El disco debut de Soda Stereo cumplió 40 años. ¿A qué sonaba?
Los primeros años de la década de los 80 fueron cruciales para el rock y el pop mundial. Discos icónicos como el Thriller de Michael Jackson, Purple Rain de Prince, Back in black de AC/DC, solo por mencionar algunos títulos, tuvieron vida en esos primeros cuatro años.
Mientras tanto, en América Latina, comenzaban a verse los primeros "chispazos" con clave de masividad de movimientos rockeros. Y aunque en todo el continente estaban sucediendo cosas, sin duda, el que más llevaba camino recorrido a ese momento era Argentina.
Con grandes nombres como Charly García (y sus bandas Sui Generis, La máquina de hacer pájaros y Serú Girán), Luis Alberto Spinetta (tanto como solista como con sus múltiples proyectos, como Almendra, Invisible y Pescado Rabioso), para entonces ya había una historia llena de grandes referentes del rock de ese país.
A la par de esas figuras, arrancando los 80, se comenzaba a gestar una suerte de transformación en el sonido rock de ese país. Aparecieron proyectos influenciados por ondas reggae, ska y new wave, con mucha presencia de sintetizadores, y con el espíritu de una década que invitaba a la alegría, el baile y la experimentación más allá del virtuosismo. En ese marco, nacieron proyectos como Virus, Sumo, Los Twist, solo por mencionar algunos nombres.
De esa ‘nueva era’ del rock argentino saldría un grupo liderado por tres jóvenes, amantes al sonido de The Police, Madness y Men at work, que jugaban con sus peinados y que se maquillaban el rostro (y no necesariamente como Kiss) para tocar. Gustavo Cerati, Zeta Bossio y Charly Alberti comenzaban a hacerse un lugar en ese circuito con su banda Soda Stereo.
En 1983 el grupo logró firmar con una casa disquera (CBS, hoy Sony) para así poder materializar su primer disco. Y, como era de esperarse, ese debut sería un reflejo del ambiente festivo que se vivía en ese momento en la música, junto a la combinación, a la argentina, de sus influencias sonoras.
Así, bajo la producción del vocalista y teclista de Virus, Federico Moura, entraron a grabar durante buena parte de ese año el álbum que sería su carta de presentación ante el mundo, y al que decidieron titular con su propio nombre: Soda Stereo.
Fue así que, un 27 de agosto de 1984, se lanzaría en Argentina un disco con 11 canciones de una duración de 35 minutos. Y aunque el álbum no tenga una sola línea temática como tal, sí se podría decir que el goce, la alegría y la frivolidad más pop fueron la constante en la mayoría de canciones.
Sus letras tenían una carga de humor muy fuerte, jugando en algunos temas con el absurdo y la ironía, pero de forma inocente, sin llegar a la sátira. Por ejemplo, en "¿Por qué no puedo ser del Jet Set?", hablaron de la vida llena de lujos y excentricidades de famosos, y el afán de muchos por alcanzarla.
Mientras que en "Te hacen falta vitaminas" esbozan la necesidad de inyectarle “vitamina” a la vida; y siguiendo en esa misma línea de lo “saludable”, la historia de "Mi novia tiene bíceps" retrata una mujer algo obsesionada con el gimnasio; así mismo, en ell concepto de "Dietético", un total juego de palabras entre lo bajo en grasas y azúcares, para hacer una jocosa y curiosa declaración de principios como banda —en ese momento de postdictadura que pasaba Argentina—, con una icónica frase de cierre: “el régimen se acabó, se acabó”.
Esta última canción, en particular, fue un hito en esos inicios de la historia de Soda Stereo, ya que fue la elegida para construir su primer videoclip, grabado entre fines de semana con equipos prestados y haciendo mil peripecias para autogestionarlo.
Sin embargo, la diversión y la invitación al movimiento no serían el único elemento presente en el primer álbum de la banda. Con "Un misil en mi placard", Gustavo Cerati comenzaría a explorar la metáfora para hablar de sexo, uno de los recursos que se convertirían en recurrentes para sus canciones a lo largo de toda su discografía (con la banda y como solista).
Aun así, la banda sentía que al disco le hacía falta algo para sentirlo “completo”: una balada. De esa forma fue que llegaron a Daniel Melero, uno de sus amigos (y que también tocó teclados en la grabación de esta producción musical), y que bajo sugerencia de Federico Moura, el productor del disco, incluyeran la icónica "Trátame suavemente", única canción en el repertorio de Soda Stereo que no fue creada por alguien de la banda.
Este tema lento, con su riff de guitarra fácilmente identificable, y una letra ambigua y melancólica, se convertiría en el primer gran éxito de la banda y, para muchos, en la canción más recordada de sus primeros años.
Tanto Gustavo, como Zeta y Charly afirmaron en numerosas ocasiones que no quedaron del todo satisfechos con el sonido del disco, que por ser un "producto" de disquera tuvieron que someterse a que fuera grabado en los estudios del sello (poco aptos para hacer un disco de rock), por muchos técnicos y en los horarios más disímiles.
También es el disco menos "profundo", y aunque es una valiosa postal de la época, Soda Stereo para meses después ya estaría trabajando en un nuevo concepto sonoro y estético, donde ya dejaban de lado lo frívolo y divertido, para pasarse a lo sofisticado y enigmático que vendría a derivar en una segunda etapa de la banda, con dos de sus discos más exitosos, Nada Personal (1985) y Signos (1986).
Hoy, que se cumplen cuatro décadas de este debut musical de una de las bandas más recordadas e icónicas del rock hecho en español, es válido revisitar este disco, entendiendo que, las primeras puertas que se le abrieron a Soda Stereo para llegar a ser, años después, un fenómeno de masas a lo largo y ancho del continente, nacieron con estas 11 canciones divertidas y, como ellos mismos posiblemente lo dirían, "dietéticas".