Una noche pura pasión metalera con Helloween y Hammerfall
El power metal se llama así porque emite una fuerza demoledora que te quita el aliento y con cada acorde te mete en mundos increíbles donde todo es posible. Y aunque debo confesar que nunca he sido muy fanático de esta rama del metal, cuando uno ve en vivo a bandas como Helloween y Hammerfall no le queda más opción que rendirse ante su descomunal sonido.
Ambos grupos ya habían visitado el país, pero sin duda la noche del 29 de septiembre en el Movistar Arena de Bogotá se vivió el mejor concierto que estas leyendas del metal le han regalado a su fanaticada colombiana. Esa noche solo se puede describir con la palabra pasión, porque desde que Hammerfall dio sus primeros acordes, hasta los últimos de Helloween, el público estuvo entregado por completo a la música.
Al sentir temblar esta enorme sala de conciertos es que uno realmente entiende la parte épica que envuelve al power metal. No solo son las temáticas o historias que algunas de sus canciones cuentan, las cuales están basadas en los tiempos medievales, el folclore nórdico y los cuentos de caballeros y dragones, en verdad es por la entrega del público que ama esta música. Durante las dos presentaciones, hubo momentos en los que el estruendo de emoción era tan abrumador, que sobrepasaba el sonido de los instrumentos. Era como estar en las filas de un ejército que grita eufórico antes de lanzarse al ataque.
Esta entrega no solo dio mucha fuerza al show, sino a los artistas que con el United Forces han recorrido medio planeta y la gira por Latinoamérica recién está comenzando. Pero de cansancio se vio poco en el escenario, mejor dicho nada, realmente fue admirable ver la entrega de estas bandas. Hammerfall salió al escenario con toda su experiencia y con muy buena actitud. Se notaba la cara de felicidad de esta banda sueca encabezada por Oscar Dronjak que con su largo pelo rubio y su enorme estatura parecía un vikingo rasgando la guitarra sagrada del Valhalla.
Si bien el Movistar Arena todavía no estaba lleno, la energía ya se sentía a mil por hora mientras estos músicos repasaban sus clásicos y algunas de sus composiciones más recientes. El sonido fue impecable, incluso mejor que el de Helloween, y dejaron la emoción muy arriba, como una bomba que estaba a punto de explotar.
Y claro, cuando la cortina con el logo de Helloween que se puso frente al escenario empezó a mostrar las proyecciones de unas calabazas giratorias, el recinto, ya para ese momento lleno, enloqueció. Esta es la tercera vez que Helloween se presenta en Bogotá con esta formación histórica: Andi Deris y Michael Kiske en las voces; Michael Weikath, Sascha Gerstner y el legendario Kai Hansen en las guitarras; Markus Grosskopf en el bajo; y Dani Löble en la batería.
Pero se sintió como la primera vez que se presentaron en la Gran Carpa Américas hace unos años, incluso fue mejor y eso se vio en la sonrisa que Andi Deris esbozó cuando miró el recinto lleno y agradeció el apoyo.
Pero más que centrarse en las canciones coreadas a todo pulmón, lo que vale la pena resaltar del show de Helloween que es realmente impecable. Cada detalle es sumamente pulido, desde la calabaza sobre la cual se erigió una batería que tenía cuatro bombos, hasta las lentejuelas brillantes de la chaqueta roja de Michael Kiske. El bajo con forma de calabaza de Grosskopf, las extrañas guitarras con un arco encima del mástil de Gerstner, las bombas negras que volaron por los aires durante “I Want Out”, todo estaba construido con una sutileza que le daba más emoción a la presentación.
Aparte el carisma de estos artistas es hipnótico. Cada que Deris intervenía con su tosco español hacía algún chiste o compartía un momento muy íntimo con Kiske, el cual se nota que es más que una simple en escena montada, había una camaradería real entre cada uno de los músicos. A veces era difícil saber dónde poner atención porque pasaban muchas cosas al tiempo sobre el escenario.
Sino era un solo de guitarra espectacular o una invitación al público a gritar o cantar, era un broma que se hacían estos músicos mientras tocan, una sonrisa con las primeras filas o un saludo a la gente de en las tarimas. Para uno que no está acostumbrado al power metal, a veces era abrumador y muy recargado presencial tantos estímulos sucediendo al tiempo, y más estando entre un público cantando abrazado y con lágrimas en los ojos cada una de las canciones.
El power metal se trata de mostrar el virtuosismo al que puede llegar el metal. Esta música no es pesada, ni extrema, es más bien elegante, pulida y energética. La construcción de estas composiciones está hecha para que cada pelo se erice, para brindar por lo alto y abrazarse de las amistades mientras se entona algún himno dedicado a un héroe fantástico.
Pero más allá de la emoción, a veces el sonido se sintió muy saturado, no es que sonará mal, es que por momentos la batería se tragaba todo y las voces se perdían, pero fue un tema un poco menor en comparación con el despliegue de talento de Helloween. Lo otro que no estuvo tan bueno fue la ausencia de un telonero local, ya que estas son grandes plataformas para los artistas nacionales que también merecen forjarse en estos escenarios.
Pero en verdad son detalles que no le quitaron calidad al show, porque esta noche de poder fue espectacular. Da mucho gusto vivir un concierto con tanta entrega tanto de la gente como de las bandas. Eso fue lo mejor de la noche, el toma y dame honesto entre un público entregado y unos artistas profesionales y genuinamente emocionados de darlo todo en la tarima, de verdad fue un intercambio energético muy poderoso lleno de vida, pasión y metal.