"Muzz" de Muzz
Pensar en Paul Banks y no relacionarlo con Interpol es difícil, casi imposible. Paul, figura visible y con voz de características bien marcadas, ha colaborado con varios artistas asumiendo distintos roles, inclusive lejanos a la personalidad que ha puesto en evidencia con la banda norteamericana; pero se preguntarán por qué razón comenzamos a hablar de la banda bandera de Paul Banks... Pues es inevitable hacerlo, muy complicado apartarse del imaginario de Interpol cuando se escucha la voz de Banks, y Muzz es el nuevo proyecto de Paul, en donde ha decidido quedarse, por un tiempo.
Muzz es la unión de tres grandes nombres de la música: Paul Banks, Josh Kaufman y Matt Barrick. Kaufman, legendario multistrumentista y productor; Matt Barrick, gran baterista, parte integral de The Walkmen, y soporte en algunas giras de Fleet Foxes.
Kaufman, con mucho folk en las venas; Barrick, con una producción también muy cercana y marcada al género surgido a mediados de los años sesenta en Estados Unidos y Reino Unido. Y quizá por todo ello, el debut de Muzz tiene tantos elementos folk en cada una de las canciones que lo integran, sin distorsiones, sin mucha velocidad, cargadas de detalles en la producción, en las numerosas capas sonoras que se sienten infinitas, en elementos casi microscópicos que hacen del disco una pieza única que se recorre con calma y con la guía de las virtudes vocales de Paul Banks, quien pone en evidencia otro color de voz, otra forma de cantar.
El disco dura 43 minutos que realmente se pasan volando. Comienza con "Bad felling" que, de entrada, llama la atención y abraza, es suave, sutil, y la voz de Banks aparece como un recuerdo. El viaje continúa con "Evergreen", que sigue marcando el camino musical como si ya tuviera un destino establecido, en el que a medida que se avanza van apareciendo muchos elementos sonoros e instrumentos que van mostrando de qué está hecho Muzz. La tercera canción es "Red Western Sky" y de entrada suena a Interpol, pero luego van surgiendo los sonidos de un piano, cuerdas y vientos que convirtiendo la canción en algo casi épico.
"Patchouli" es la cuarta canción y con ella todo vuelve a la calma, todo se detiene, las guitarras acústicas y segundas voces van dando la bienvenida a una tranquilidad densa que se presenta bajo una gruesa capa de sintetizadores y sonidos de producción que invitan a subir el volumen para intentar comprender cada uno de los mensajes entregados en los tres minutos y veintinueve segundos que dura la canción. Esta puede ser una de las favoritas del disco.
Casi llegando los primeros veinte minutos del disco aparece otra bella canción: "Everything like it used to be" sigue marcando el curso del disco y en ella podría hallarse el “sonido” característico de Muzz.
Luego llega la canción más extensa del disco, con una especie de introducción dentro de sí. "Broken Tambourine" el disco alcanza un momento sublime.
La séptima canción es "Knuckleduster", y con ella se llega al momento más eléctrico del disco. Es la canción más volátil, la más Interpol de todo el álbum, y si nos olvidamos de los primeros planos sonoros y buscamos el detrás de todo, nos damos cuenta del exhaustivo trabajo de producción que hay en ella. Con las dos siguientes canciones, "Chubby Checker" y "How Many Days", la sensación es la misma, la velocidad cambia, todo parece encajar en los doce minutos que aproximadamente dura este bloque del disco; muchas guitarras distorsionadas combinadas con una batería que va girando, numerosas atmosferas, elementos entran para luego desaparecer.
Con "Summer Love", décima canción del disco, Muzz vuelve al inicio, todo se torna más tranquilo y los elementos acústicos regresan a un lugar más visible. Otro momento hermoso del disco, una canción que tiene mucho sonido “vintage” y una mezcla “estéreo” donde aparecen algunos elementos únicamente están por el lado derecho o izquierdo, técnica de posproducción bastante conocida e utilizada con frecuencia en los años 70.
Llegando al final del capítulo llamado Muzz aparece "All is Dead to me", una canción cargada de vientos, de elementos perfectamente acoplados a la voz de Paul Banks, con una batería que va marcando el paso como si de una marcha final se tratara.
El cierre del disco lo da "Trinidad", una cancion en la que se mantienen los instrumentos utilizados en el track anterior, pero con un ritmo mucho más lento que recrear ese momento en el que salen los créditos finales de una película donde hubo alegría, drama, dolor, felicidad y mucho amor.