Se cumple un año de la muerte de Steve Jobs
La importancia de Steve Jobs es inmensa en el ámbito de la tecnología de uso personal, pero traspasa las fronteras del mundo informático. Su perfeccionismo extremo, y su obstinada, y a veces difícil manera de trabajar, no fueron un obstáculo para hacerlo un ejemplo de excelencia, innovación y creatividad indiscutible.
Hijo adoptado de una pareja que no terminó la universidad, pero bien ubicada laboralmente, Steve Paul Jobs (febrero 24 de 1955 - octubre 5 de 2011), creció en un ambiente familiar que incentivó su curiosidad en la tecnología desde muy pequeño, así como a hacer las cosas por si mismo.
Su madre era contadora en una de las primeras firmas informáticas del hoy llamado Sillicon Valley (lugar en San francisco, California, EE.UU, donde se ubican las más importantes firmas de tecnología como Apple y Facebook) y su padre un técnico de maquinaria en una empresa de lásers. Jobs aprendió a leer desde muy pequeño con su madre, al igual que con su padre a desensamblar y armar aparatos electrónicos.
A medida que fue creciendo, su interés en la tecnología se fue ampliando, pero la situación económica de sus padres era difícil, así que Jobs, un creativo desadaptado, tuvo que dejar la universidad mucho antes de terminarla, pero se las arregló para tomar cursos libres y vivir de la caridad de sus amigos, durmiendo en sótanos, pisos y espacios desocupados.
Una de las clases que luego Jobs describiría como fundamental para el desarrollo de la interfaz gráfica del primer Machintosh (computador que fue fundamental en la revolución de los computadores personales que cambiaron las tareas del hogar y de la oficina en el mundo), fue la de caligrafía.
Hasta que el chasís de ese aparato no fue perfecto, por dentro y por fuera, tal como Jobs lo quería, no fue lanzado, así esto le haya significado perder dinero a Apple, le haya costado su puesto como líder del Lisa, el otro computador que Apple planeaba al tiempo, así como peleas y fricciones con ingenieros, publicistas, desarrolladores y con cualquiera que no compartiera su visión.
Ese carácter obstinado fue el que le permitió salirse con la suya, pues rara vez se equivocó sobre alguno de los productos y proyectos en los que participó activamente como Pixar, el iMac, iTunes, iPad o el iPhone, que definitivamente revolucionaron los campos en los que entraron a competir.
Jobs y el primer Machintosh
Su obsesión por el diseño y la usabilidad, fueron y son hoy todavía una muestra de respeto a sus usuarios, como su visión de hacer sus productos prácticos, fáciles de usar e intuitivos. Pero, sobretodo, su manera de trabajar, así haya ofendido a mucha gente, fue producto de su crianza, su búsqueda de identidad libre y una lucha constante contra la medriocridad.
Jobs, que nunca se gradúo de la universidad, supervisó todos los productos que recuperaron a una Apple que se fue quedando moribunda precisamente desde que él fue despedido en 1985, y que la convierten hoy en la empresa más importante y valorada del mundo.
El primer iPad
Claro, Jobs no fue perfecto y cometió muchos errores, los cuales reconoce en la biografía que publicó sobre él Walter Isaacson. Su terquedad le costó mucho y Apple nunca ha estado exenta de críticas en muchos aspectos, desde los técnicos hasta los ambientales.
Y aunque es difícil tener simpatía por un multimillonario, Steve Jobs siempre se diferenció del montón y dejó un legado en Apple, que a diferencia de cualquier otra compañía de tecnología masiva hoy en día, es la base para crear productos que realmente han revolucionado directamente, para bien o para mal, las tareas humanas más comunes.