Dos lágrimas con Patti Smith: así fue su paso por Bogotá
¿Alguna vez han reflexionado sobre el significado de estar presente? Cualquiera diría que siempre estamos presentes pues en teoría lo habitamos, pero esta expresión puede ir más allá de estar en un lugar o vivir a plenitud en una experiencia. Tal vez es desprenderse de los sentidos, olvidar el mundo externo y entregarse a un momento, a una visión, a un suspiro o a un sonido; para olvidarse del universo por un segundo, superar lo corpóreo y simplemente flotar en el éter.
Eso es lo que se siente cuando Patti Smith canta a capela una de sus canciones mientras sus ojos lagrimean. El tiempo se detiene por un momento que dura toda la vida. Cuando se ve la mirada de amor de esta poeta, artista y cantante estadounidense, es imposible no sentir unas ganas infinitas de llorar de alegría y agradecer la oportunidad de seguir respirando porque de pronto el mundo se vuelve un poco menos oscuro.
Pero solo un poco, porque el mensaje que la voz de esta mujer transmite no solo está hecho para conmover las fibras de nuestro ser; también está hecho para incomodarlas. Para que se muevan, reflexionen, cuestionen, exploren y se reconfiguren.
Eso busca Correspondences, la exposición que Patti Smith hizo junto con el colectivo de música experimental Soundwalk Collective, estrenada mundialmente en el Centro Nacional de las Artes los pasados 26 y 27 de julio con un performance realizado en el Teatro Colón y cuya entrada será gratuita hasta octubre.
Antes del show hubo una pequeña rueda de prensa en uno de los salones del teatro. Patti llegó vestida con un blaser negro, pantalones y tennis también negros, una camisa roja de cuadros y un gorro de lana. Lo primero que hizo fue agradecer el interés y ponerse a llorar frente a las personas que fueron para verla por un rato. Esa fue la primera lágrima que Patti Smith le regaló a Bogotá.
Esa mañana estaba acompañada de Stéphan Crasneanscki, su amigo y colaborador de Soundwalk Collective, quien contó que este proyecto nació por casualidad, cuando se conocieron en un avión. Esto forjó una amistad creativa basada en largas conversaciones sobre temas varios.
Estas correspondencias entre ambos se transformaron en una idea basada en el sonido. El juego fue que Stéphan empezó a viajar a distintos lugares del planeta como Chernobyl o las montañas sagradas de la India, para captar el sonido y hacer paisajes sonoros. Esto luego se lo pasó a Patti para que ella interpretara ese sonido y así escribir un texto que luego dio paso a la imágen. Los dos definieron esta exposición como la banda sonora de una película que no existe, que no tiene imagen ni se ha grabado.
Correspondences busca que nos relacionemoss con el espacio y su sonido de una forma nueva, más sensorial y atenta, precisamente más presente. “El poder del sonido radica en que está en todos lados. Y revela y libera un montón de memorias. Memorias del pasado. Por lo general el sonido es algo a lo que no le prestamos mucha atención, lo damos por sentado, pero su poder de evocación es inmenso”, comentó Stéphan en la rueda de prensa.
La exposición ubicada en el Centro Nacional de las Artes consiste de ocho pantallas gigantes que transmiten una serie de imágenes acompañadas de los poemas que Patti Smith escribió, los cuales giran en torno al tema del cambio climático, la extinción de los animales y el daño que el ser humano le ha hecho al planeta y así mismo como especie; pero también es un homenaje a artistas como el cineasta Pier Paolo Pasolini, brutalmente asesinado en 1975.
Lo más interesante de esta exposición es que trasciende la técnica y el concepto ya que tiene un elemento místico, una fuerza especial que se podría describir como mágica. “Como intérprete, no soy muy buena cantante, pero soy una buena canalizadora. Puedo canalizar cosas en una forma, que es un poquito chamánica”, dijo Smith sonriendo juguetonamente, antes de recalcar que lo chamánico es sólo un poco porque ella no es una gran mística ni nada por el estilo.
Es sólo una mujer muy sensible y honesta que entrega todo lo que tiene. Que en su dulce y calmado semblante muestra la crudeza de la humanidad. Patti Smith habla con timidez y contundencia y no teme expresar lo que siente. Bien sea el fastidio que una manada de periodistas y curiosos le produjo mientras fue a recorrer la instalación Correspondences envuelta entre cuerpos torpes y flashes de cámaras; o el amor infinito con el que cantó “Wing” al final de la rueda de prensa.
“Espero que todos se inspiren. Que no piensen en nosotros, que no piensen en mí, que no piensen en Stéphan; sino que piensen en su propio trabajo y en lo que pueden hacer para ayudar a nuestro planeta de forma política, artística, en cualquier forma imaginable. Siempre he querido que sin importar si es un concierto, un performance, una exhibición de arte que la gente se vaya pensando en sus propias posibilidades, sus propias capacidades y eso es lo importante para mí, inspirar a las personas”, dijo sobre Correspondences, y el objetivo de esta .
Definitivamente fue imposible no sentirse inspirado luego de la rueda de prensa, pero sobre todo luego de la presentación en Colón. Esa noche durante más de una hora, Patti Smith estuvo de pie, envuelta entre las sombras recitando de forma hipnótica. Era como ver a Lilith hablándole a sus hijos, como ver un hechizo abrasador que, por momentos, te derretía en el asiento. Como si no hubiera nada más en el mundo a parte de la voz de Patti Smith retumbando en el infinito.
Al fondo del escenario, un pantalla gigante pasaba imágenes que en un momento nos mostraban una exposición de animales disecados, en otro una jauria de lobos que cruza la nieve, en otra el oceano en todo su esplendor, en otro jóvenes hermosos teniendo sexo salvaje y a veces colores atrapantes que quitaban el aliento.
Mientras esto pasaba, a los lados los integrantes de Soundwalk Collective hacían sonidos extraños en las sombras. En una esquina, Stéphan a veces tecleaba en unas computadoras y a veces raspaba un bloque de hielo gigante. En la otra esquina un percusionista golpeaba varios instrumentos y bailaba de forma cuadriculada, como si estuviera atrapado en un cubo rubik; y junto a él un hombre de barba tocaba una serie de aparatos que hacían sonidos extraños.
Todo esto formaba una experiencia hipersensorial que a veces era conmovedora e inspiradora y a veces desesperante. Entre sonidos, gritos, crujidos y la voz de Patti a veces uno quería correr y a veces quería ponerse a bailar desenfrenadamente.
Esa misma sensación se puede sentir en la exposición Correspondences. Lo único es que hay que asumir el reto de sentarse a ver las pantallas y escuchar cada una de las intervenciones, lo cual vale mucho la pena. Además como complemento hay copias de los manuscritos y algunos collages, como un cúmulo de papeles recortados que complementan una de las recitaciones de Smith en la que dice un año y el animal que se extinguió en esa fecha. Ella toma como partida 1946, el año en que nació y va hasta el 2023, en total son 76 animales desaparecidos.
Pero si bien la exposición también está diseñada para mover nuestras entrañas y guarda un poco del misticismo de esta poeta, no logra conmover como el final de la primera noche, cuando Patti Smith le regaló a Bogotá una segunda lágrima. Luego del final del show, una vez más agradeció con la voz quebrada a la gente, a Soundwalk Collective y como última muestra de agradecimiento cantó a capela “Because The Night”.
En ese momento el Colón fue puras lágrimas, pero de las buenas, de las que de felicidad. Y al final, todos los presentes salieron a entregarse a la noche con la felicidad de saber que Patti Smith dejó su huella en Bogotá.