podcast Recodifica: ¿Resocialización de perros ferales? Conoce la historia de Koda: de perro feral a compañero eterno.